"Amberes protege a sus prostitutas de las mafias y los proxenetas. Un grupo especializado de policías garantiza la seguridad en los burdeles.
Encaramada a un taburete frente al escaparate que alquila por horas, Linda, una prostituta que prefiere utilizar un nombre ficticio, no se cansa de alabar al Ayuntamiento de su ciudad. "Aquí nos sentimos muy seguras". Amberes ha declarado la guerra a las mafias y a los proxenetas y se ha propuesto mejorar las condiciones de trabajo de las prostitutas.
La capital de Flandes, donde como en toda Bélgica, la ley tolera, pero no legaliza la prostitución, se ha convertido en un modelo al que ahora miran ciudades de toda Europa. Y el Villa Tinto casa del placer, -el gran burdel de Schipperskwartier, el barrio del puerto, donde cada movimiento de las prostitutas se controla a través de sus huellas dactilares y de un ordenador-, es el emblema de un sistema cuyo objetivo final es mantener alejados a los criminales de las prostitutas. (…)
"Antes este trabajo era mucho más peligroso, las habitaciones estaban sucias, con ratas. Ahora tenemos calefacción, servicios en las habitaciones y, sobre todo, mucha más seguridad gracias a la policía. Todo está mucho más controlado".
Como las cerca de 500 prostitutas del barrio, Linda paga el alquiler de su escaparate directamente al propietario y decide la tarifa que aplicará al cliente, sin intermediarios, como establece el reglamento municipal que castiga también a los dueños de las vitrinas que no controlen la documentación de las prostitutas.
En la recepción del Villa Tinto, un tablero luminoso da fe del estado de las 51 habitaciones con sus correspondientes escaparates. Cuando la luz está verde, el cuarto está disponible. Cuando está roja, anuncia problemas. Junto a la puerta de cada habitación y en el cabecero de la cama, las chicas disponen de un botón de alarma al que recurren si el cliente da problemas. La alarma se enciende entonces en la recepción del Villa Tinto, desde donde avisan a la policía, que cuenta con un local en el propio edificio y acude en menos de cinco minutos.
Todas las prostitutas están sometidas a un control biométrico. La primera vez que llegan al Villa Tinto tienen que dejar las huellas de dos dedos y a cambio reciben un código. Tienen también que enseñar su carta de residencia belga o pasaporte de la UE y sus datos quedan guardados en un ordenador al que también tiene acceso la policía.
Cuando Linda o cualquier otra prostituta llega al Villa Tinto enseña su huella dactilar a la máquina y marca el código. Sólo así se enciende la luz de su cuarto y funciona el agua corriente. Cada dos horas repetirá la misma operación, con la que los propietarios y las autoridades reaseguran que las chicas no subalquilan los cuartos. El alquiler de uno de los escaparates con el cuarto incluido cuesta 60 euros por doce horas. Por lo demás, la mujer es libre de decidir cuánto le cobra al cliente y las tarifas suelen rondar entre 30 y 50 euros por el servicio completo. Lo explica George, empleado del Villa Tinto que asegura que el sistema funciona como la seda y que las prostitutas están encantadas de trabajar con tanto control y seguridad. (…)
A pesar de que la ley belga no legaliza la prostitución, sí permite a los gobiernos locales tomar medidas para controlar el crimen y los disturbios relacionados con el oficio. Las autoridades se agarraron a ese resquicio legal para afrontar una situación que se había vuelto insostenible.La mafia albanesa se ocupaba del negocio de las chicas y la georgiana del mercado de productos falsificados.
"Decidimos atacar el problema desde un punto de vista práctico. Ésta es una ciudad portuaria en la que siempre ha habido y habrá prostitución. El objetivo es acabar con la criminalidad asociada y mejorar las condiciones de trabajo de las prostitutas", explica Hans Willems, coordinador del programa del Ayuntamiento socialista de Amberes. Como primera medida redujeron las calles con escaparates de 17 a tres y las peatonalizaron para impedir que los chulos metieran a las chicas en los coches. A pie, los proxenetas son ahora más visibles. (…)
Y crearon una unidad de policía de 12 agentes dedicados a controlar y proteger a las prostitutas. Iwan Simons, al frente de la brigada, conoce a casi todas y mantiene un registro con sus fotos y número de móvil. "Antes, si mataban a una prostituta nadie se enteraba, era como si no existieran", asegura.Simons habla mientras camina y saluda a las chicas de los escaparates. (El País, ed. Galicia, Sociedad, 14/02/2008, p. 41)
“(...) quienes más han insistido en la necesidad de regular la prostitución han sido los empresarios del sexo -antes llamados macarras o proxenetas-, de modo que podemos imaginar que, si defienden esa idea, será porque su consecución les reportaría algún tipo de beneficio. Tanto se han empecinado que, de regularse la prostitución, los proxenetas, erigidos en guardianes de la moral familiar y callejera, habrían conseguido que sus negocios fuesen reconocidos como lugares de ocio de pleno derecho. En cambio, las prostitutas que van por libre y, sobre todo, las más desamparadas se verían barridas de calles y carreteras, e incluso de pensiones y pisos. (...)
Pero, sobre todo, lo que causa perplejidad es la pretensión de que las trabajadoras del sexo no puedan erigirse en empresarias de su propio negocio y montarse un chiringuito donde les plazca, máxime cuando actualmente, sin leyes que lo regulen, las que dicen haber elegido libremente vender su cuerpo -un 5%- pueden darse de alta de autónomos en otras profesiones. (...)
están las prostitutas que ejercen sin haberlo elegido: el 95% restante, de las que la inmensa mayoría son inmigrantes sin papeles introducidas en España por las mafias internacionales. Éstas no quedan fuera del sistema por putas, sino que se dedican a la prostitución porque el sistema no les deja otra alternativa. ¿De verdad van a catalogar a esas más de 400.000 prostitutas sin papeles?” (GEMMA LIENAS: Algo no cuadra. EL PAÍS - Opinión - 13-11-2005, pp. 19)
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