"En noviembre pasado, la Autoridad de Seguridad Alimentaria de Irlanda
tomó una muestra de 27 hamburguesas de los supermercados más
importantes del país. En enero, las pruebas mostraron que diez contenían
rastros de ADN equino y 23 de cerdo.
Hoy, el escándalo se ha diseminado
por varios países de la Unión Europea (UE), provocando masivas
retiradas de productos de las góndolas y dejando al desnudo una compleja
cadena de tercerización de comida procesada que se extiende desde el
Reino Unido hasta Rumania.
“A partir de la recesión en 2008 ha habido un
intento de abaratar costos ante un público que busca productos más
económicos. Esto ha agrandado más una cadena de producción ya muy
globalizada que hace mucho más difícil el control de calidad”, explicó
al Financial Times Louise Manning, especialista en producción de
alimentos del Royal Agricultural College de Londres.
Las
autoridades irlandesas descubrieron que las hamburguesas con ADN equino
se producían en tres plantas, dos en Irlanda y una en el Reino Unido. En
el caso de las dos compañías irlandesas, la carne importada provenía de
Polonia.
En el de la lasagna que vendía el gigante sueco Findus, la
carne provenía de una compañía en el nordeste de Francia, Comigel, que
participa en la cadena de producción de comida procesada para 16 países.
Comigel es a su vez la puerta de entrada a uno de los tantos laberintos
que tiene la producción globalizada.
El proveedor de Comigel era
Spanguero, una compañía francesa subsidiaria de otra, Poujol, con sede
en el sudoeste del país. Poujol había adquirido la carne congelada de un
intermediario chipriota que a su vez había subcontratado el suministro
con otro intermediario en Holanda. Los proveedores de este
–aparentemente– último eslabón de la cadena son dos mataderos de
Rumania.
La repercusión ha sido tan internacional como este
complejo proceso de producción. Las grandes cadenas de supermercados
británicos, irlandeses y franceses han retirado de sus góndolas los
productos en cuestión; la compañía sueca Findus ha demandado a la
francesa Comigel; el canciller de Francia, Laurent Fabius, ha apuntado
sus cañones a Rumania; el presidente rumano, Traian Basescu, ha dicho
que el escándalo afecta a la nación en su conjunto, y la máxima
autoridad de Seguridad Alimentaria de Rumania, Constantin Savu, intentó
lavarse las manos diciendo que los dos mataderos estaban autorizados por
la misma Unión Europea, pero que nadie podía garantizar lo que sucedía
con la carne una vez que era exportada.
El problema no es tanto
sanitario –la carne equina es considerada en algunas culturas como una
exquisitez– sino un fantasma de toda sociedad industrial: determinar que
el producto sea lo que dice la etiqueta y no cualquier otra cosa.
El
control de calidad necesario para este tipo de certificación,
fundamental en el caso de los alimentos por su impacto en la salud, se
ha visto gravemente afectado en países como el Reino Unido por los
recortes presupuestarios." (Marcelo Justo, Página 12, Rebelión, 12/02/2013)
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