"En los mass media patrios, salvo muy honrosas
excepciones, se observan dos tendencias muy preocupantes.
Por un lado,
predomina una narrativa donde se nos trata de vender como “verdades
indiscutibles” un relato económico y una serie de recetas que no son
nada más que meros juicios metodológicos previos, de carácter ideológico
–por ejemplo, las penúltimas chorradas del gobernador de Banco de
España sobre los salarios-.
Por otro, no dudan ciertas élites del Ibex
35 en subvencionar a distintos medios para que recojan la visión de
economistas cuyas opiniones hacen parecer bueno a un sistema
intrínsecamente corrupto, ineficiente e injusto como el nuestro. Ya
saben ustedes, el instinto de clase.
Frente a los
chamanes, el rigor intelectual. La realidad es muy dura y al final hay
que plegarse a la evidencia. Eso es lo que acaba de hacer un medio de
la ortodoxia neoclásica dominante como The New York Times. En una pieza exquisita, “Embracing Wynne Godley, an Economist Who Modeled the Crisis”,
aunque a buenas horas mangas verdes, desglosa la figura de Wynne
Godley.
Se trata de uno de los economistas postkeynesianos cuyos
modelos anticiparon, entre otras cosas, el fin del boom económico en
1973-1974, el posterior aumento del desempleo en los años 80, el
desplome de la libra en 1992, el pinchazo de la burbuja tecnológica o la
Gran Recesión… (...)
El problema es que Godley, por desgracia, murió a los 83 años en 2010, y
no pudo disfrutar del reconocimiento y del crédito que sus aportaciones
a la ciencia económica merecen. Todo lo contrario. Sus ideas y recetas
económicas no gustaban a esas élites corruptas que se han apropiado a lo
largo de los años de nuestras rentas.
Mientras el periódico inglés The Times,
nada sospechoso de herejías o heterodoxias varias, lo denominó como "el
pronosticador macroeconómico más perspicaz de su generación”, a
comienzos de los años ochenta, el gobierno conservador británico de
Margaret Thatcher, aliado con ciertos economistas neoliberales de
Cambridge, afilaron sus cuchillos para apuñalar a Wynne, y acabar en
última instancia con el Departamento de Economía Aplicada que él
dirigía. La historia pone a cada uno en su sitio. Frente a los chamanes,
el rigor.
Si la profesión y la academia económica asumen el desafío de reelaborar
unos modelos convencionales que no dieron una, pero que sirvieron de
pretexto para el mayor proceso de acumulación de capital en unas pocas
manos, debe empezar a enseñar ya en las universidades los modelos de
stock-flujo de Wynne Godley. (...)
Los modelos convencionales utilizan la alquimia. Están
llenos de auténticas estupideces no corroboradas por los datos.
Consideran que a medida que los individuos maximizan su propio interés,
los mercados mueven la economía al equilibrio.
Los períodos de boom y
crash se deben a meteoritos (“shocks”) externos como el gasto errático
del gobierno o los avances tecnológicos. El papel del dinero y los
bancos es tratado como algo exógeno, cuasi irrelevante, y por eso nunca
lo incluyeron o lo hicieron forzados de aquella manera.
En
los modelos de Godley, por el contrario, los bancos juegan un papel
crucial, promoviendo el crecimiento, pero también planteando serias
amenazas –financiarización de la economía-. Los hogares y las empresas
toman préstamos para construir casas y/o invertir en producción.
Pero
sus expectativas pueden ir mal, terminan con una deuda excesiva, y se
ven forzados, cuando estallan las enésimas burbujas, a recortar deuda,
hundiendo el consumo y la inversión. Y ya no hablamos de la dinámica
propia de los mercados financieros que con sus ciclos de
aversión-propensión al riesgo generan booms y recesiones.
En los modelos económicos neoclásicos se supone que
los individuos optimizan el equilibrio entre consumir hoy y ahorrar para
el futuro, entre otras cosas. Pero para Godley y los economistas
postkeynesianos tal optimización no existe. En cambio, Godley construyó
su modelo económico en torno a la idea de que los sectores - hogares,
empresas de producción, bancos, gobierno, sector exterior- siguen en
gran medida ciertas reglas básicas.
Por ejemplo, las empresas agregan un
margen de beneficio estándar a sus costes de mano de obra y otros
insumos. Tratan de mantener inventarios adecuados para satisfacer la
demanda sin acumular excedentes excesivos. Si las ventas decepcionan y
los inventarios se acumulan, se corrigen recortando la producción y
despidiendo a los trabajadores.
En la economía, en
los modelos convencionales, se establece un equilibrio donde la oferta
es igual a la demanda. Para Wynne Godley, Hyman Minsky o Steve Keen, la
economía se rige por el principio de demanda efectiva y es menos estable
de lo que muchos economistas tradicionales suponen. En vez de la oferta
y la demanda que guían la economía al equilibrio, los ajustes pueden
ser abruptos, donde la deuda y el crédito juegan un papel fundamental.
Si los hogares, las empresas o el gobierno se ven forzados a reducir
deuda por el estallido de una burbuja financiera o inmobiliaria, o como
consecuencia del escaso retorno que ciertas adquisiciones de empresas
producen –véase el proceso de internacionalización de nuestra industria
patria-, y/o los bancos cierran el grifo del crédito, la economía se
hunde. Esto es lo que debería preocupar a Luis María Linde y no los
salarios. Frente a los chamanes, el rigor.
¿Qué predicen ahora los modelos de Godley? Un reciente análisis del Levy
Institute expresa su preocupación no por los graves desequilibrios
financieros, al menos en los Estados Unidos, sino por la debilidad de la
demanda mundial. "La principal dificultad ha sido convencer a los
líderes económicos de la naturaleza del problema principal: la
insuficiente demanda agregada". Pero hasta el momento esos líderes
mundiales no hacen mucho caso.
El último análisis estratégico del Levy Economics Institute basado en los modelos stock-flujo, “Destabiliziong an Unestable Economy”,
revela que la economía estadounidense sigue siendo frágil debido a tres
problemas estructurales persistentes: la débil demanda de las
exportaciones estadounidenses, el conservadurismo fiscal y la tendencia
creciente en desigualdad de ingresos durante las cuatro últimas décadas.
También afronta los riesgos del estancamiento en las economías de los
socios comerciales de los Estados Unidos, la apreciación del dólar y la
contracción de los precios de los activos –riesgo endógeno-.
Este
análisis y sus conclusiones son perfectamente extrapolables a nuestro
país. Sin embargo, el Banco de España de la mano de su gobernador, Luis
María de Linde, nos continúa hablando del peligro de los salarios. Como
diría mi otrora paisano José María Labordeta, ¡a la mierda!" (Juan Laborda, Vox Populi, 05/01/17)
No hay comentarios:
Publicar un comentario