Tal como están las cosas, se ha evitado una segunda Gran Depresión, pero el crecimiento ha oscilado entre lo débil en Europa y lo nada espectacular en los Estados Unidos. Los bancos no prestan. El desempleo está alcanzando niveles de dos cifras en los EE.UU. y la eurozona. La determinación de recortar el déficit presupuestario en estas circunstancias no muestra que a los irresponsables derrochones de 2008 y 2009 les hayan substituido planificadores políticos de probidad e integridad. Demuestra que los locos están de nuevo al mando del manicomio.
Como prueba de ello, consideremos el aviso dado la semana pasada por David Cameron acerca de la necesidad de austeridad. Afirmó el primer ministro que "nada ilustra mejor la total irresponsabilidad del enfoque del último gobierno que el hecho de que siguiera incrementando un gasto público inasequible aun cuando la economía se estuviera contrayendo".
Al igual que en 1937, la demanda privada en los países más avanzados del mundo es demasiado débil para sostener la recuperación. Los déficits presupuestarios son reflejo del elevado desempleo y de los reducidos niveles de inversión privada. Son reflejo asimismo de los grandes superávits acumulados en el sector privado. Los instintos animales, según la frase de Keynes, se muestran apagados. A los consumidores les preocupa perder el empleo y se ven con sueldos apretados. Eso causa ansiedad a las empresas a la hora de invertir.
Charles Dumas, de Lombard Street Research, le ha puesto números contundentes a esta tendencia. En los EE.UU., el sector privado tenía un déficit del 4% respecto al PIB en 2006, pero disfruta ahora de un superávit del 8% del PIB. En Gran Bretaña, en el proceso correspondiente se pasó de un déficit del 1% a un superávit del 10%. Según su estimación, el superávit del sector privado global es actualmente de 3,3 billones.
Esto queda contrapesado por el déficit del sector público, que también totaliza 3, 3 billones. Dicho de otro modo, el sector público, ha estado compensando la falta de demanda privada. Este gasto no ha sido "irresponsable", aunque un intento colectivo de frenar los déficits cuando la recuperación del sector privado es tan anémica desde luego lo sería.
Dumas advierte que "si algunos países provocan la deflación de sus economías en un intento de recortar el déficit gubernamental, otros países tendrán un déficit mayor, y hasta la países deflacionarios se verán parcialmente frustrados en sus esfuerzos. ¿Por qué? Porqué inducirán una renovada recesión que golpeará los ingresos fiscales y forzará a un mayor gasto en ayudas". "La consecuencia", nos previene, "será una renovada recesión, y muy posiblemente una prolongada depresión".
Entonces, ¿por qué lo hacen? Se trata, pese a todas las necedades de Clegg sobre "recortes progresistas", de que la verdadera agenda estriba en completar el trabajo de demolición del Estado del Bienestar que se inició en los años 80? ¿O es sencillamente que los halcones del déficit están sencillamente majaretas?
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