El movimiento árabe es el comienzo de una nueva época democrática. El movimiento europeo es el fin de una época, de un modelo exitoso, aunque insatisfactorio. Por eso, si se habla de primavera en Egipto, en las dos plazas españolas cabría hablar de otoño. (...)
El otoño europeo se produce porque, a pesar de disponer de todo lo que los árabes están descubriendo ahora, el sistema ofrece signos de agotamiento. Se ha terminado el maridaje que hace siglos permitió a Europa unir la democracia política con el crecimiento económico y la justicia social.
El crecimiento económico encuentra barreras de signo ecológico para su desarrollo y ha dejado de generar empleo, sobre todo para los jóvenes; el Estado de bienestar se ve estrangulado a causa de las limitaciones fiscales, que impiden la ampliación de los servicios públicos a los jóvenes de hoy. Aparte de eso, los partidos han dejado de representar alternativas. (...)
La primavera árabe es el resultado de la falta de legitimidad de la política; el otoño europeo es la consecuencia de la falta de imaginación de los políticos.
La imaginación árabe se limita a la búsqueda de la democracia que Europa ya posee. Por tal razón, es una primavera con la posibilidad de llegar al modesto verano de una nueva constitución que permita organizar partidos, separar los negocios públicos de los privados y hasta detener a los políticos corruptos, elegir presidentes, alcanzar la libertad de imprenta y la independencia de los poderes legislativo y judicial. Todo lo que Europa ya tiene. (...)
En Egipto se quería derribar a Mubarak y elegir un nuevo presidente. En Europa, los indignados
quieren derribar a los actuales gobernantes, pero no quieren colocar a la oposición en su lugar. Rechazan el presente, pero carecen de certezas sobre el futuro. El mundo árabe vive una primavera porque el verano al que aspira es el presente de Europa, que se está agotando.
Por tal razón, lo que a Europa se le presenta por delante es la posibilidad de un invierno.
El optimismo de la primavera en los países árabes proviene de la modestia de propósitos realizables; el pesimismo en Europa proviene de la imposibilidad de ir más allá de lo que ya se ha hecho.
El gran desafío para transformar el otoño en una primavera es idear alternativas viables para una nueva época. No limitándose a repetir experiencias, a copiar proyectos ya puestos a prueba, como lo que intentan los jóvenes árabes. En Europa se trata de inventar un nuevo modelo.
Los jóvenes árabes miran hacia tierras europeas, los españoles miran hacia el futuro. Eso exige un cambio mucho más profundo que el que conduce de la dictadura a la democracia, o del capitalismo al socialismo.
El desafío europeo consiste en imaginar una nueva civilización, que vaya más allá de la industrial, más allá del PIB, en pos de un nuevo concepto de riqueza, de consumo material y privado, en pos del bienestar público e inmaterial. En lugar de más coches, más tiempo libre, sin depredación ambiental. Salir de la globalización excluyente en pos de una internacionalización incluyente.
La motivación de los jóvenes árabes es política, la de los españoles es moral. (...)
Los jóvenes de Tahrir desean un mundo diferente al de sus padres. No se sabe si lo que los indignados españoles desean es un mundo diferente al de sus padres o los privilegios de los que estos gozaron gracias a la euforia del maridaje entre crecimiento económico, democracia y justicia social, que les facilitó el bienestar, un alto consumo y hasta la solidaridad con los inmigrantes. (...)Es en la plaza de Cataluña o en la Puerta del Sol donde está lo más difícil, pues es de ahí de donde podrá salir realmente lo nuevo, porque el verano árabe es el verano del año pasado y solo después de que pase el otoño podrá llegar el verano del próximo año. (...)
En la plaza Tahrir había una consigna -"¡Fuera Mubarak!"-, en la plaza de Cataluña o en la Puerta del Sol vemos diversos grupos, debatiendo temas diferentes, indignados, aunque sin una propuesta aglutinadora todavía. Todos unidos en el descontento.
Pero ¿cuántos aceptarán el decrecimiento para mantener el equilibrio ecológico? ¿La reducción de la jornada de trabajo con más tiempo libre y pleno empleo, aunque con menores salarios? ¿La solidaridad con los inmigrantes a costa de reducir los beneficios sociales? ¿La garantía de estabilidad monetaria y equilibrio fiscal a cambio de la reforma de la Seguridad Social?". (CRISTOVAM BUARQUE: La primavera y el otoño. El País, 08/06/2011, p. 27)
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