21.2.25

Los recortes de Trump a la ayuda humanitaria provocan una discusión sobre valores cristianos... El vicepresidente JD Vance y el papa Francisco entran en conflicto, mientras los grupos religiosos caritativos sufren una crisis existencial... Trump ha dejado a los grupos humanitarios de carácter religioso con enormes déficits de financiación, programas cerrados precipitadamente y despidos en ciernes... mientras el vicepresidente Vance sugirió que los obispos católicos cuya labor apoya a los inmigrantes podrían estar priorizando sus ganancias en lugar de a la ayuda humanitaria... Vance dijo que “Amas a tu familia, y luego amas a tu prójimo, y luego amas a tu comunidad, y luego amas a tus conciudadanos en tu propio país, y después de eso, puedes centrarte y dar prioridad al resto del mundo”... El papa Francisco pareció corregir el martes la teología de Vance en una carta abierta a los obispos católicos estadounidenses. El verdadero ordo amoris se encuentra en la parábola del buen samaritano, dijo, “meditando en el amor que construye una fraternidad abierta a todos, sin excepción”. “El amor cristiano no es una expansión concéntrica de intereses que poco a poco se amplían a otras personas y grupos” (Elizabeth Dias, The New York Times)

 "Desde la Segunda Guerra Mundial, cuando los refugiados huían de Europa, los grupos caritativos cristianos han distribuido vital ayuda estadounidense por todo el mundo.

Catholic Relief Services ha alimentado a aquellos que sufren durante las hambrunas. World Vision, un grupo evangélico, ha dado acceso al agua potable a decenas de millones de personas y ha encontrado donantes para apadrinar a niños hambrientos. Organizaciones luteranas y episcopales han reasentado a refugiados en Estados Unidos.

A lo largo de las décadas, estos grupos religiosos trabajaron de la mano del gobierno federal. Agencias como el Departamento de Estado, la Agencia de Estados Unidos para el Desarrollo Internacional (USAID por su sigla en inglés) y el Departamento de Salud y Servicios Humanos finalmente las financiaron con cientos de millones de dólares cada año. Muchos de estos grupos creían que ayudar a los pobres y a las personas vulnerables expresaba sus valores no solo como cristianos, sino también como estadounidenses.         

Ahora, ese legado —y la supervivencia misma de estas organizaciones y de los valores que representan— ha entrado en una crisis existencial.

En solo unas semanas, el presidente Trump ha congelado la ayuda exterior, ha intentado poner a miles de trabajadores de la USAID en situación de baja administrativa y ha seguido adelante con sus planes de deportación masiva. Elon Musk se jactó de estar “metiendo a la USAID en la trituradora” y afirmó sin pruebas que era una “organización criminal”.

El repentino trastorno ha dejado a los grupos humanitarios de carácter religioso con enormes déficits de financiación, programas cerrados precipitadamente y despidos en ciernes.

La semana pasada, la Conferencia Episcopal de Estados Unidos despidió a 50 personas, aproximadamente un tercio de su oficina de servicios de migración y refugiados. El grupo envió un memorándum a los obispos, informándoles de que los subcontratistas y los grupos locales de Catholic Charities sufrirán retrasos en los pagos hasta nuevo aviso.

Catholic Relief Services prevé despidos y recortes en los programas de hasta el 50 por ciento, según el National Catholic Reporter. El grupo recibió alrededor del 64 por ciento de sus ingresos de casi 1500 millones de dólares de contribuciones del gobierno en 2022.

“Estamos experimentando obstáculos inmediatos y críticos en nuestra capacidad para llevar programas que salvan vidas a todas las áreas de nuestro trabajo”, dijo la organización en una petición en línea de financiación privada.

World Vision, grupo evangélico que trata de aliviar la pobreza, trabaja para mantener vivos sus programas. En 2022, las contribuciones del gobierno representaron alrededor del 44 por ciento de sus ingresos de 1500 millones de dólares.

Ninguna de las dos organizaciones de ayuda concedió entrevistas de sus dirigentes.

En una audiencia realizada el jueves en el Congreso, Andrew Natsios, quien dirigió la USAID durante el gobierno de George W. Bush, dio testimonio de la grave situación de los grupos de ayuda cristianos. Pidió al Congreso que restableciera la financiación de las organizaciones cristianas sin fines de lucro que realizan labores humanitarias, y que las mantuviera al margen de las guerras culturales políticas.

“Todos esos programas ahora están congelados, han despedido al personal”, dijo. “Está perjudicando a la misión de la Iglesia en el mundo”.

Las prioridades de Trump llevan años dividiendo a las iglesias, pues muchos conservadores funden su fe y sus valores religiosos con su misión política.

La promesa de Trump de luchar contra los “prejuicios anticristianos” se ha hecho más visible en su apoyo a los grupos religiosos antiabortistas y a quienes creen que solo hay dos géneros, masculino y femenino.

