Sarah Jaffe (Julieta Salgado)
"Sarah Jaffe
lleva una década cubriendo los movimientos sociales de Estados Unidos.
Desde la elección de Trump, ha seguido de cerca el surgimiento de nuevos
grupos de protesta y resistencia antes de su investidura.
La
periodista, habitual de las páginas de The Nation o Dissent, donde presenta el podcast ‘Belabored’, ve con entusiasmo el resurgir de la movilización social en EEUU. Así lo detalló en su libro Necessary Trouble, y en sus recientes trabajos para la revista Rolling Stone, The New York Times o LA Times. (...)
Hace dos meses que Trump fue elegido y faltan escasas horas
para su investidura. Usted ha seguido muy de cerca la movilización
social tras su elección. ¿Puede describir el panorama en las calles
desde el 8 de noviembre?
Ha habido mucha acción. En parte, ha venido de grupos que ya existían
y estaban movilizados, y en parte de gente que no había participado en
nada parecido, y que se está activando por primera vez. Mi pancarta
favorita la llevaba un chico el día después de las elecciones. Ponía:
‘No soy muy de pancartas, pero ¡Caray!’.
Retrata perfectamente a un
montón de gente de todo el país que no se considera a sí misma activista
ni nada parecido y sin embargo está preparándose para viajar en autobús
a Washington y hacer acto de presencia en la Marcha de las Mujeres este
sábado en Washington.
Nada más salir elegido Trump, hubo protestas estudiantiles por todo
el país, a menudo en lugares insospechados. Recuerdo colgar un post
sobre una de ellas en Facebook. Alguien respondió: “Estos niños
californianos...”. Les tuve que decir: ‘Esto es Phoenix, Omaha, y
Columbia, Carolina del Sur’. No eran los sospechosos habituales.
Y luego, por supuesto, ha habido una gran movilización sostenida por
parte de grupos que ya estaban bastante organizados. Me refiero a grupos
de defensa de los derechos de los inmigrantes, que han organizado
marchas de visibilidad, además de reuniones comunitarias en las que
tratan de ver cómo proteger a sus miembros y sus barrios. (...)
¿Se ha producido una alianza entre los movimientos nuevos y los que ya existían?
Incluso antes de estas elecciones ya observábamos contactos entre
movimientos diversos. En mi libro hablo de un día en el que coincidieron
varias marchas de diferentes movimientos en Washington, y de la
intersección entre el movimiento Fight for Fifteen, que aboga por la
subida del salario mínimo, y Black Lives Matter, por ejemplo. Ya existió
una migración de Occupy Wall Street a esos movimientos. Todo eso sigue
en marcha. (...)
Los grupos ya existentes están sumando mucha gente. Será interesante ver
qué se hace, bajo qué etiqueta, sean movilizaciones sostenidas como los
Dreamers, de defensa de los derechos de los inmigrantes, o como Black
Lives Matter, o si toda esta nueva energía se ve subsumida en
formaciones más amplias.
Es demasiado pronto para saberlo con seguridad,
pero creo que hay espacio para que todas estas movilizaciones más
concretas sigan trabajando, y que su trabajo sigue siendo necesario.
Este gobierno sin duda tratará de dividirlas, por lo que será crucial el
grado en que logren apoyarse y sostenerse las unas a las otras, sin dar
un respiro a los líderes electos. (...)
Unos días antes de las elecciones Arun Gupta, que también cubre
movimientos sociales, predecía que si Trump ganaba las elecciones dichos
movimientos, que tenían cierto espacio para respirar, se verían muy
mermados, o incluso hundidos, por el grado de represión que les
obligaría a estar a la defensiva. Lo que usted describe es casi el
proceso contrario. ¿Está creciendo la movilización social?
(...) Nunca cometeré el error de decir que la presidencia de Trump es buena
para nada, en absoluto. Pero no es cierto que los movimientos sociales
tuvieran tanto espacio para respirar en los últimos años, bajo los
gobiernos de Obama.
No hay más que fijarse en la represión de Ferguson o
en Baton Rouge, donde se sacaron los tanques a la calle, o recordar
cómo se desmantelaron las acampadas de Occupy. Por supuesto, las cosas
pueden empeorar, pero me preocupa la tendencia que se ha instalado que
presupone que todos los líderes electos demócratas van a ser nuestros
amigos durante los próximos cuatro años, porque Trump es tan horrendo.
Pero el hecho de que haya toda una serie de movimientos militantes que
no quieren tener nada que ver con el Partido Demócrata, precisamente
porque crecieron en oposición a sus gobiernos, es una buena señal para
militar contra esa tendencia tan peligrosa.
Además, gran parte de estas protestas son locales. Los movimientos son
de base local, aunque tengan objetivos o demandas nacionales.
Ciertamente, bajo el mandato de Trump, habrá muchas batallas nacionales,
pero la manera en que se implementan las leyes nacionales es
profundamente local.
