"Si está en un agujero oscuro, cave más profundo, especialmente más profundo que el ineficaz ex canciller alemán Olaf Scholz. Ese parece ser el nuevo lema de Berlín. Bajo la nueva mala gestión de Friedrich Merz, el Gobierno alemán se ha propuesto claramente empeorar sus pésimas relaciones con Rusia. Se trata de un objetivo tristemente ambicioso, ya que la situación es más grave que en cualquier otro momento desde 1945.
Pero Merz y su equipo, al parecer, no se conforman con desempeñar un papel clave en una guerra proxy contra Rusia que ha sido un fiasco ruinoso, no para la economía rusa, sino para la alemana. Incluso en febrero de 2023, los principales medios de comunicación alemanes informaron de que la guerra había reducido el PIB en un 2,5 %.
Por cierto, se trata de una cifra elevada en sí misma, pero si tenemos en cuenta que entre 2022 y 2024 la tasa de crecimiento (o, en realidad, de reducción) anual del PIB alemán ha variado entre el -0,3 % (2023) y el +1,4 %, el panorama es aún peor.
Y, sin embargo, en lugar de intentar sinceramente —y por fin— utilizar la diplomacia para poner fin a esta guerra contra Rusia a través de Ucrania, el Berlín de Merz está corriendo ahora el riesgo de convertir el caos actual en la pesadilla de un enfrentamiento militar directo entre Rusia y Alemania (y, por lo tanto, presumiblemente la OTAN, aunque ya no necesariamente incluyendo a Estados Unidos). Tal confrontación sería devastadora de una manera que los alemanes no han experimentado en mucho tiempo, como incluso tuvo que admitir un reciente documental de la televisión alemana, a pesar de su evidente propósito de impulsar la actual remilitarización acelerada del país.
El símbolo más evidente de la nueva imprudencia industrial de Berlín es el misil de crucero Taurus, un arma sofisticada y muy cara (entre 1 y 3 millones de euros cada una) con un nombre completo que querrá olvidar (Target Adaptive Unitary and Dispenser Robotic Ubiquity System) y, lo que es más importante, un alcance máximo de unos 500 kilómetros.
El Gobierno de Scholz, increíblemente incompetente y descaradamente sumiso a Estados Unidos, nunca accedió a dejar que Ucrania tuviera esta arma. Básicamente, por dos razones: El Taurus, una vez en Ucrania, podría disparar hasta el interior de Rusia, incluso hasta Moscú, y es innegable que solo puede funcionar con ayuda directa de Alemania, lo que provocaría un estado de guerra entre Moscú y Berlín. Sin embargo, Merz ha dado una impresión vaga pero sustancial de que entregar el Taurus a Kiev es una opción nuevamente.
A lo largo de esta guerra, y también en su prehistoria, Rusia ha enviado advertencias claras sobre lo que podría suponer una guerra de este tipo: Según el ministro de Asuntos Exteriores ruso, Lavrov, por ejemplo, Alemania «ya está participando directamente» en la guerra de Ucrania. Pero está claro que él también ve margen para que las cosas empeoren mucho más, con Alemania, en sus propias palabras, «deslizándose por la misma pendiente resbaladiza por la que ya ha pasado un par de veces en el último siglo, hasta su colapso».
Dmitry Peskov, portavoz del presidente Vladimir Putin, ha subrayado que las declaraciones de Merz, por confusas que fueran, apuntaban a una «serious escalation» (grave escalada). De forma menos diplomática, la directora de la cadena rusa RT, Margarita Simonyan, ha explicado que los ataques alemanes y ucranianos con misiles Taurus contra ciudades rusas podrían provocar un ataque con misiles rusos contra Berlín. Mientras tanto, un importante experto militar ruso ha mencionado la posibilidad de un ataque contra las instalaciones de producción del Taurus en Alemania.
¿Sirven de algo estas advertencias? Por supuesto, los políticos alemanes no admitirían abiertamente que Moscú los ha disuadido, pero es un hecho que Merz se ha abstenido de llevar a cabo su amenaza implícita de transferir el Taurus a Ucrania.
