Sus altos ejecutivos, sin embargo, han pasado la página con sueldos y bonus récord, al menos en el caso de Moody's. La convocatoria de junta recién realizada por la compañía indica que la retribución de su presidente ejecutivo, Raymond McDaniel, subió un 69% en 2010 hasta los 9,15 millones de dólares (unos 6,4 millones de euros).
Los cinco directivos mejor pagados de la firma se repartieron 20 millones de dólares, con un aumento del 60%. (...)
La firma hizo alguna rebaja de los sueldos cuando los resultados se desplomaron, pero con el repunte, los ha situado en niveles récord. Los directivos ganan ahora más que en 2006, en plena burbuja, pese a que entonces el beneficio operativo era un 63% superior. La crisis les ha salido rentable.
Entre los conceptos retributivos de 2010, uno llama la atención. Moody's premia a su presidente, entre otros motivos, por sus logros al "ayudar a restaurar la confianza en las calificaciones de Moody's Investors Service al elevar el conocimiento sobre el papel y la función de las calificaciones (...)".
El premio se aprueba semanas después de que el Congreso de EE UU haya señalado a las agencias de calificación entre los culpables de la crisis financiera y haya resaltado justo a Moody's como caso de estudio sobre las malas prácticas que provocaron la crisis. (...)
"Concluimos que los fallos de las agencias de calificación crediticia fueron engranajes esenciales en la maquinaria de la destrucción financiera. Las tres agencias fueron herramientas clave del caos financiero. Los valores relacionados con hipotecas en el corazón de la crisis no se habrían comercializado y vendido sin su sello de aprobación.
Los inversores confiaron en ellas, a menudo ciegamente. (...) Esta crisis no habría podido ocurrir sin las agencias. Sus calificaciones ayudaron al mercado a dispararse y sus rebajas de 2007 y 2008 causaron estragos", concluye el informe.
El documento resalta que de 2000 a 2007 Moody's consideró de máxima solvencia (triple A) a 45.000 valores relacionados con hipotecas. El informe repasa los modelos de cálculo desfasados, las presiones de las firmas financieras y cómo se anteponía el ansia por ganar cuota de mercado a la calidad de las calificaciones.
La comisión señala que hubo un "claro fallo de gobierno corporativo en Moody's, que no se aseguró de la calidad de decenas de miles de calificaciones". (...)
Otros testimonios muestran que cumplir las normas no era prioritario para Moody's. Un antiguo director de Cumplimiento, Scott McCleskey, contó a la comisión cómo en una cena el entonces responsable del área de calificaciones, Brian Clarkson, apodado el Dictador, presumía de los buenos resultados logrados gracias a los títulos hipotecarios.
Se acercó a McCleskey y delante de todos los miembros del consejo les espetó: "¿Cuántos ingresos ha generado Cumplimiento este trimestre? Nada, nada". Al ser preguntado al respecto, Clarkson dijo a la comisión que no recordaba esa conversación.
Otro antiguo alto ejecutivo señaló cómo al llegar a Moody's en 1997 el mayor temor de los analistas era errar en una calificación. Cuando se fue, lo que todos temían era que se considerase que ponían en peligro la cuota de mercado de la firma.
La comisión reveló que un informe enviado a McDaniel subrayaba que de los tres factores de competencia entre agencias, precio, servicio y calidad de las calificaciones, este último se había convertido en el menos importante y que incluso penalizaba el negocio, lo que "podía poner todo el sistema financiero en peligro", según el informe.
Moody's pasó de tomarse hasta dos meses para analizar un producto financiero estructurado a poner 30 sellos de triple A cada día. En 2006 se convirtió en una "fábrica de triples A". Los resultados fueron desastrosos: el 83% de los títulos hipotecarios valorados triple A ese año acabaron siendo degradados. (...)
En el informe también se ve cómo las agencias se iban equivocando una y otra vez al valorar la solvencia de las entidades que acababan cayendo como Bear Stearns, Lehman o AIG.
Moody's tenía para AIG una calificación similar a la que otorga al Santander o al BBVA e incluso después de la quiebra de Lehman, cuando la Reserva Federal maniobraba a la desesperada para salvar a la aseguradora, la rebaja de calificación fue de solo dos escalones, hasta A2, superior a la que concede a la gran mayoría de entidades españolas.
En la transcripción de la declaración de McDaniel, una frase aparece destacada: "Los inversores no deberían confiar en las calificaciones [de las agencias] para comprar, vender o mantener valores". Es un consejo del presidente de Moody's." (El País, 27/03/2011, p. 32)
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