"(...) La trayectoria de la ciudadanía activa española demuestra la
conformación de un espacio político masivo y transformador, diferenciado
del poder establecido, incluido el Partido Socialista gobernante, y con
gran legitimidad cívica.
Es más, los elementos fundamentales de la
cultura y la actitud política democrática y progresista de esa corriente
social ya se iniciaron en los años 2009 y 2010, frente a las
consecuencias de la gestión regresiva de la crisis.
Antes incluso de la
expresión del movimiento 15-M y, por supuesto, de la existencia de
Podemos que fueron exponentes de esa tendencia popular y que
contribuyeron a consolidar y representar.
La percepción de unos
poderosos con su ‘clase política’ al frente (los de arriba), así como
la de un campo sociopolítico indignado con las políticas antisociales y
con déficit democrático gubernamental (los de abajo, por supuesto con
zonas intermedias e indefinidas) ya se detectaron por estudios
sociológicos en el año 2010, entre ellos los Barómetros del Centro de
Investigaciones Sociológicas (CIS) de julio y octubre (tras los ajustes y
la reforma laboral del Gobierno de Zapatero de mayo y junio y tras la
huelga general del 29 de septiembre frente a ellos).
Fue la primera gran
constatación pública de la crisis de credibilidad social del Partido
Socialista que, como se sabe, supuso el cese del mensajero, la
presidenta del CIS, Belén Barreiro (aprovecho para felicitar
públicamente y desearle éxito al recién nombrado Presidente del CIS,
Cristóbal Torres, Director de mi Departamento de Sociología de la UAM).
La solución a la crisis socialista se llevó por delante a la
vicepresidenta Fernández de la Vega, sustituida por Pérez Rubalcaba
para, sin reorientar la estrategia política y económica gubernamental,
hacer un esfuerzo de ‘comunicación’ para recuperar la confianza perdida
de gran parte de su base electoral y neutralizar la dinámica de cambio. (...)
Pues bien, el marco de análisis de no reconocer y combatir esa
realidad de un espacio político diferenciado lleva al pensamiento
dominante en los medios a encajar el conflicto en Podemos dentro de esa
bifurcación falsa entre esos dos polos.
Así, es errónea la
caracterización de Errejón y su equipo como pro-socialistas o favorables
a la estabilidad del Régimen y su restauración. Igualmente, es una
tergiversación acusar a Iglesias de radicalización como sinónimo de
pensar solo en la agitación callejera y rehuir cualquier acuerdo con los
socialistas.
Casi toda la interpretación en los grandes medios de
comunicación se somete a este esquema, del que sale beneficiada la
imagen de Errejón, como líder sensato y negociador, y perjudicado el
prestigio de Iglesias, como líder sectario e intransigente.
Ese
análisis interesado parte de no admitir la existencia de un amplio campo
sociopolítico y electoral con una dinámica transformadora autónoma, con
un apoyo social relevante y con capacidad para condicionar la agenda y
las medidas políticas. (...)
Por tanto, existe una importante tendencia sociopolítica y electoral
transformadora, democrática y social. Dentro de ese espacio o ese
proyecto compartido hay matices y sensibilidades diversas dentro de
Podemos y sus aliados.
Pero hay que señalar lo específico y común del
proyecto transformador y su diferenciación nítida del social-liberalismo
de tercera vía como apéndice del neoliberalismo, o bien del
ultra-izquierdismo minoritario que prácticamente no defiende nadie. Su
carácter y su perfil están claros: progresista en lo socioeconómico y
cultural, democratizador en lo político, institucional y territorial.
Con valores de justicia social o igualdad y democracia, frente a la
regresión social, la subordinación o precarización, así como contra el
autoritarismo continuista y el reaccionarismo derechista, xenófobo,
sexista y racista. (...)
El documento de Errejón y su equipo, sin entrar ni cuestionar
formalmente el principal eje estratégico (compartido) de la oposición al
pacto continuista de PSOE-Ciudadanos, descalifica la supuesta
estrategia seguida por la dirección de Podemos e Iglesias como
‘resistencialista’, minoritaria o encerrada en la ‘izquierda’, sin
aportar fundamentos diferenciados o grandes propuestas distintas. (...)
El interrogante es si, a pesar de la existencia de solo diferencias
estratégicas parciales, va a haber capacidad unitaria de liderazgo y
decisión colectiva para reconducir la confrontación derivada de esa
polarización discursiva estratégica. La posibilidad de un compromiso
posterior firme es limitada; el objetivo mínimo es pactar una tregua y
reconducir el conflicto a medio plazo.
La evidencia de la confrontación
es clara. Los motivos y, por tanto, las posibilidades de acuerdo no
tanto: condicionar o negociar aspectos analíticos, tácticos o de gestión
política, así como un equilibrio razonable, según la representatividad
de cada cual, en la gestión del poder orgánico.
(...) el liderazgo de Iglesias tendría una estructura propia precaria que
pretendería superar. El objetivo de Errejón es el contrario: tener
mayoría respecto de la estrategia y en la dirección para controlar la
orientación y la gestión política y organizativa, aun con Iglesias de
Secretario General (cargo a la que éste, en ese caso, renunciaría). (...)
Aunque hay síntomas de esa brecha antes del 20-D-2015 (por ejemplo,
en el recambio de la dirección en el País Vasco) es a partir de los
resultados electorales y la posibilidad de formación de un gobierno
alternativo, cuando se produce el conflicto abierto en los dos campos
interrelacionados.
Por una parte, en la estrategia política: Gobierno de
progreso presidido por Pedro Sánchez y composición y programa
compartido con el PSOE, junto a oposición al continuismo del pacto de
PSOE-Ciudadanos y a aceptar una posición subalterna. Por otra parte,
pulso por el reequilibrio orgánico (crisis en la dirección de Madrid,
con la dimisión en bloque del sector errejonista para conseguir mayoría,
y cese del errejonista Secretario de Organización, Sergio Pascual).
La tensión soterrada y parcial durante todo el año pasado, se agudiza
con el proceso de la Asamblea Ciudadana porque el resultado es más
incierto y crucial: la conquista y legitimidad o no de la mayoría
orgánica, con lo que supone de preponderancia en la orientación política
y la hegemonía (aún sin exclusión del otro) de un sector u otro en el
control del poder interno.
Podemos es mucho más transparente y
democrático que cualquier otro partido político, especialmente los dos
grandes (PP y PSOE) con responsabilidades institucionales y enormes
aparatos y conexiones con el poder económico. El sistema de primarias,
los códigos éticos y las comisiones de garantías ayudan a seleccionar y
valorar las responsabilidades y evitar arbitrariedades y burocratismos.
Pero son insuficientes y no siempre han acertado. (...)
El día después de Vistalegre 2 se verá si con los nuevos equilibrios
políticos y organizativos se frena el sectarismo en la confrontación
interna y se asegura la integración, se prioriza el proyecto común, se
avanza en la articulación del conjunto de fuerzas del cambio y se
afronta mejor la tarea de fortalecer un amplio movimiento popular y el
cambio institucional de progreso. Es una responsabilidad y una tarea
colectivas." (Antonio Antón, Profesor de Sociología de la Universidad Autónoma de Madrid. Autor de Movimiento popular y cambio político, UOC. Rebelión, 07/02/17)
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