El vicepresidente JD Vance, quien se convirtió al catolicismo de adulto, ha criticado a algunos grupos humanitarios. En la Cumbre Internacional sobre Libertad Religiosa, celebrada el 5 de febrero, los acusó de “propagar el ateísmo por todo el planeta”. Más tarde sugirió, sin pruebas, que los obispos católicos cuya labor apoya a los inmigrantes podrían estar priorizando sus ganancias en lugar de a la ayuda humanitaria.

Y Vance ha defendido la agenda de Trump con lo que describió como un antiguo principio cristiano.

“Amas a tu familia, y luego amas a tu prójimo, y luego amas a tu comunidad, y luego amas a tus conciudadanos en tu propio país”, dijo en una reciente entrevista en Fox News. “Y después de eso, puedes centrarte y dar prioridad al resto del mundo”.  

Defendió su posición en la red social X: “Basta con buscar en Google ‘ordo amoris’”, escribió, utilizando una frase latina que se traduce como “el orden del amor” o “ el orden de la caridad”.

El papa Francisco pareció corregir el martes la teología de Vance en una carta abierta a los obispos católicos estadounidenses. El verdadero ordo amoris se encuentra en la parábola del buen samaritano, dijo, “meditando en el amor que construye una fraternidad abierta a todos, sin excepción”.  

“El amor cristiano no es una expansión concéntrica de intereses que poco a poco se amplían a otras personas y grupos”, escribió el papa Francisco.

Esta división ha existido en los círculos cristianos conservadores durante casi una década. Cuando Trump ganó la presidencia en 2016, muchos evangélicos que realizaban labores misioneras en el extranjero consideraron que su programa America First y su descripción vulgar de África eran perjudiciales para su causa. Se produjeron incluso algunas divisiones entre los misioneros y sus iglesias patrocinadoras en Estados Unidos, donde muchos fieles se sintieron atraídos por la promesa de Trump de dar poder a los cristianos en su gobierno.

Un grupo religioso de ayuda que parece estar sobreviviendo a los drásticos recortes de Trump es Samaritan’s Purse, la gigantesca organización evangélica de ayuda en caso de catástrofe dirigida por Franklin Graham, defensor de Trump desde hace mucho tiempo. Samaritan’s Purse considera el trabajo humanitario como un proyecto para compartir el Evangelio.

A diferencia de los grupos que se enfrentan a grandes pérdidas, Samaritan’s Purse recibió solo alrededor del 5 por ciento de sus ingresos en 2023 de contribuciones gubernamentales: más de mil millones de dólares procedían de fuentes privadas.

Graham recomienda que los grupos cristianos “busquen financiación en las iglesias, no en el gobierno”.

El dinero del gobierno, dijo, puede corromper la fe de los grupos cristianos.

“Probablemente sea bueno que las cosas se agiten”, dijo Graham sobre los recortes de USAID. “No digo que haya que desecharlo del todo, pero hay que revisarlo”.

Algunas organizaciones cristianas que se fundaron como explícitamente religiosas se han hecho más ecuménicas e interreligiosas a lo largo de las décadas.

Global Refuge, por ejemplo, se conocía antes como Lutheran Immigration and Refugee Service. Empezó como grupo luterano en 1939, ayudando a los refugiados luteranos alemanes que huían del régimen nazi. Hacia 1972, se amplió para convertirse en una organización independiente, centrada en los inmigrantes y separada de los organismos eclesiásticos.

En 2023, casi todos los ingresos de Global Refuge —alrededor del 95 por ciento, o 221 millones de dólares— procedían de fondos públicos.

Pero el trabajo de la organización sin fines de lucro “no podría realizarse sin el apoyo de las congregaciones y los líderes religiosos”, dijo Krish O’Mara Vignarajah, presidente de Global Refuge.

Su grupo financia a grupos más pequeños, explícitamente religiosos, como los Servicios Sociales Luteranos del Área de la Capital Nacional, que ayudan a reasentar a refugiados en la región de Washington DC.

Ese grupo local ha ayudado a acoger a unos 6500 afganos desde la caída de Kabul, y en 2023 prestó asistencia a otros 3000 que huían de la persecución desde 46 países, como Camerún y Siria.

Pero el miércoles había despedido a 42 trabajadores y suspendido a otros 26, lo que supone una cuarta parte de su plantilla.

Kristyn Peck, directora ejecutiva del grupo, dijo que la congelación les dejó a la espera de 2,5 millones de dólares en reembolsos. El viernes no pudieron pagar las nóminas de sus 117 empleados asalariados.

“Estas decisiones”, dijo Peck, universalista unitaria, “parecen estar realmente desconectadas del legado y la herencia de nuestro país”.

( , The New York Times, 16/02/25)

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