"La sinopsis resulta cinematográfica. Planteamiento: desde principios
del siglo XXI, la masiva industrialización asiática acumula un fuerte
exceso de dólares y euros en países exportadores cuyos Gobiernos
fomentan esa acumulación.
Trama: la banca internacional dispara su
volumen de negocio, trasladando ese ahorro excedentario hacia nuevas
inversiones, en forma de financiación barata.
Nudo: maximizando
beneficios a corto, los banqueros mundiales incurren en préstamos
erróneos; cuando esto se evidencia (al caer Lehman Brothers), y nadie
sabe cuántos "malos préstamos" esconde cada banco en su balance, el
ahorro global se retira de la circulación interbancaria corriente.
Desenlace: como ese ahorro (fondos de inversión, pensiones, etcétera) no
se fía de los bancos privados internacionales, pasa a financiar solo a
Gobiernos (el pagador más fiable a largo plazo) y son los Gobiernos
quienes asumen el riesgo de prestar a los bancos en dificultades, por
miedo a que una quiebra encadenada de estos paralice aún más la
economía, cuya caída productiva fue comparable a la de una guerra.
Hubo
segunda parte. Continuación (2010): el ahorro global se ha volcado en
invertir en deuda pública de los Gobiernos; cierto día, empieza a
desconfiar de que algunos Gobiernos puedan devolverla, por lo que estos
se ven obligados a recortar gastos para seguir recibiendo préstamos.(...)
El interminable clímax final de esta segunda película tiene lugar en
Europa y parece consistir en que los países deudores aceptan
imposiciones presupuestarias de sus socios a cambio de mecanismos de
apoyo para seguir consiguiendo financiación.
Pero queda algo
incomprensible flotando en la trama: ¿cómo pudo fracasar así el sistema
bancario internacional, sobrefinanciando sectores enteros y bordeando la
quiebra? La respuesta reside en una sola palabra: derivados.
Los derivados son contratos en que dos partes acuerdan un pago futuro en función de la evolución del precio de alguna cosa. Son "papelitos" que tienen valor según el pago que impliquen y que permiten apostar sobre el precio futuro de las cosas, sin poner el dinero para comprarlas.
Su función original era sencilla: tomemos el caso del petróleo, cuyo
precio puede doblarse o caer a la mitad en cuestión de meses, por causas
imprevisibles como guerras o parones económicos. Para empresas que
venden o compran petróleo, resulta indeseable que sus ingresos o costes
varíen tanto repentinamente; de modo que, por ejemplo, a un productor
tejano le puede interesar cerrar hoy un precio de venta de 110 $/bbl
para el próximo año, por si el precio se hunde; en cambio, una refinería coreana puede preferir cerrar su coste de compra a 110 $/bbl, por si el precio se dispara.
Como productor tejano y refinería coreana no se conocen, un banco
internacional vende a cada uno un "papel" por el que les asegura ese
precio de 110 $/bbl, a través de un pago de liquidación al final del
año. Se trata de un contrato financiero simple que el banco, siempre que
case clientes complementarios, comercializa sin riesgo.
Típicamente, el
banco también reserva algunos "papelitos" para sí mismo, según piensen
sus brokers que el petróleo subirá o bajará; mediante esos
derivados, el banco se beneficia si acierta con la evolución del precio,
sin necesidad de poseer ni un barril real de crudo.
La banca
internacional ofrece derivados sobre el precio de muchos activos, no
solo materias primas: lo malo es que, cuando el activo es una acción o
un bono, los derivados ("papelitos" sobre el precio de "papelitos") se
vuelven inextricables y abstractos; los bancos comercializan derivados
sobre cualquier cosa con precio, incluidos derivados sobre derivados,
generando una madeja infinita de operaciones que solo conocen, con
suerte, los ejecutivos al mando.
Los derivados más famosos de la
historia empezamos a conocerlos en 2007, cuando algunos inversores
norteamericanos se lanzaron a apostar que la vivienda bajaría. ¿Cómo lo
hicieron? Mientras que para apostar sobre petróleo hay mercados
organizados muy conocidos, no había formas establecidas de apostar por
un crash en chalets de Florida.
Pero ciertos bancos encontraron
modos sigilosos de hacerlo: contratando seguros contra impago de
hipotecas con una aseguradora, que se hacía cargo del riesgo de impago
del préstamo a cambio de un pago anual del banco (que la aseguradora
ingresaba encantada, considerando el riesgo bajo).
Cuando los impagos en
Florida se dispararon, los bancos suscriptores del seguro empezaron a
obtener enormes ganancias (ellos habían revendido mayoritariamente las
hipotecas fallidas -las famosas subprime- a bancos extranjeros,
pero se habían quedado con el seguro, que empezaron a cobrar); y ello
llevó a la quiebra a la mayor aseguradora norteamericana.
Productos como
estos seguros y sus derivados, que apenas existían hace 10 años,
provocaron pérdidas astronómi-cas al sistema financiero estadounidense
en 2008 -y rescates galácticos-.
Los derivados son, pues,
espirales de apuestas que periódicamente se alzan y deshacen y que, para
generar beneficios, requieren de fluctuaciones, volatilidad e
incertidumbres.
Investigaciones de las autoridades de EE UU sugieren que
algunos fondos llegaron a promover préstamos a insolventes porque
ganarían si la vivienda bajaba luego; y resulta verosímil que quien hace
negocio aprovechando las fluctuaciones de los mercados intente
provocarlas." (EMILIO TRIGUEROS: Autopsia de la incertidumbre. El País, ed. Galicia, 15/09/2011, p. 29)
Artículo 129 de la Constitución española: Los poderes públicos... establecerán los medios que faciliten el acceso de los trabajadores a la propiedad de los medios de producción - Implantar la democracia económica en España es constitucional
21.9.11
Derivados: Investigaciones de las autoridades de EE UU sugieren que algunos fondos llegaron a promover préstamos a insolventes porque ganarían si la vivienda bajaba luego
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