“¿Por qué, entonces, escandalizarse por la actitud de los obispos de la Iglesia verdadera? Cada proclama que hacen pública demandando de los poderes políticos que ajusten sus programas al ideario católico no es más que la manifestación de su fracaso y de la interiorización de que su doctrina es pura charlatanería para aquellos que deberían seguir sus mandatos y recomendaciones. Si los obispos católicos estuvieran convencidos de que su oposición al divorcio es una máxima seguida por su feligresía, no necesitarían exponerse a la crítica política cuando intentan reconducir el voto de quienes son de su parroquia pero no comulgan con sus ideas.
Debe ser descorazonador para los prelados observar el comportamiento de los fieles católicos que, a la menor oportunidad, hacen caso omiso de las recomendaciones pastorales, y se presentan a la misa de doce con otra pareja distinta de aquella con la que, ante el altar, se comprometieron a no romper aquello que su dios unió. (…)
Este es el grave problema con el que nos encontramos: unos obispos que se desgañitan semana a semana indicándoles a sus fieles lo que se puede o no se puede hacer y unos fieles que, cada vez que les interesa, se convierten en infieles. ¿A quién puede extrañar que, ante semejante muestra de impotencia, los obispos españoles recurran a los poderes públicos para que no tienten a sus fieles con programas que, cual manzana de Eva, vuelven locos a sus adictos? Si los políticos no hubieran aprobado leyes perniciosas, los fieles católicos no hubieran tenido la oportunidad de divorciarse, abortar, morir dignamente, casarse con gente de su mismo sexo, pretender la igualdad de hombres y mujeres, etc. Vean si no es para estar hasta el gorro de socialistas y similares.
Pero todo se puede arreglar si se juega con inteligencia. Los obispos españoles podrían dejar su sermón monotemático y probar a decirle a sus fieles cosas como éstas: no es bueno apoyar a partidos que van a la guerra a matar inocentes en base a mentiras; hay que estar contra las guerras, las torturas, las dictaduras, el fraude fiscal, el enriquecimiento ilícito, el abuso de los inmigrantes, la pena de muerte, la pederastia, el abuso de menores... Prueben con ese discurso, a ver qué pasa.” (JUAN CARLOS RODRÍGUEZ IBARRA: ¿Por qué no cambian de tema?. El país, ed. Galicia, Opinión, 13/02/2008, p. 33/4)
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