"Tras haber tratado con virulencia en los medios de comunicación alemanes
a todo el sur europeo, hace unos meses los políticos alemanes
incluyeron en sus ataques a Francia, ese “enfermo crónico”, según ellos.
Y después de que Alemania aplicara un extremo y violento neoliberalismo
en gran parte de Europa, el continente se resiente.
En el verano del
año pasado, Mario Monti en su viaje por Alemania lo describió
lapidariamente: “La Alemania actual despierta odio en Italia, y ese odio
va extendiéndose a otros países”. (...)
Los ciudadanos alemanes empiezan a darse cuenta de la animadversión
que su política y sus envenenadas campañas contra todos los países
latinos, además de Grecia y Chipre, han generado en el sur y oeste
europeos. Y lo grave es que una gran parte de Alemania no es consciente
de haber hecho nada para merecer una actitud de rechazo por parte de los
demás europeos.
Al contrario: el término “chivo expiatorio”, con el que
muchos ciudadanos alemanes se refieren a sí mismos, se ha puesto de
moda en el país germano. “Nos hemos convertido en el chivo expiatorio de
Europa”, dicen cerrando los ojos ante el sufrimiento que sus
autoridades han impuesto implacablemente sobre el sur, escondiéndose
detrás del escudo de la Unión Europea.
“Alemania ha ganado la guerra”, me decían, durante mi última visita a
los Estados Unidos, algunos de mis conocidos americanos, expertos en
las finanzas: “ha ganado la guerra financiera; solo hay que echar un
vistazo a los mercados”.
La guerra: el que entra en ella tiene ánimo de
lucha y se bate por sus intereses contra los demás. Y me pregunto:
¿Puede ser chivo expiatorio alguien que ha batallado contra los demás y
ha salido vencedor? Evidentemente, la respuesta es no.
El resentimiento entre Alemania y el resto de Europa es mutuo. Los
contribuyentes alemanes tienen la sensación de que ellos solos pagan por
los pecados de los demás: han ayudado —muy a disgusto, todo sea dicho— a
salir a flote a sus vecinos de la antigua Alemania del Este.
Las
autoridades no paran de meter cizaña recordando a los alemanes que
mientras que unos se divierten y holgazanean (el sur), los otros
trabajan y pagan (el contribuyente alemán). Pero la realidad es muy
distinta de lo que afirma el Gobierno alemán. Si Alemania aporta un 27%
al fondo de rescate común europeo, Francia proporciona un 20% y España e
Italia juntas un 30%. Y si lo calculamos per capita, la aportación
alemana ocupa el sexto lugar entre 17 países.
Sin embargo, esas cifras
no suelen hacerse públicas en Alemania, así que el contribuyente alemán
medio tiene la sensación –que las autoridades políticas hábilmente
alimentan– de que él paga los platos rotos de los demás.
Por eso, cuando hace unas semanas un estudio del Banco Central
Europeo demostró que en un hogar alemán promedio hay menos riqueza que
en uno español o italiano (debido básicamente al hecho que la práctica
común alemana es alquilar la vivienda en vez de tenerla en propiedad
como se suele hacer en los países meridionales), en Alemania se produjo
un estallido de ira tan grande que el ministro de Finanzas, Wolfgang
Schäuble, tuvo que aplacarla pidiendo a la población más solidaridad con
los coeuropeos del sur. (...)
Endeudados y con una crisis que apaga cualquier iniciativa, a los
países del resto de Europa les cuesta ofrecer resistencia frente a una
Alemania dinámica, agresiva y cada vez más segura de su poder dentro de
Europa y del mundo.
Haciendo caso omiso de la opinión pública mundial
que pide el cese de la austeridad, Alemania sigue con sus prácticas,
pero ha optado por sustituir la palabra “austeridad” en su discurso
oficial por el término tecnocrático e incomprensible de “consolidación
fiscal”.
Mientras que Alemania construye un imperio, según unos recientes
estudios la inmensa mayoría de la población europea pide un orden
económico más social. Sin embargo, la mayoría de los votantes alemanes
no tienen en cuenta ni las voces críticas ni la desesperación de los
pueblos del sur y se están preparando para depositar su voto a favor de
la canciller y de su partido, que les han convencido de que son la
envidia de todo Europa. Estamos ante una situación peligrosa." (
Monika Zgustova , El País, 18 MAY 2013 )
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