"El lector habrá leído que el gobierno federal de EEUU descubrió
recientemente que la compañía Volkswagen había puesto en sus coches un
instrumento que tenía como objetivo ocultar el grado de contaminación
que generaban sus motores, que utilizaban diesel como combustible en
lugar de gasolina.
Tal instrumento se activaba en el mismo momento en el
que se iniciaba la prueba en los lugares donde se analizaba el efecto
contaminante del coche, estando éste parado y no en movimiento.
El
gobierno federal de EEUU descubrió que con la activación de dicho
instrumento, la contaminación detectada era mucho menor (concretamente
cuatro veces menor) que cuando no se activaba el instrumento y/o cuando
tal medición se hacía en condiciones normales, en plena circulación en
carretera. (...)
En realidad, los estudios científicos
han mostrado que es mucho peor. El nuevo diesel emite más óxidos de
nitrógeno (Nitrogen Oxides) de los previstos, los cuales, a través de
partículas minúsculas, entran en el aparato respiratorio y en el
cardiovascular, y cuya acumulación produce la muerte.
En realidad, se ha
calculado que este producto mata a más gente de lo que lo hacen los
accidentes de carretera (ver mis artículos “Lo que usted, lector, no ha
leído sobre Volkswagen” en Público, 14.10.15, y “Las instituciones
profundamente antidemocráticas de la supuestamente democrática Unión
Europea” en Público, 28.01.16).
Pues bien, se acaba de conocer y
publicar en el New York Times (Danny Hakim, “Beyond Volkswagen, Europe’s
Diesels Flunked a Pollution Test”, 07.02.16) que la Comisión Europea ya
sabía todo lo que el gobierno federal de EEUU ha descubierto sobre la
contaminación que causan los coches que utilizan el nuevo diesel, mucho
antes de que se conociera en aquel país.
Así, tal comisión conocía desde
hacía tiempo que el impacto contaminante que se estaba midiendo de los
coches Volkswagen era mucho menor que la contaminación real. Y nunca
habían dicho nada. Según el artículo del New York Times, el Joint
Research Center, una rama científica de la Comisión Europea, ha
reconocido que ha estado realizando varios tipos de medición de los
contaminantes producidos por los automóviles, y era consciente de que
los niveles de contaminación reflejados en los test que se estaban
haciendo en los lugares normales de medición eran muy inferiores a los
que el coche produce en situación de movilidad, por ejemplo circulando
por la carretera.
De ahí que podía deducirse que algo estaba ocurriendo
en la producción de óxidos de nitrógeno en los lugares donde se hacían
regularmente los test de contaminación, los cuales disminuían los
valores de esta, dando unas cifras muy menores a las que se daban en
plena circulación.
En realidad, según el mismo rotativo, en
el famoso modelo Golf de Volkswagen se vio que cuando se medía el grado
de contaminación de este coche en la carretera versus en el lugar
normal donde se hacían los test, dicho grado de contaminación era tres
veces superior en la carretera que en aquel lugar de medición habitual.
Es más, la Comisión Europea conocía que ello pasaba no solo con el
Volkswagen Golf, sino también con el Renault Clío (cuyo nivel de
emisiones en la carretera era nada menos que siete veces la cantidad que
se había establecido como tolerable). Un tanto igual ocurría con el
Fiat Bravo, con el Fiat Punto y con el BMW 120d (los cuales utilizan el
nuevo diesel), cuyos niveles de contaminación eran de dos a cuatro veces
superiores al nivel permitido por la normativa.
Todos ellos eran mucho
más contaminantes en la carretera que en el lugar donde se hacían las
mediciones. Y, de nuevo, tal como muestra el New York Times, la Comisión
Europea era plenamente consciente de ello. (...)
Los ciudadanos americanos que compraron aquellos coches van a recibir
algún tipo de compensación que no estará disponible, sin embargo, para
los propietarios de los coches comprados en la Unión Europea
La Comisión Europea sabía todo esto, y no abrió el pico ni una sola vez.
El gobierno europeo, en lugar de defender a la población europea,
defendió a la industria automovilística radicada en este continente. El
maridaje entre el regulador y el regulado en Europa ha alcanzado niveles
nunca antes vistos.
Sería de desear que la prensa crítica (en la que no
incluyo a la española, conocida por su docilidad frente al poder
económico y financiero) analizara las conexiones entre la Comisión
Europea y los lobbies de tal industria, que están detrás de esta
situación auténticamente escandalosa. (...)"
(Artículo publicado por Vicenç Navarro en la columna “Dominio Público” en el diario PÚBLICO, 11 de febrero de 2016, en www.vnavarro.org, 11/02/2016)
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