"Todo era cuestión de tiempo. Antes o después, los efectos perversos
del euro terminarían también por hacer estragos en la economía francesa.
Esta, sin duda, tiene un potencial mucho mayor que el resto de las
economías mediterráneas.
Es la quinta potencia mundial y la segunda de
la eurozona y, además, no ha cometido el error de aplicar las políticas
de austeridad, al menos no con la misma intensidad de las impuestas a
Grecia, Portugal, Irlanda, España, e incluso a Italia, lo que ha
permitido que hasta ahora funcionase la demanda interna.
También le ha servido de defensa el tamaño de su sector público, lo
que paradójicamente se le critica y se pone como causa de sus actuales
dificultades económicas. El gasto público alcanza el 56,6% del PIB, 12
puntos superior a Alemania y 7 puntos por encima de la media de la Unión
Europea.
Tres son las partidas que marcan esta diferencia, pensiones,
sanidad y educación, y que configuran una red de seguridad en las crisis
económicas para ayudar a mantener el consumo privado. Se podría
argumentar que Francia, como es lógico, presenta como contrapartida una
de las presiones fiscales más elevadas de la Unión Europea; pero es que
la política redistributiva del Estado, además de incrementar la equidad,
suele tener -tal como ya afirmó Keynes en su día-un efecto positivo
sobre la demanda, y por lo tanto sobre el crecimiento, al transferir
recursos de los colectivos con menor propensión a consumir a aquellos
que la tienen más elevada.
Por el contrario, en la actualidad, el talón de Aquiles de nuestro
país vecino lo constituye el sector exterior, fruto de su pertenencia a
la Unión Monetaria, al no poder devaluar frente a Alemania y al tener
que mantener como moneda un euro fuerte que le ha hecho perder
competitividad respecto a los países que no pertenecen a la eurozona.
Si
bien es verdad que una economía no puede confiar en exclusiva su
crecimiento al sector exterior, olvidándose de la demanda interna, no es
menos cierto que tampoco es posible atender únicamente a esta,
prescindiendo de la competitividad exterior. (...)
El país galo viene presentando desde 2005 un saldo negativo en la
balanza por cuenta corriente que se ha incrementado con el tiempo. Este
deterioro progresivo por fuerza tenía que extenderse a la propia demanda
interna.
La situación actual comienza a ser muy preocupante: con un consumo
débil y una inversión privada negativa, un crecimiento estancado en los
dos primeros trimestres de este año; un nivel de deuda pública alarmante
(no más, sin embargo, que otros muchos países europeos) de dos millones
de euros, superior ya al 95% del PIB.(...)
Francia se va acercado a una encrucijada parecida a la que desde hace tiempo atenaza al resto de países mediterráneos. De ahí que haya quien pida que se afronte una terapia similar a la aplicada a estas economías. (...)
Para defender esta estrategia, sus partidarios, y especialmente
Alemania, ponen de ejemplo a España y las medidas acometidas por nuestro
país, afirmando que gracias a ellas ha salido de la crisis, lo que no
deja de ser un cuento de hadas, porque lo cierto es que nuestra
economía, al igual que las de Grecia, Portugal e Irlanda, es una
economía zombi, un muerto viviente. (...)
Es lógico por tanto que Francia no quiera seguir el consejo de los que “piadosamente” le empujan a tener a España como ejemplo. (...)" (El problema de Francia es el euro, de Juan Francisco Martín Seco en República de las ideas, en Caffe Reggio, 01/11/2014)
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