"(...) Lo que habíamos conocido hasta ahora no sobrepasaba la desbandada tras la derrota en la guerra civil y la tan olvidada emigración del hambre que despobló esa España que los influencers llaman “vaciada”.
Esto es otra cosa. Se podría decir que es la venganza de la colonización. Se extrajo mucho y se dejó muy poco, en ocasiones nada, pero eso ya pertenece a la retórica y es lo que consiente que hablar de migración masiva sea considerado un discurso reaccionario. La izquierda institucional lo tiene muy claro porque ni siquiera mira hacia ello, lo suyo ahora son las identidades irreconocibles. (...)
Para la derecha más conservadora ese problema ni se menciona porque no es su problema; nadie va a tener la desfachatez de instalarles un campo de acogida en el barrio de Salamanca ni en Sarriá-San Gervasi. ¿Y por qué no?, pregunto mientras me miran perplejos. No se atreverían. Una cosa son los carriles bici y los patinetes, ese hallazgo ecológico, y otra hacer preguntas. Ser peatón hoy día es la condición ciudadana más despreciable; no produce nada, fuera de la mala leche. (...)
La primera ministra Meloni, representante genuina de la extrema derecha europea, está haciendo malabares para adaptarse a una realidad que la sobrepasa. O los 27 europeos, tan diferentes y a los que ella denostaba, encuentran fórmulas rápidas para abordar lo inevitable, las migraciones masivas, o el electorado irá basculando hacia posiciones cada vez más reaccionarias en la defensa de lo suyo, que acabarían barriéndola. ¿Saben que la Comunidad Europea lleva cuatro años sin cerrar un acuerdo del que lo único aceptado es el nombre, Pacto de Asilo y Migración? (...)
Empeñados en sobrevivir en una burbuja, los partidos políticos españoles aún prefieren la pompa de jabón. Como en el vocabulario al uso se ha retirado el sintagma “clases trabajadoras”, uno tiene la impresión de que estamos entrando en el fin de la sociedad del trabajo. Un deseo generalizado que niega la evidencia del trabajo a destajo, las luchas anónimas y demás útiles que hacen marchar la civilización que conocemos. Con esos mimbres es meridianamente imposible hablar de incorporar las migraciones masivas. ¿Y entonces, qué piensan hacer? ¿Todos camareros discontinuos?
Inyectar millones a los poderes corruptos de las antiguas colonias esquilmadas para que sean ellos los que detengan la avalancha, levantar fronteras armadas, crear campos de concentración…y proseguir con el negocio. Singular el acercamiento de posiciones entre la izquierda institucional y la extrema derecha. Ambas coinciden en que las migraciones masivas son cosa del otro y que lo trascendental en este momento son las identidades, las parroquias ideológicas. (...)
Las migraciones masivas amenazan la civilización de los analfabetos asentados. En una sociedad normal y muy sufrida tendríamos que abrir ese debate marrullero. Sería eficiente para irnos adaptando a cuestiones que ya están afectando, aunque no las mencionemos, a las pensiones, a los sindicatos y a la concepción del trabajo. Lo habitual es referirse al ocio, esa brecha todopoderosa del mercado, como si se dibujara un futuro inmediato de disfrutones. (...)
Quizá lo peor, mientras nos vamos al carajo, consiste en escuchar que el jefe de la banda de músicos diga con voz ansiosa: no pasa nada, sigamos a lo nuestro." (Gregorio Morán , Vox Populi, 23/09/23)
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