17.2.16

La triste realidad es que casi todo estaba cogido con las pinzas de los bancos centrales... y detrás no hay nada

"(...) La triste realidad es que, casi todo, estaba cogido con pinzas. La constatación de ese hecho ha sido un duro despertar para muchos inversores, convencidos del omnipotente poder de los bancos centrales para sacarles una y otra vez las castañas del fuego.

No puede no importar que el mundo no crezca, pero parecía que sí. No puede no importar la coyuntura deflacionaria, pero parecía que sí. No puede no importar la desaceleración china, la debilidad de su moneda y la fuga masiva de capitales del país, pero parecía que sí. No puede no importar el disparatado aumento del endeudamiento público, pero parecía que sí. No puede no importar la recesión de balances privados, pero parecía que sí. 

No puede no importar la manipulación de los beneficios empresariales, pero parecía que sí. No pueden no importar las absurdas valoraciones de determinados sectores como las 'biotechs' norteamericanas, pero parecía que sí. No puede no importar la manipulación estructural del mercado por determinados intermediarios y los mismos supervisores, pero parecía que sí. 

No puede no importar la falta de saneamiento del sector financiero europeo, con contadas excepciones nacionales, incluida la española, pero parecía que sí. No puede no importar que volvieran fórmulas de financiación muy ventajosas a firmas de dudosa solvencia y a costes que no compensaban el riesgo implícito, pero parecía que sí. No puede no importar la guerra de divisas, pero parecía que sí. No puede no importar la locura de los ‘unicornios’, pero parecía que sí.

No puede, no puede, no puede… pero sí, no importaba.

Hasta que la coyuntura ha estallado, como casi no podía ser de otra manera.

(...) cuál ha sido el catalizador de este último desplome, les diré una cosa: la certeza de que, a la pregunta que tantas veces hemos repetido desde estas mismas líneas de "¿y después de la Fed, el BCE o el Banco de Japón, qué?", la única respuesta posible, entonces y ahora, la que ha quedado probada, es… la nada más absoluta, esto es: la vuelta a la dura realidad.  (...)

En el origen del caos más reciente se encuentra un amago de cambio de sesgo de política monetaria en Estados Unidos muy pero que muy menor, casi insignificante, con el fin de ajustarse la Reserva Federal al mandato local dual que tiene de empleo (con un paro ya por debajo formalmente del 5%, si bien ajustado por la tasa de participación, la realidad es otra bien distinta) y coste de la vida. 

La posibilidad de unos tipos de interés más altos en aquel país -nada, casi nada, apenas nada- desató la guerra de los truenos. Dólar arriba, materias primas abajo, depreciación acelerada del tipo de cambio de los emergentes, impacto sobre beneficios de compañías de la primera potencia del mundo y todo lo demás.

Apenas un gesto, casi un suspiro en el ámbito de un ciclo más largo.

Y miren lo que ha pasado.  (...)

Los agentes económicos empiezan a sufrir en sus carnes una dura realidad: la inutilidad de sus acciones. Ya no solo no ayudan a la actividad y al empleo en circunstancias no extremas como la española sino que son incapaces, en este momento concreto en el tiempo, de frenar una espiral financiera destructiva que, por inesperada, puede causar mucho más daño que la última vivida.  (...)"            (S. Mccoy, El Confidencial, 08/02/16)

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