Lola
"Lola compra medio kilo de garbanzos crudos, un cuarto de carne de
ternera, media pechuga de pollo, un poco de tocino fresco, tocino
salado, un poquito de canilla para que salga el caldo blanco y el
espinazo. “Porque da un sabor más salaíto.
Ni hueso de jamón ni ná“.
Ah, y la verdura: apio, puerro, patata y zanahoria. “Y una cebolla
grande, que también da mucho caldo blanco”. Se ha gastado 10 euros en
los avíos del puchero. En ese momento, 14 días antes de que acabe el
mes, le quedan 30 en su monedero.
Ella, que cuenta los días como si
estuviera presa, y sus dos copilotos, Aurora y Pastori, su hijas, viven
con 426 euros de ayuda familiar en El Tardón, en Triana (Sevilla). Sólo
en el alquiler del piso, a esta mujer de 40 años se le van 450 euros.
Así comienza su presupuesto cada mes, con un déficit de 24 euros. Y así
cuadra sus cuentas Lola.
“Venga, meto los garbanzos una noche antes en agua y pongo la olla
para arriba”. Y ese día, las tres mujeres de la casa comen un puchero. Y
al día siguiente, con la misma patata del puchero y la misma zanahoria,
y un huevo duro que añade, una lata de atún y una mayonesa también
casera, ya tienen listo otro almuerzo. “Y no te puedes imaginar tú cómo
está esa ensaladilla”, avisa Lola.
Y al otro día, con la pringá del puchero, hace unas croquetas que quitan el sentío. Y todavía hay comida para un cuarto almuerzo en la olla: “Cojo el caldo y le echo arroz”. Y
con poco más de 10 euros han comido tres personas durante cuatro días. O
cinco: porque a veces los garbanzos que sobran están también muy ricos
con unas espinacas.
Este es el pan de cada día de Lola Galocha, una mujer luchadora a
la que nunca se le acaban las ideas. Y no se le acaban porque las
inventa.
“Cuando yo vendía la Thermomix, si vendías siete, te regalaban
una”, cuenta. Con esa máquina también ahorra: del pan duro saca el pan
rallado. Y nada de bacon o queso troceados: “Siempre los compro en
bloque y los meto en la Thermomix, que los aprovecho más”.
Lola nunca
piensa en lo que va a hacer de comer. Hace lo que tiene en la nevera,
donde a veces, dice con sorna, se escucha el eco. Heredó su buena mano
en la cocina de sus largas horas con sus abuelas.
Y llegan las facturas del teléfono: 50 euros de móvil más teléfono
fijo e internet en casa. El de su hija tiene una tarifa que se pone al
final, con IVA, en 13,3 euros. Y Lola no se viene abajo. Y llega el
butano, “a 18 pavazos” cada bombona, cada tres semanas una. Y bien
apuradas.
“Cuando se acaba la del termo la paso a la cocina, que sale un
poquito más”. Y calculando en su cabeza, Lola sigue haciendo sus
cuentas. La luz son 50 euros y el agua, afortunadamente, va dentro del
alquiler con la comunidad. Para moverse de un lado a otro, Lola coge el
autobús, generalmente el 2, que es más barato: a dos piernas.
Su
automóvil lleva años inmóvil, aparcado junto a una escuela de flamenco,
muy cerquita de su casa. No tiene para gasolina ni para hacerle un
seguro. En la escuela limpia unas horitas que cobra en forma de clases.
Porque Lola, además de ingeniosa e incansable, es muy flamenca.
Y luego, generalmente los viernes, va a casa de su tía, que es como
su madre. Le ayuda en lo que puede y se viene con unos 50 euros. “Y con
un litro de aceite y huevos de corral… casi 200 euros al mes que sumo a
mi monedero”. Y la señora mayor que le dice que a ver si puede
ir a limpiarle las ventanas, a nueve euros la hora. Y la amiga con niña
pequeña que necesita que la cuide, otros 30 euros…
Y así llega, con la ayuda familiar incluida, a unos 800 euros al mes, de los que más de la mitad, el 56%, van para el alquiler, el 22% a comida, el 14% a gastos de la casa y el 8% a tecnología.
Y así llega, con la ayuda familiar incluida, a unos 800 euros al mes, de los que más de la mitad, el 56%, van para el alquiler, el 22% a comida, el 14% a gastos de la casa y el 8% a tecnología.
No lo oculta. Está jodida. Su vida comenzó a cambiar cuando tuvo a su
hija Pastori. Nació a los cinco meses y medio de embarazo y pesó 540
gramos. “Yo ya tenía a Aurora con año y medio y un negocio de hostelería
en la calle San Jacinto que se fue al traste”, afirma. Se pasó cuatro
meses en el hospital viviendo para su hija.
Hoy Patori ya tiene 14 años,
es una adolescente sana y salta en el sofá viendo La voz. Ella y Aurora le recuerdan a su madre que irán a ver a Melendi en unos días, como un regalo excepcional. Su primer concierto. (...)
Una amiga le ha vendido todo el temario de Bachillerato a mitad de
precio, por “ciento y pico de euros”. Javi, un amigo de Lola, le ha dado
50 euros. “El resto ya veremos cuándo podemos”, prosigue su madre, que
ha vendido todos los pendientes de oro de sus hijas: “Lo último que me
encontré, una cadenita, la llevé y me dijeron: ‘ciento no sé qué’. Pues
dámelo ya”.
Lola trabajó como secretaria en la dirección de obras del Metro en
los últimos seis años. Horario de 8 a 3. 1.300 euros y tres pagas. El
último trabajo, antes de quedarse en paro, lo hizo en un salón de
belleza, propiedad de Kanouté, a media jornada. Hace apenas unos
días, tras más de dos años en paro, comenzó a trabajar como una mula en
un bar.
De allí ha empezado a traerse ahora el pan que sobra y lo
congela cortado en rebanadas para los desayunos. “La
mantequilla la compro del DIA porque es buenísima. Y las pizzas del DIA
están muy buenas también y están a dos euros. Ya tenemos otra cena,
media pizza para cada una y una ensaladita”. (...)
Lo que no le falta en su cocina, gracias también a otras dos tías
-que le ayudan “con dinerillo” para su hijas y bolsas de alimentos casi
todos los meses-, es la leche, el aceite, los huevos, el colacao, el
café, las galletas doradas o las maría de toda la vida, y el atún. “A
mis hijas, una tortilla francesa en una viena calentita les
encanta. Y dos noches en la semana se come tortilla francesa.
Una con
atún y otra con queso”, cuenta. Lola dice que en cuanto cobre, le dará
100 euros a sus padres, por todos los días que sus hijas van a comer a
la casa de los abuelos. Su madre se casó con 16 años y su padre, con 18.
Hoy su madre, con 57 años, sigue trabajando.
Y su padre, con 61, está
en paro. “Pero siguen igual de enamorados. Y ahora mucho más enamorados
de mis hijas. Mi padre se ha hecho un buen amo de casa. Mis hijas comen
pescado gracias a ellos, que son, junto con mis tías, mi principal apoyo
social”, sonríe.
“Estoy cansada, sí, yo creo que ya el viento tendría que cambiar un
poco, pero sé que con una actitud lamentable y mala no vamos a salir”,
reflexiona sobre el sofá de su casa, un bajo oscuro iluminado por la luz
de tres mujeres llenas de fuerza… Y los ojos de la gata que las
acompaña: Fidela. “No tienes problemas cuando no crees que tengas un
problema”, dice Lola, Pilola, con calma." (Público, 02/10/2013)
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