"(...) La austeridad salarial no basta para salir de una gran recesión; es
necesaria también una desvalorización masiva del capital que ponga los
contadores a cero. Pero, y esto es uno de los parámetros de la situación
actual, el capitalismo financiero no lo quiere. Una lectura sin duda
más adecuada podría se la siguiente.
Las diferentes fracciones del
capital persiguen (en proporciones diversas) dos objetivos: restablecer
la tasa de beneficio, ciertamente, pero también conservar y validar los
derechos de giro adquiridos antes de la crisis bajo forma de capital
ficticio. En resumen, los capitalistas rechazan “asumir sus pérdidas”:
ellos lo quieren todo.
Pero esos dos objetivos son manifiestamente
contradictorios. Lo son todavía más si se tiene en cuenta otros dos
parámetros esenciales del período abierto por la crisis, es decir el
agotamiento de las ganancias de productividad y el freno de la globalización .
Por presentar las cosas de otra forma, en el fondo hay tres formas de
hacer aumentar la tasa de beneficio: desvalorizando el capital, logrando
ganancias de productividad o bajando los salarios.
Los capitalistas no
quieren desvalorizar el capital. No pueden lograr aumentos de
productividad. Si se deja de lado la apuesta por las “reformas
estructurales” que provienen del pensamiento mágico, solo queda una
palanca: la compresión salarial.
En todo ello hay una lógica implacable y por ello tienen algo de
patético todas las tentativas de convencer a los capitalistas de que
existe una forma más racional de salida de salida de la crisis. Esta es
una de las enseñanzas de la crisis griega que se puede evocar
rápidamente: el gobierno Syriza ha llegado a las negociaciones con la Troika con un proyecto de reestructuración de la deuda .
Se había concebido un plan en colaboración con el banco Lazard, cuyas
grandes líneas fueron presentadas por el banquero Mathieu Pigasse: es
suficiente con escuchar su entrevista |11|
para comprobar que ese plan era perfectamente racional, razonable y que
constituía a priori un buen punto de partida para un compromiso
asimismo razonable.
Se sabe lo que ha sucedido y desgraciadamente
se podría generalizar esta lección a todas las alternativas racionales,
por coherentes que sean: no es por la convicción que podrán ser puestas
en práctica, ya que las mismas implican forzosamente el abandono de uno u
otro de los objetivos citados anteriormente, sea frenando la carrera a
la rentabilidad, sea cuestionando los derechos adquiridos sobre la
plusvalía.
No es posible otra política de los dominantes, pero eso no quiere
decir que funcione la que ellos imponen a los pueblos. Ya hemos
comentado las inquietudes del FMI |12|
en relación con la economía mundial. Son todavía quizá más grandes en
Europa, como testimonian estos gritos de alarma lanzados por tres
responsables europeos: “Nunca jamás había visto tal fragmentación y tan
poca convergencia en nuestra Unión”, “La Unión Europea está en peligro.
Nadie puede decir si (ella) existirá todavía en diez años”, “Europa no
produce suficientes resultados” |13|.
Más recientemente todavía, una tribuna (que ha pasado relativamente desapercibida) es propiamente alucinante |14|.
Los firmantes componen un extraño equipo, ya que se encuentran
Christine Lagarde, directora general del FMI y Pascal Lamy, antiguo
director general de la OMC (Organización
Mundial del Comercio, Ndt), pero también los PDG (Presidente Director
General, Ndt) de Air France-KLM y de Veolia. E incluso el del PMU (Pari
Mutual Urbain) más acostumbrado sin duda a las apuestas hípicas que a la
prospectiva económica.
Las quince personalidades deploran que “la
búsqueda excesiva de una finalidad exclusiva –maximizar los beneficios
para los accionistas- ha aislado a la empresa y alimentado la sospecha
sobre la misma”, rechazan “la idea falsa de que una empresa pertenece a
sus accionistas” y retoman a su cuenta “el consenso cada vez más fuerte”
según la cual “la financiarización del capitalismo es un error”. Se
pronuncian pues “a favor de una economía de mercado responsable” y, para
llegar a ella, nuestros aprendices altermundialistas se limitan a
proponer la modificación de los artículos 1832 y 1833 del Código Civil
francés, lo que seguramente va a trastornar el funcionamiento del
capitalismo.
Sin embargo, hay que tomar en serio estas
manifestaciones de inquietud ya que expresan la sensación de los
gestores de los intereses capitalistas de que no disponen de los útiles
necesarios para “morder” sobre todos los aspectos de la realidad.(...)
Sin embargo hay fondos estructurales, el Banco Europeo de Inversiones
y su Fondo Europeo para las Inversiones Estratégicas, el plan Juncker,
pero ello no le parece suficiente a la Comisión que sugiere un
relanzamiento equivalente al 0,5% del PIB
europeo, es decir, equivalente a 50 000 millones de euros. Pero ¿quien a
va a relanzar? “Los que no tienen margen de maniobra presupuestario
querrían utilizarlo; los que tienen no quieren utilizarlo”, tal es la
“paradoja” que subraya la Comisión.
Este emplazamiento a Alemania para
que tome su parte en una “orientación presupuestaria más positiva” está
evidentemente llamado a ser letra muerta (el 5-12-2016, el Eurogrupo ha
rechazado, por una amplia mayoría, el paquete fiscal propuesto por la
Comisión, ndt).
Las manifestaciones de este “espanto burgués”
remiten a otra fuente de inquietud: la regresión social –que se
desprende mecánicamente de las políticas capitalistas de salida de la
crisis- es el trampolín que propulsa a las corrientes soberanistas
polarizadas por la extrema derecha.
Los desastres sociales del
neoliberalismo suministran su base económica, el recubrimiento xenófobo y
reaccionario solo es el fondo la “superestructura” que sirve para
desviar la cuestión social hacia las afirmaciones identitarias." (Michel Husson , CADTM, en Rebelión, 20/12/16)
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