"Nuestros problemas económicos actuales no son debidos a dificultades
con la competitividad sino a la caída de la demanda interna. Seis
trimestres consecutivos con decrecimiento económico en la Eurozona, tras
la crisis que se produjo en 2009, nos sitúan ante una Gran Recesión,
pero también, ante una Larga Recesión que nos obliga a efectuar algunas
reflexiones adicionales.
Si no crecemos como países, no es porque no
seamos capaces de producir bienes y servicios atractivos en condiciones
adecuadas de precio, sino porque no tenemos en casa quien nos los
compre, en cantidad suficiente.
Es decir, el problema económico que nos
lleva a la recesión, no es de oferta productiva, sino de demanda
efectiva, como demuestran las exportaciones creciendo (somos
competitivos), mientras las importaciones se hunden (nadie consume, ni
lo nuestro, ni tampoco lo de otros).
Que la recesión es
consecuencia del retraimiento en el consumo de las familias, empresas y
administraciones, junto a un fuerte desplome en las inversiones,
públicas y privadas, los dos componentes de la demanda interna que,
juntos, representan entorno a las tres cuartas partes del PIB, no sólo
es acorde con la secuencia histórica de lo ocurrido, sino con la razón
por la que ha ocurrido: el pinchazo de una burbuja especulativa por
sobreendeudamiento que tiene dos efectos inmediatos como son el frenazo
en la concesión de nuevos créditos con que seguir alimentando la demanda
y la necesidad de afrontar el fuerte proceso de devolución de los
créditos contraídos con anterioridad (en España, equivalentes a tres
veces el PIB, en un 65% privados, ya que nuestra deuda pública en el
comienzo de la crisis apenas superaba el 34%).
Ambos hechos hunden de
manera rápida el consumo, lo que lleva al cierre de empresas (paro) que
no logran, en las nuevas circunstancias, encontrar compradores a sus
productos. Así, la ruptura brusca del flujo circular del dinero (sequía
de préstamos), retrae el consumo y, sin demanda, cierran las empresas
incluso aquellas que antes, con crédito, no tenían problemas para
colocar sus productos en el mercado.
Ese proceso se agudiza allí donde
el sector financiero afronta parsimoniosamente su propia crisis de
liquidez/solvencia, convirtiendo las normales dificultades de acceso al
crédito en una verdadera sequía, larga y profunda. Cuando la banca dice
que ellos prestan siempre que se les presenta un proyecto solvente sólo
que estos han desaparecido, hay que preguntarles si no es que ellos han
cambiado su criterio de solvencia respecto a antes de la crisis,
endureciéndolo de tal manera que casi ningún proyecto empresarial les
parece ahora suficientemente solvente prefiriendo, con el dinero,
comprar deuda pública o refinanciar préstamos dudosos como ha denunciado
el Banco Central Europeo al obligarles a provisionarlos.
Si este
es el diagnóstico abreviado sobre la realidad de la crisis y la
subsiguiente recesión en que vivimos, la solución no puede estar en
reformas estructurales o cambios en las condiciones de competitividad de
las empresas, o mejoras en la oferta productiva del país, aunque todas
estas cuestiones puedan ser muy importantes una vez iniciado el
crecimiento.
Pero hasta entonces, es imperioso conseguir dos cosas: que
la inmensa liquidez inyectada al sistema por el Banco Central llegue
efectivamente a los consumidores (familias y empresas) en condiciones
adecuadas de rapidez, cantidad y precio. Segundo, utilizar las
características específicas del Estado, aquello que lo define como un
agente económico diferente, para contrarrestar el hundimiento
acumulativo de la demanda privada (el paro creciente disminuye aún más
el consumo) mediante programas sectoriales de reactivación y planes
específicos de gasto e inversión pública que ayuden a iniciar la
recuperación.
Ambos aspectos deben adoptarse desde una escala europea,
pero sin menospreciar apoyos complementarios nacionales en función de la
gravedad relativa de la situación en cada país. (...)
La utilización de la demanda pública para estimular la economía,
contrarrestando el retraimiento de la privada, se está volviendo a
probar en esta recesión, tras los primeros momentos, cuando el G-20
lanzó programas simultáneos de reactivación presupuestaria que se
tradujeron aquí en el Plan E.
Y lo hace a través de tres vías: la
relajación en los plazos de reducción del déficit público aceptando, con
ello, ahora, que tanto recorte del gasto es contractivo. Segundo, el
fuerte aumento de la deuda pública que se está utilizando para mantener
actividad y reducir el déficit (plan de pago a proveedores). Tercero,
las acciones de lucha contra el paro juvenil que está estudiando la
Comisión.
Los tres ejemplos significan aceptar que la recesión es debida
a falta de demanda efectiva y que sólo mediante reformas y austeridad
no pondremos fin a la misma sino que hace falta estrategias de
crecimiento basadas en el activismo público, presupuestario del Estado y
monetario del BCE.
Todo un reconocimiento al fracaso de la estrategia
de política económica seguida en Europa (no en USA, ni en Japón) que
continúa llenando, no obstante, los discursos vacíos de nuestros
gobernantes. ¿Por qué?" (La larga marcha por la recesión, de Jordi Sevilla en Mercados de El Mundo, En Caffe reggio, 19/05/2013)
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