"La Estrategia de Seguridad Nacional de Estados Unidos recién publicada representa un punto de inflexión en la política exterior estadounidense. Bajo la dirección del presidente Donald Trump, el documento abandona definitivamente la lógica de dominación global surgida tras la Guerra Fría y propone un modelo de repliegue selectivo, en el que Washington centra sus prioridades estratégicas en el hemisferio occidental y redefine su enfrentamiento con China dentro de ese marco geopolítico. Aparte de ello y más que una simple actualización doctrinal, la Estrategia articula una visión abiertamente supremacista del orden internacional, sintetizada de forma explícita en la afirmación de que está "motivada por encima de todo por aquello que funciona para Estados Unidos -o, en dos palabras: ‘Estados Unidos Primero’"
El diagnóstico del fracaso post-Guerra Fría
El documento abre con una crítica frontal a las administraciones estadounidenses de las últimas tres décadas, acusándolas de haber confundido el interés nacional con la hegemonía global. Según la Estrategia, tras 1991 "las élites de política exterior estadounidenses se convencieron de que la dominación permanente de Estados Unidos sobre el mundo entero era de interés nacional".
Esta frase funciona como eje interpretativo de todo el texto, denunciando que no ha sido un exceso de ambición abstracta, sino un error estratégico que -desde la perspectiva trumpista- ha debilitado al país, lo ha sobreextendido militarmente, ha erosionado su base industrial y lo ha vuelto vulnerable frente a competidores como China.
El mensaje general que lanza es que la universalización del proyecto estadounidense ha sido ingenua y, sobre todo, contraproducente. En consecuencia, la Estrategia promueve una "predisposición al no intervencionismo" y reclama una política exterior "realista", donde Estados Unidos deje de asumir que debe gobernar el orden mundial en todos los frentes. El resultado es una contracción calculada de su proyección global, acompañada, sin embargo, de una reafirmación contundente y repetidamente proclamada, de la primacía económica y militar del país.
Estados Unidos primero: una visión supremacista del orden global
La Estrategia no se limita a redefinir prioridades geopolíticas; también expone una filosofía política que coloca la soberanía estadounidense por encima de cualquier norma o institución internacional. El texto declara que Estados Unidos actuará siempre en función de su propio beneficio, sin ataduras ideológicas ni compromisos permanentes. "Estados Unidos primero" es el lema interno y será el principio rector de la conducta exterior del país.
Este planteamiento se expresa en varios puntos: Rechazo a las organizaciones transnacionales que "socavan la soberanía" de los Estados; insistencia en que todos los países deben poner sus intereses primero, pero remarcando que Estados Unidos lo hará de forma más contundente; y defensa explícita del proteccionismo económico y de la reindustrialización nacional sobre cualquier consideración multilateral.
El tono general del documento muestra una concepción jerárquica del sistema internacional, en la que Estados Unidos posee un derecho natural -se menciona varias veces a Dios- a gestionar su entorno estratégico y a imponer límites a los países que puedan desafiar su predominio.
El repliegue estratégico hacia el hemisferio occidental
La sección dedicada al hemisferio occidental es la más extensa y programática (el hemisferio occidental es la mitad de la Tierra al oeste del meridiano de Greenwich, e incluye principalmente a América, pero también a partes de África y Europa, aunque en el contexto del documento hay que traducirlo por el continente americano exclusivamente). Allí se formula como idea central de la nueva política exterior que el enfrentamiento con China debe trasladarse y contenerse dentro del hemisferio occidental, priorizando el entorno geográfico más cercano a Estados Unidos como espacio vital de seguridad.
El documento habla explícitamente de una "Doctrina Monroe con Corolario Trump", cuyo objetivo es "negar a competidores externos la capacidad de posicionar fuerzas o capacidades amenazantes, o poseer o controlar activos estratégicamente vitales en el Hemisferio Occidental".
China aparece como el principal oponente al que se pretende excluir, aunque el texto evita nombrarla directamente en esta sección.
Se indica que este repliegue no implica aislamiento. Se reorienta la presencia militar de Estados Unidos, que se reducirá en regiones de "importancia relativa disminuida" para reforzarla en su propio hemisferio. En otras palabras, la prioridad no será Asia u Oriente Medio, sino América.
Reclutar y expandir para recomponer de influencia regional
El documento establece dos ejes de acción en el hemisferio occidental: reclutar y expandir.
Reclutar implica identificar "campeones regionales" que colaboren con Washington en tareas de seguridad, control migratorio, lucha contra el narcotráfico y relocalización cercana de la manufactura (near-shoring). El objetivo es construir una red de países que actúen como extensiones de la estrategia estadounidense.
Expandir se refiere a profundizar la influencia económica y militar de Estados Unidos en el resto de América Latina para impedir que China ocupe espacios estratégicos. El texto propone condicionar acuerdos de ayuda y cooperación a la "reducción de influencia de actores adversarios" y a evitar que estos controlen infraestructura crítica, puertos o recursos minerales.
Washington, por tanto, se reserva el derecho de supervisar y limitar las alianzas económicas de los países latinoamericanos, justificándolo como una necesidad de seguridad nacional.
El enfrentamiento con China desplazado al hemisferio occidental
Aunque la Estrategia dedica una sección específica a Asia, el enfoque muestra claramente que ya no se plantea una confrontación global y multisectorial, sino una competencia económica selectiva y focalizada. En Asia, Estados Unidos busca "evitar la confrontación militar" con China, centrándose en mantener el equilibrio de poder y en proteger las cadenas de suministro cruciales. Sin embargo, la batalla geopolítica decisiva no se desarrollará allí y se traslada al hemisferio occidental.
Se desarrolla un razonamiento pragmático. Si China ha ganado influencia global mediante inversiones, infraestructuras y diplomacia económica, su mayor amenaza ya no es militar sino geoeconómica. Por ello, Estados Unidos decide bloquear su expansión en América Latina, donde su presencia podría comprometer la seguridad continental. El documento lo expresa con todo detalle: permitir incursiones de potencias no hemisféricas "ha sido uno de los errores estratégicos más graves de las últimas décadas".
El repliegue, por tanto, no equivale a una renuncia del supremacismo norteamericano y prioriza a Estados Unidos a concentrar sus recursos donde considera que su poder es más decisivo y donde la presencia china es más vulnerable.
La Estrategia de Seguridad Nacional, lanzada por Trump estos días, redefine la postura global de Estados Unidos en clave de repliegue selectivo, reafirmación supremacista y competencia geoestratégica con China dentro de su propio hemisferio occidental. La idea de que la hegemonía global ya no es deseable ni sostenible conduce a un nuevo diseño del poder, más regionalista y más intervencionista en América Latina.
En última instancia, se trata de una estrategia que combina el abandono del globalismo con una intensificación del control sobre el hemisferio occidental (América Latina), bajo el principio rector de "Estados Unidos primero"."
(Pedro Barragán , asesor de la Fundación Cátedra China, Público, 10/12/25)
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