"Todas las partes implicadas en el conflicto de Ucrania están maniobrando para posicionarse antes de las conversaciones de paz propuestas por la administración entrante de Donald Trump. Lo que no sabemos -y no sabremos, hasta que las conversaciones tengan lugar realmente- es cuáles de estas posiciones se pretenden mantener firmemente, cuáles son fichas de negociación iniciales y cuáles pretenden bloquear la posibilidad de que las conversaciones lleguen a buen puerto.
Tanto el Ministro de Asuntos Exteriores británico, David Lammy, como Kaja Kallas, la máxima responsable diplomática de la UE, han declarado en diciembre que no ven ningún sentido en entablar conversaciones en este momento. En palabras de Lammy, «Putin no es un hombre con el que se pueda negociar cuando está causando tal caos en suelo europeo». El Secretario de Defensa del Reino Unido, John Healey, también sugirió que las tropas británicas podrían estacionarse en Ucrania en funciones de adiestramiento. Rusia ha dejado claro que esos soldados serían el blanco de sus ataques, lo que provocaría una nueva y drástica espiral de escalada y podría dar al traste con las conversaciones de paz. Por supuesto, esas tropas podrían considerarse una contrapartida en la negociación, para reforzar la mano de Ucrania en las conversaciones y ser retiradas como parte de un eventual acuerdo.
Sin embargo, aquí hay dos problemas. El primero es que no se trata de
fichas en un tablero con las que Lammy está jugando, sino de las vidas
de soldados británicos -demasiados de los cuales ya han muerto en la
última generación en guerras mal planificadas sin conexión con los
intereses nacionales del Reino Unido. La segunda es que Occidente ha
desarrollado una desastrosa tendencia a convertir propuestas que
deberían ser objeto de negociación y regateo -como la vacía y engañosa
idea de la futura adhesión de Ucrania a la OTAN- en cuestiones
inmutables de moralidad y prestigio.
La presencia de tropas
occidentales en Ucrania, ya sea en funciones de adiestramiento o como
fuerzas de mantenimiento de la paz en el marco de un acuerdo, es tan
inaceptable para Moscú como el propio ingreso de Ucrania en la OTAN. Si
se insiste en su presencia durante las conversaciones de paz, éstas
fracasarán. Lo mismo puede decirse de ciertas exigencias del Kremlin, en
particular que Ucrania se retire del territorio que aún mantiene en los
cuatro oblasts que Rusia afirma haberse anexionado. En otras
cuestiones, como la «desnazificación» y los límites de las fuerzas
armadas ucranianas, los interlocutores rusos me han dicho que creen que
Vladimir Putin estaría dispuesto a llegar a un compromiso.
Son
cuestiones que sólo pueden aclararse en las negociaciones. Y desde una
perspectiva occidental, la única razón para retrasar las conversaciones
-como sugieren Lammy y Kallas- sería que tuviéramos una confianza
razonable en que Ucrania estará dentro de seis meses o un año en una
posición más fuerte que la actual.
Obviamente, no puede existir
tal confianza. Por el contrario, en los próximos meses Ucrania parece
estar segura de que perderá aún más territorio, y existe el peligro real
de que su ejército, superado en número y armamento, se derrumbe por
completo. Y, a pesar de lo que diga Bruselas, dada la crisis
presupuestaria que afecta actualmente a las principales potencias
europeas, no hay ninguna certeza de que la ayuda occidental vaya a
mantenerse en un nivel similar al actual.
Por supuesto, no todo
va a favor de Rusia. La clase dirigente de Moscú está seriamente
preocupada por un aumento masivo de la inflación en el próximo año,
mientras que los avances militares sobre el terreno siguen siendo
extremadamente lentos e implican un gran número de bajas. La mayoría de
los rusos parecen desear una paz rápida de compromiso, siempre que no
implique renunciar a intereses nacionales vitales.
En su rueda de
prensa anual, Putin se declaró dispuesto a una pronta reunión con
Trump. Esta perspectiva, sin embargo, está plagada de peligros. El
primero es que el presidente electo de EE.UU. acepte demasiadas cosas a
la vez sin discutir cuestiones secundarias, sin dejar a Rusia ninguna
razón para comprometerse en estas cuestiones secundarias; otro es que si
Putin no acepta inmediatamente todas sus propuestas, Trump se marche
furioso.
Putin también dijo que negociará con Volodymyr Zelensky,
pero que cualquier acuerdo tendrá que ser ratificado por el parlamento
ucraniano. Sin embargo, dado que el parlamento ucraniano tendrá
dificultades para aceptar cualquier compromiso, este es un argumento de
peso para que todas las cuestiones críticas que son competencia de
Washington -pertenencia a la OTAN, armas occidentales y garantías de
seguridad para Kiev, limitaciones mutuas de fuerzas ruso-estadounidenses
en Europa- se discutan primero de forma bilateral entre las
administraciones de Trump y Putin. Solo entonces podremos saber hasta
qué punto es realmente viable la paz."
(Anatol Lieven, en Rafael Poch, blog, 07/01/25, fuente UnHerd)
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