Si hubiera querido hacerlo, la visita del líder ucraniano Vladimir Zelensky a Berlín habría sido una excelente oportunidad para cerrar el trato. Sin embargo, en lugar de los tan deseados misiles de crucero, Zelensky ha recibido otra cosa: un uso demostrativo del tú informal alemán («du»), mucho dinero (otra vez) y la promesa de que Alemania ayudará a construir armas de largo alcance en Ucrania. Teniendo en cuenta que Moscú acaba de demostrar su capacidad para atacar este tipo de instalaciones de producción en cualquier lugar de Ucrania, esa promesa equivale a una evasiva. Al menos por ahora.
Eso es bueno. Evita una escalada inmediata y extremadamente peligrosa. Sin embargo, Merz y sus expertos son ingenuos si creen que Rusia no responderá a su intención declarada de transferir conocimientos técnicos alemanes a Ucrania para que allí se puedan fabricar armas de largo alcance.
Por un lado, Moscú acaba de demostrar su capacidad para atacar la industria militar de Ucrania. Al mismo tiempo, ni siquiera el Taurus está descartado. Tampoco lo están las advertencias rusas sobre las consecuencias catastróficas de su uso. El Ministerio de Defensa ruso confía en que sus defensas aéreas puedan detener los ataques del Taurus, pero también subraya que su capacidad especial para volar lejos dentro de Rusia constituye un problema único en su género.
¿Qué está tratando de hacer aquí la nueva Berlín? Las negociaciones para poner fin a la guerra continúan, aunque Merz afirme lo contrario. Rusia no está, como él repite, simplemente «ganando tiempo». En realidad, la segunda ronda de las conversaciones de Estambul 2.0 está prevista, al menos por parte de Moscú.
El verdadero problema para los políticos occidentales como Merz es que Moscú no está dispuesta a renunciar a sus propios intereses ni a cumplir exigencias unilaterales respaldadas por amenazas.
De hecho, si es correcto un informe plausible de Reuters basado en filtraciones, Putin ha vuelto a esbozar las condiciones de Rusia para un acuerdo realista: como era de esperar, incluyen el cese total de la expansión de la OTAN, el fin, al menos parcial, de las sanciones contra Rusia y de los intentos de confiscar totalmente los activos soberanos rusos congelados, la neutralidad genuina de Ucrania y la protección de sus hablantes de ruso.
En este contexto, las recientes salidas de Merz resultan aún más desconcertantes: Rusia no es débil, sino que está ganando esta guerra. Es posible que se avecine una ofensiva de verano que haga aún más insostenible la situación de Ucrania. Pero también existe una oportunidad real de aprovechar las negociaciones que se han reanudado para limitar finalmente las pérdidas tanto de Ucrania como de Occidente.
Mientras tanto, la renuencia de Estados Unidos a respaldar de manera fiable una línea dura contra Rusia podría permitir a los europeos de la OTAN y la UE explorar alternativas constructivas a la guerra proxy en curso. De hecho, su peor pesadilla sería quedarse solos con este conflicto si Moscú y Washington logran una distensión total.
La economía alemana no prosperará, ni siquiera con el impulso desesperado del keynesianismo militar basado en la deuda, como el que acaba de lanzar Merz, a menos que se replantee su relación con Rusia. Por último, pero no por ello menos importante, Ucrania no se reconstruirá antes de que haya una paz duradera.
¿Y la respuesta de Berlín a todo lo anterior? Más de lo mismo, pero peor.
Ahora, con el Taurus de nuevo en el menú de opciones y los anuncios abiertos de ayuda a Ucrania para construir, en esencia, su propia versión del mismo, presumiblemente bajo la intensa supervisión alemana y repleto de tecnología alemana, las posibilidades de Kiev no son mejores y la posición de Alemania es más precaria. La probabilidad de una escalada hacia una guerra directa entre Rusia y Alemania sigue siendo incluso mayor que antes de la nueva iniciativa de Merz, y la probabilidad de paz se ha reducido. Llámese un juego en el que todos pierden."
(Tarik Cyril Amar, Un. Estambul, Salvador López Arnal, blog, 30/05/25)
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