"(...) El inicio de este siglo está dejando muchas respuestas estremecedoras como resultado del fin de la revolución neoliberal.
Del fin entendido como el cese brusco de ese sueño de que el
desbridamiento de la economía especulativa de cualquier norma de control
sólo traería crecimiento y bienestar.
Da igual que, desde el primer
momento, allá por el inicio de los ochenta, transformar el sistema
financiero en un casino no diera muy buenos resultados. Las pesadillas
en sociedad surgen por acumulación, pero despiertan un día de manera
repentina. (...)
La revolución neoliberal se ha llevado consigo no sólo el estado del bienestar,
sino también a eso que entendíamos como derecha. El orden se da tan
sólo en instancias superiores, la tradición sólo vale para vender
mantecados en Navidad, la seguridad es privilegio de poquísimos, la
religión es una iglesia medio vacía, el nacionalismo vale para el fútbol
pero no para la soberanía económica y el negocio, que lo es todo, ha
expulsado a cualquiera que no disponga de una firma de inversiones en Wall St.
Lo interesante es que la derecha, la
derecha social, cultural, tradicional, lejos de amilanarse ante su
estupefacción se ha hecho fuerte en sus convicciones. La más
inteligente, de hecho, culpa de toda esta indeterminación permanente en
la que se ha convertido la vida cotidiana no sólo a los que menos
tienen, en esa vuelta de la xenofobia de lista, muro y Estrella de David
en el escaparate, sino también a los que más.
A esa representación de
burócratas de Washington o Bruselas, a los niñatos de la bolsa, a la
banca de inversión, a los millonarios de las punto com, a todos esos
nuevos ricos tan visibles de los noventa en adelante. Y su discurso
vende. (...)
Da igual que esté plagado de mil
contradicciones, que no ataque nunca a las estructuras básicas del
capitalismo que generan desigualdad y riesgo, que sus representantes
sean horteras e impresentables. Da respuestas. Claras, concisas,
contundentes.
Y respuestas, además, que entroncan con una vieja arcadia
mental que, aunque nunca existió, sigue llamándose “aquellos buenos y
viejos tiempos”. Además, en la tormenta es siempre más fácil construir
covachuelas con banderas, santos y völkisch que enfrentarse al páramo con la explicación de la plusvalía.
Que la gente se haga de derechas no
supone la aceptación de una ideología acabada, o del acuerdo con un
cuerpo de teorías económicas, ni mucho menos con la identificación con
un partido político. La gente se hace de derechas porque,
paradójicamente, la derecha neoliberal ha hecho de las vidas de todos
una película de suspense.
Eso y porque cuando la izquierda sustituyó la
creación de una sociedad alternativa, en horizonte y en la práctica
diaria, por la defensa de unos valores humanistas, se quedó no sólo sin
la capacidad de generar sueños, sino también sin la de generar
realidades y humanismo.
Si la gran ola fascista de los años 30
del pasado siglo vino por la reacción a esa nueva sociedad, al
movimiento obrero organizado, esta segunda está ya llegando a las costas
en forma de reacción a esos que vinieron a acabar con la historia, a
los que creyeron que se puede hacer pasar una timba por un sistema de
gobierno, a los que llamaron ideología a lo que no era más que un robo." (Daniel Bernabé, La Marea, 14/12/16)
No hay comentarios:
Publicar un comentario