21.5.13

Por un debate sobre el porvenir del euro...

"Las causas principales de la crisis del euro no son todas debidas a la crisis económica mundial de 2008; de todos modos, estas habrían conducido a una explosión, aunque no hubieran sido precipitadas por la ofensiva de los mercados financieros que querían reconstituir sus pérdidas rápidamente a partir de 2010. 

Estas causas se deben principalmente a dos factores estructurales: la ausencia de coherencia de la zona euro, ligada a los desequilibrios de las balanzas de pagos y, por tanto, a la división estructural que se instauró entre los países del norte con superávit (Alemania, Países Bajos, Austria) y los países del sur deficitarios (entre ellos, tendencialmente, Francia); y la acentuación de esta divergencia de competitividad debida a la insuficiente integración dentro de la zona que, por falta de un presupuesto europeo capaz de financiarla seriamente, reproduce entre las regiones europeas las desigualdades preexistentes al establecimiento de la moneda única.  (...)

Y también a dos factores coyunturales: el euro fuerte, que penaliza la competitividad tanto dentro como fuera de la zona euro y que beneficia esencialmente a Alemania; y los dramáticos errores de gestión del Banco Central Europeo al principio de la crisis, que no supo ver que se trataba de una crisis sistémica del capitalismo financiero internacional.

Los mercados financieros han centrado sus ataques especulativos en los países deficitarios haciendo su deuda soberana insoportable y acentuando aún más los déficits. Ahora bien, en esta ocasión se ha constatado que la solidaridad europea era un deseo piadoso, ya que con un presupuesto europeo en torno al 1% del PIB no se pueden hacer milagros. Queda la austeridad que la troika impone hoy día a través de una política coercitiva y disciplinaria. (...)

En realidad, el euro estuvo mal concebido desde el principio. Sin una arquitectura gubernamental, un presupuesto federal ni una coordinación fiscal y social era imposible llevar a cabo una moneda única que fuera provechosa para todos los miembros de la zona euro. 

Este debate se produjo a principios de los años 1990, desde entonces ha sido olvidado. Hay que retomarlo para evitar la explosión del euro o, lo que sería más grave todavía, la puesta en marcha de una Europa a dos velocidades, la de los ricos y la de los pobres.

Podemos examinar aquí rápidamente varios escenarios. 

El primero es el elegido por la Comisión de Bruselas, el Banco Central Europeo y Alemania: imposición de una política de austeridad que, de facto, rompe todos los mecanismos de cohesión social existentes en los países en dificultad. (...)

El segundo escenario es el de la evolución desde el actual euro caro hacia un euro competitivo, menos caro, que favorecería las exportaciones de todos los países europeos. Ello supone un gobierno económico europeo que oriente la política monetaria del Banco Central. Es un escenario del que, desgraciadamente, Alemania no quiere oír hablar, porque el euro sobrevalorado le resulta más provechoso. Penaliza las exportaciones de los países en dificultad y aumenta el desequilibrio de la balanza de pagos.   (...)

El tercer escenario es preconizado por algunos grandes economistas alemanes (entre ellos, los profesores Hans-Werner Sinn o, también, Wilhelm Nölling), que, de forma diversa, mantienen que hay que considerar la “salida organizada” de los países del sur y la constitución de un núcleo duro con Estados del norte (de cinco a seis) dentro del euro actual    (...)

El cuarto escenario, principalmente defendido en Francia por algunos economistas, sostiene que para salvar el euro hay que operar una mutación en la moneda única para ir hacia una moneda “común”. Esta constituiría un sistema que religaría en la zona euro las monedas nacionales (euro-marco, euro-franco, euro-pesetas, etcétera) a un patrón común, que funcionaría como moneda de cambio y de reserva internacional.

 Ello permitiría a estas monedas fluctuar en su seno y operar devaluaciones competitivas, que son necesarias para lanzar de nuevo la actividad económica.

 La ventaja de esta solución sería conservar una moneda común, por tanto no habría que renunciar al euro, y permitiría a cada país sumarse, a su propio ritmo, a esta moneda sin tener que padecer exigencias de criterios presupuestarios y de déficits impuestos por el TECG. Así, volvería a ser posible la idea de políticas nacionales contracíclicas."              (Sami Naïr, El País, Jaque al neoliberalismo, 18/05/2013)

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