"¿Es posible diseñar un sistema impositivo que bajo el principio de
equidad redistribuya la riqueza de los más acaudalados a los más pobres sin castigar la actividad productiva,
en definitiva, la creación de riqueza? La respuesta es sí.
Incluso si
se diseña adecuadamente daría margen amplio para bajar los impuestos al
factor trabajo, al factor capital, y, sobre todo, permitiría reducir de
manera ostensible ese impuesto tan injusto que se ceba especialmente
sobre los más débiles, el IVA. (...)
La solución ya fue ideada hace más de 100 años por un economista de San Francisco, Henry George. Se trata de establecer un impuesto sobre el valor de la tierra que no solo es técnicamente correcto sino eficiente. Dos economistas ganadores del Nobel, Joseph Stiglitz y Paul Krugman,
han desempolvado y retomado los trabajos y propuestas de Henry George.
Sobresalen especialmente los trabajos de Stiglitz de la mano de Richard Arnott. Para España destacan las propuestas de Fernando Scornik, abogado, y Fred Harrison, economista inglés. (...)
España es un ejemplo de aplicación de todos esos mecanismos que
favorecen la acumulación de renta y riqueza en manos de los buscadores
de rentas, destacando la apropiación de las rentas de la tierra.
Nuestro
modelo de desarrollo económico, especialmente en las últimas cinco
décadas, ha primado en exceso la especulación con la tierra y su
traslado a los precios de los pisos y locales comerciales, generando una
de las mayores burbujas inmobiliarias de la historia. Mientras tanto
distintos monopolios y oligopolios -el sector bancario- se frotaban las
manos bajo la connivencia de las autoridades políticas.
Pero esta forma de crecimiento ha afectado negativamente al resto de la sociedad
ya que los gobiernos que no recaudan ingresos suficientes de la renta
de la tierra acaban subiendo los impuestos sobre los salarios de los
trabajadores y los beneficios de sus ahorros e inversiones.
Si queremos
cambiar de manera eficiente nuestro modelo productivo y fomentar la
inversión en bienes de equipo, infraestructuras e I+D debemos empezar
por gravar las rentas y plusvalías sobre el suelo como ya hacen países
como Dinamarca, Australia, y en menor medida Reino Unido. Como decía
Joseph Stigliz, “un impuesto duro sobre todas esas rentas no solo
reduciría la desigualdad si no que también reduciría los incentivos a
dedicarse a las actividades de búsqueda de rentas que distorsionan
nuestra economía y nuestra democracia”. (...)
El impuesto diseñado hace más de 100 años por Henry George tiene muchos
puntos buenos y apenas inconvenientes. A diferencia de los impuestos
sobre la renta, sobre las ventas o sobre los beneficios empresariales, el impuesto sobre el valor de la tierra no tiene ninguna posibilidad de asfixia de la actividad económica. La razón es muy sencilla, la cantidad de tierra es fija,
por lo que no hay carga impositiva excesiva, es un impuesto neutral.
Pero además, a diferencia de los impuestos actuales sobre la propiedad,
el impuesto de Henry George “anima” a los propietarios a construir
edificios y estructuras productivas reduciendo además drásticamente el
precio de la vivienda, de la tierra, y los alquileres tanto de locales
comerciales como residenciales. Y, como el propio Henry George señaló,
el impuesto redistribuye la riqueza de los ricos a los pobres sin
castigar la creación de riqueza. (...)" (Juan Velarde, Vox Populi, 18/11/15)
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