"Alemania está técnicamente en recesión y no crea empleo. Estancamiento
puro y duro. Son los datos de la oficina federal de estadística del año
2012 (crecimiento del PIB, 0,4%) y del 2013 (0,1%).
Cifras fundamentales
de su (engañosa) contabilidad, que en Alemania vienen siempre rodeadas
de toda una sinfonía de índices del Instituto IFO, sobre la “confianza
empresarial” (casi siempre en aumento) y el “buen ambiente” del
raquítico consumo interno nacional.
El número de empleados está
estancado, las cifras de paro (3 millones) siguen sin moverse y el
número de horas trabajadas ha retrocedido (un 0,3%) en ambos años. Desde
2008 el PIB alemán ha crecido un 2,2%. A eso antes se le llamaba
estancamiento. ¿Ha venido para quedarse? (...)
En Francia, el país con la tradición social más despierta de Europa, la
resistencia de la sociedad a las “reformas” —cuando “reforma” en el
actual contexto solo puede equivaler a “cambio a peor”— y las
acusaciones de “conservadurismo” —que, tratándose del propósito de
conservar lo que queda de derecho laboral y de soberanía, es todo menos
denigratorio—, confluyen en un panorama turbio. (...)
Mélenchon, un líder potente, menos brillante que Oskar Lafontaine
pero con la ventaja de que predica en terreno mucho más fértil para la
rebelión, no cree en la “unión de la gauche”, sino que va más
allá: llama a “reunir al pueblo” por encima de partidos para iniciar un
proceso constituyente. Palabras mayores. Dice que las de 2017, “no serán
unas elecciones, sino una insurrección”…
Aún es pronto para vislumbrar
hacia donde evolucionará toda esa bien fundada cólera que hay en la
sociedad francesa, que ya no se expresa a través de los canales
tradicionales vigentes desde el siglo XIX: las fuerzas políticas y los
sindicatos, sino por medio de movimientos parecidos a una jacquerie como el de los bonnets rouges.
Esa cólera se ha expresado también en decenas de atentados e incendios,
apenas noticiados, contra sedes de hacienda un poco por todo el país, o
en las movilizaciones conservadoras de la manif pour Tous que
tanto recuerdan al Tea Party.
En Halluin, localidad de 20.000 habitantes
del norte de Francia, el alcalde explica que se han quemado 23 coches
en dos semanas. Es el tipo de sucesos de la crónica de provincias que no
llegan a París. El alcalde de Halluin, de derechas, le pide a Hollande
que en lugar de meterse en guerras contra el Estado Islámico, envíe
policías a su ciudad…
En España, donde finalmente la indignación
se está organizando —esa es la ventaja con Francia, en todo lo demás se
va claramente por detrás— sigue incubándose la tormenta perfecta: un big bang en el que saltan por los aires todas las instituciones sobre las que se
apoyó la modélica transición. ¿Será Grecia el detonante, con una
victoria electoral de Syriza que cuestione la legitimidad de la deuda e
inspire la contestación de toda la región? (...)" (Rafael Poch, La Vanguardia, en Rebelión, 03/11/2014)
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