"(...) Un estudio de Jeronim Capaldo de 2014
afirma que se va a producir una reducción de las exportaciones netas
(más de un 2% del PIB), fundamentalmente de Francia, Alemania y Reino
Unido; una disminución de las rentas derivadas del trabajo de hasta
5.000 euros en Francia o 3.400 en Alemania; una pérdida neta de puestos
de trabajo que se concentraría en el sur de Europa. Lo que sí reconoce
la Comisión es que se podría producir un desplazamiento de empresas que
podría afectar a la mano de obra.
Los efectos sociales del TTIP pueden
concluirse de la comparación con otras experiencias de integración
supranacional como la propia UE, que ha dado lugar a procesos de dumping
social y carrera a la baja de estándares laborales.
En una integración
en la que se va a poner en común la circulación de factores económicos
de dos subsistemas sociales tan distintos, es más que probable que estos
fenómenos se multipliquen.
Y todo parece apuntar a que, como ha pasado
con el NAFTA —siglas en inglés del Tratado de Libre Comercio de América
del Norte, que incluye a EEUU, Canadá y México y entró en vigor el 1 de
enero de 1994—, no podamos hablar de un daño específico para EEUU o para
la UE entendidos como bloque antagónicos, sino que son las clases
trabajadoras y populares de ambos lados del Atlántico las que van a
sufrir las consecuencias de manera transversal frente al capital
financiero transnacionalizado y las multinacionales.
Hablando del NAFTA: siempre se ha considerado como
el paradigma fundacional de la actual arquitectura de tratados
comerciales dominante en la escena internacional. ¿Podría aportar una
breve visión comparativa respecto al TTIP?
(...) Cuando la administración Clinton
promocionó el NAFTA se esgrimían razones muy similares a las que ahora
está utilizando Obama: creación de puestos de trabajo, aumento de
inversiones, crecimiento del PIB, etc. Todas estas predicciones han
resultado falsas.
Centrándonos en México, algunos
indicadores: entre los años 60 y 80 del siglo pasado, el PIB real por
persona se duplicó, y sin embargo en los últimos 20 años su crecimiento
no llega al 20%. Por tanto, ha habido una ralentización brutal, cuando
la tasa de crecimiento del resto de Latinoamérica, y en especial de
Sudamérica, ha sido mucho más alta.
Y los salarios reales en México en
2012 eran básicamente los mismos que en el 94, además de que el
desempleo ha crecido casi 3 puntos. A la vez, en EEUU se ha producido
una reducción de puestos de trabajo, puesto que muchas empresas han
acabado deslocalizando a México.
Y también, vía procedimientos de
convergencia reguladora, ha habido repercusiones tanto para México como
para Canadá en cuanto al sistema de salud y a la protección social. Es
decir, el NAFTA expresa claramente cómo la afectación es transversal y
no se producen las ganancias esgrimidas.(...)
Visto lo visto, ¿cual cree que es el objetivo real del TTIP?
El objetivo es profundizar en la
desregulación. Mientras que la UE está en una dinámica de orientar a los
Estados miembros a re-regular sus normativas laborales vía reforma
laboral, de pensiones, etc., el paso adelante que supone el TTIP
pretende incidir en la desregulación sobre la base de elementos como las
barreras no arancelarias o la cooperación reguladora.
Se pretende
disminuir lo que llaman “burocracia” o “cargas”, que son en muchas
ocasiones derechos sociales, medioambientales o a la salud. (...)
El TTIP trata de desregular y de controlar la capacidad de los estados miembros del tratado de revertir privatizaciones, promover nacionalizaciones, etc. Es decir, va a tener un efecto congelación sobre los servicios públicos y un efecto desregulación sobre las normativas laborales.
Supone, por tanto, una ganancia desde
todo punto de vista para las multinacionales que, por un lado, controlan
a los poderes públicos para que no afecten a sus inversiones y, por
otro, fomentan una desregulación permanente sotto voce que viene de esas instancias supranacionales.
Ante esta situación, ¿es optimista respecto a las posibilidades de frenar el TTIP?
Sí. En el sentido de que alrededor del
TTIP se está politizando todo lo que tiene que ver con empresas
multinacionales y comercio internacional, que tuvo su momento de
contestación hace años —con la lucha contra el AMI (Acuerdo Multilateral
de Inversiones), el movimiento antiglobalización etc.—, y que parecían
materias olvidadas en estos momentos, cuando en realidad deberíamos
poner el foco sobre ellas, porque constituyen el peligro fundamental que
amenaza nuestras democracias en la actualidad.
El TTIP está provocando
que la ciudadanía hable de la política comercial, y que se genere un
rechazo. Y este rechazo está siendo además transversalizado e
interclase, al haberse identificado un enemigo común de las grandes
mayorías sociales que van desde taxistas hasta militantes de sindicatos
pasando por movimientos sociales y medioambientales, y por tanto está
aglutinando mayorías.
Este potencial aglutinador del TTIP nos puede
llevar a reorganizar la movilización y a politizar de nuevo ámbitos de
actuación social.
En estas circunstancias veo difícil una
aprobación pronta del TTIP. Y, a la larga, creo que si persiste la
movilización social y no se consigue aprobar durante la administración
Obama, difícilmente llegará a buen puerto. También están Grecia, Corbyn,
las voces en contra en el parlamento alemán, o en el gobierno francés. (...)" (Entrevista a Adoración Guamán, Gorka Martija , La Marea, 04/12/15)
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