"En todo caso, las soluciones que planteemos deben dejar claras las reglas a seguir en caso de crisis. Necesitamos una hoja de ruta. También deben evitar generar riesgo moral: no podemos transmitir el mensaje de que se puede actuar sin responsabilidad sobre los errores que se cometan.
¿Cuáles deben ser las prioridades? En primer lugar, atender la liquidez. La línea de flotación de las entidades es, o era hasta ahora, el capital, y en ese aspecto se centraban los supervisores para analizar la solvencia de las entidades. Pero tras esta crisis, la liquidez debe recibir también atención, pues ha demostrado su capacidad de poner en peligro a algunas entidades financieras.
En segundo lugar, fomentar la transparencia. La magnitud de esta crisis está relacionada con la incertidumbre sobre quiénes y en qué medida se han visto afectados por ella. La falta de información ha derivado en una crisis de confianza generalizada (...).
Y, en general, hay que reforzar la supervisión. La crisis nos ha enseñado que, tan importante como la transparencia de las propias entidades, son los mecanismos de control y valoración de la información. Es necesario que los supervisores conozcan profundamente las entidades que supervisan, dicten reglas claras y tengan muy en cuenta que los ciclos económicos y financieros existen y que hay que estar siempre preparados para ello (...).
Por último, en Europa se hace ahora imprescindible una mayor coordinación entre supervisores. (...)
En todo caso, me parece muy importante que, dentro de este conjunto de medidas, no se pierda de vista la necesidad de mantener un adecuado equilibrio competitivo entre las entidades financieras. Es esencial que las medidas que se puedan adoptar no afecten al funcionamiento del mercado y se mantenga el estímulo a la buena gestión." (El País, ed. Galicia, Economía, 17/10/2008, p. 20/1)
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