"Me llamo Cristina Fallarás y me he convertido en lo que podríamos
denominar la desahuciada mediática española. Aunque preferiría hablar de
otra cosa, entiendo que estos tiempos y estas tierras exigen estos
temas y que frivolidades como un gemido, del placer que sea, estarían
mal vistas.
El pasado martes 13 de noviembre, a las ocho menos veinte de
la tarde, pocas horas antes de que arrancara en España la segunda
huelga general de este año, un tipo del juzgado XX de Barcelona llamó a
la puerta de mi piso de la Plaza Universidad. Ya se oían afuera los
helicópteros de la policía y los petardos de los primeros piquetes
animaban la sensación festiva que siempre trae consigo, en casa, una
huelga general.
En el momento exacto en el que mi hijo Lucas abrió la
puerta y dijo Mamá es un señor, dejé, no sé aún por cuánto tiempo, de
ser una escritora, periodista y editora, para convertirme en una
desahuciada capaz de narrarlo por escrito, de contarlo argumentado ante
una cámara.
Un testimonio en primera persona directa resulta muy cómodo y
de lo más impactante. Periodismo, por lo visto, de santísima trinidad,
objeto, sujeto y análisis, una y trina.
Ahora, usted, lector, imagínese una superficie de terreno tamaño país, una superficie más bien pampa.
Pare aquí y hágalo.
¿Ya? (...)
Una de las partes de esa tierra que ha imaginado, y que llamaremos España, ha quedado arriba, con cierto miedo a correr la misma suerte que su otra mitad,
incluso con la certeza de que va a suceder, pero con cambios mínimos:
recortes en sanidad, en atención social, en derechos recientemente
adquiridos por las féminas, supresión de algunas pagas, bajada de
sueldos…
O sea, limaduras del bienestar que en condiciones óptimas
resultarían irritantes. Su descontento es comprensible. Luego, los
habitantes del bloque desplomado, en un tiempo menor del que tardó el
país en declarar que su democracia era tan indestructible como
jacarandosa, se han visto privados de ABSOLUTAMENTE TODO.
Por las
limaduras que han saltado del bienestar que permanece arriba, estos
entregarían sonrientes salud y futuro.
Escribo desde abajo, desde la mitad desplomada. Hace ya tanto tiempo que
vivo en lo negro que mis ojos se han acostumbrado a esta oscuridad y
distingo con claridad a los recién llegados. [...] Entre 2009 y 2010 se
fueron al paro dos millones de trabajadores.
Esos ya no cobran nada, y
poco a poco irán perdiendo un subsidio que en España puede durar un
máximo de dos años. Ahora empiezan a caer entre nosotros los cientos de
miles de despedidos entre 2011 y 2012. Como en España hace mucho tiempo
que no se crea empleo, vamos viéndolos caer y les hacemos sitio.
Sabemos, ellos y nosotros, que es inevitable.
Desde aquí casi no se ve a los que han quedado arriba, es necesario
un ejercicio de memoria. Sabemos cómo viven, qué comen, qué compran,
cómo visten y se mueven porque hace poco estábamos ahí. Pero la miseria
impone sus olvidos, y creo, no podría asegurarlo, que eso nos salva un
poco.
Los de arriba, en cambio, no nos miran. No pueden. Quedan los
periodistas, los informadores, que tratan en vano de narrar la pobreza,
los desahucios, el porqué de este o aquel suicidio. ¿Cómo podrían? Nadie
que no haya eliminado carne y pescado de su dieta diaria puede.
Si no
te han cortado el suministro de luz, o de agua, o ambos, tu idea de la
miseria es de plástico perfumado. Por eso yo ahora les sirvo. La
desahuciada que narra.
Me sorprende estar aquí abajo, claro. Un desahucio es un proceso
larguísimo que arranca en el despido, y sin embargo te sorprende en
pelotas. [...] En pelotas y en el centro de la gran avenida aquella que
recorrimos en taxi, muertos de la risa, ebrios ya de madrugada.
Cada
día, hacia las seis de la mañana, se enciende la radio de mi mesilla de
noche y, [...] una expresión me arrea el puñetazo que me lanza a la
ducha: Ganarse la vida. La vida no la tienes, en efecto, te la tienes
que ganar. Y si no te ganas la vida, ¿qué sucede? [...] Que la pierdes.
[...] Cada día me pilla, de nuevo, en pelotas."
(Este artículo fue publicado el 12 de diciembre de 2012 en la revista argentina Anfibia. Cristina Fallarás, Presseurop, 29 julio 2013, Libération
París)
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