La policía es local, las cárceles son locales, la
aplicación de leyes migratorias es local. Como me dijo mi amigo Kali
Akuno, del grupo Cooperation Jackson, en Mississippi: ‘Mucha gente ya
está viviendo en la América de Trump.
Ya saben a qué atenerse’. Veremos
cómo reacciona la policía a la oleada de protestas, porque en muchas
ciudades de mayoría demócrata, como Nueva York, Chicago o San Francisco,
que llevan un tiempo incubando movimientos sociales, los alcaldes
querrán presentarse como héroes ahora. Se dan cuenta de que su
popularidad en el Partido Demócrata solo puede mejorar si se enfrentan a
Trump. (...)
Usted ha defendido que las movilizaciones contra Trump tienen
valor e importancia. ¿Está segura, teniendo en cuenta que los
republicanos van a controlar todos los poderes del Estado? ¿Para qué
sirven las protestas en esta situación?
Para muchas cosas. Las grandes marchas callejeras tienen una utilidad
limitada. La Marcha de las Mujeres del sábado es una demostración de
fuerza. Es una manera de decirle al poder que ‘somos muchos, no nos
gusta lo que ha pasado, y vamos a luchar contra vuestra agenda.
Las ‘targeted protests’
o acciones de protesta específicas, van a ser las más importantes en el
tiempo que viene. El otro día, un grupo de gente se plantó ante el
congresista republicano de Denver, Colorado, que es una ciudad cada vez
más progresista, y se presentaron en su oficina para exigir que cambie
su voto sobre la derogación de la reforma sanitaria.
Donde vivo, en el
Valle del Hudson, se están planeando movilizaciones en los actos
públicos de John Faso, el nuevo congresista republicano, cuyo primer
voto en el congreso fue para derogar la reforma del sistema sanitario.
Cuando el Tea Party llevaba a cabo tácticas parecidas, de disrupción de
actos públicos de políticos que buscaban la reelección, en realidad
bebía de la tradición de gente de izquierda, como Saul Alinsky. (...)
¿Qué haría falta para plantear una resistencia efectiva a Trump o a los republicanos, dadas las circunstancias?
Será muy difícil. No hay respuestas fáciles. Por muy débil que se
encuentre, el movimiento sindical sigue teniendo mucho poder y dinero.
Trump y los republicanos van a ir a por los sindicatos, porque saben que
son la única fuente de apoyo financiero e institucional para los
movimientos progresistas que no venga de los ricos.
Eso es muy, pero que
muy importante, porque la alternativa son instituciones financiadas por
fundaciones o donativos de gente rica que no quiere alterar el
equilibro de poder en la sociedad de manera fundamental.
La Fundación
Ford no quiere dejar de ser la Fundación Ford. George Soros quiere
seguir siendo George Soros. Incluso cuando donan dinero a buenas causas,
siguen estando en el poder, y perpetuando su propio poder. El
movimiento obrero sindical es el único contrapeso que existe a eso. Por
eso Trump y los republicanos van a legislar contra él y atacarlo todo lo
que puedan.
Pero el movimiento sindical tiene un historial reciente lleno de
claroscuros a la hora de arrimar el hombro a otros movimientos.
¿Dónde encajan los demócratas en esa ecuación? En las
primarias, los líderes sindicales no apoyaron a Bernie Sanders, y luego,
en las generales, Hillary sacó menos votos sindicalistas que ningún
demócrata en mucho tiempo.
En gran parte del país, cuando la gente oye el nombre Clinton, piensa
en el NAFTA. Se acuerdan de cómo perdieron sus puestos de trabajo, que
se fueron a México. Algunos políticos demócratas están alineados con el
movimiento sindical y han defendido sus derechos. (...)
Hay motivos muy profundos por los que las familias sindicalistas no
votaron a Hillary Clinton. Desgraciadamente, votaron a alguien que les
va a joder a mayor velocidad y con más fuerza de lo que Clinton hubiera
hecho. Pero como me dijo Tom Lewandowski, un líder sindical en Indiana
hace poco, por lo menos Trump intenta representar emocionalmente a los
trabajadores indignados. Por lo menos se dirige a ellos y a sus
ansiedades. (...)
Dicho eso, Trump firmará leyes nacionales para aniquilar el poco
poder de los sindicatos tan pronto como lleguen a su despacho. No me
cabe la menor duda.
En su trabajo usa con frecuencia el término ‘intersectionality’,
o interseccionalidad, como clave para construir movimientos sociales de
éxito. ¿Puede explicar a qué se refiere, y por qué resulta relevante
para la era Trump?
Por supuesto. Especialmente en la era Trump. La palabra ‘intersectionality’
la acuñó la jurista Kimberlé Crenshaw, pero el concepto se remonta a
gente como Angela Davis y el Colectivo Combahee River. Está muy ligado
al activismo de mujeres negras, a menudo queer.
Se basa en la
idea de que los problemas a los que nos enfrentamos no son separables en
nuestras vidas. Si eres una trabajadora lesbiana negra no puedes
separar cada uno de esos elementos de tu vida. No puedes ser negra hoy,
mujer mañana, y queer el jueves. Eres todas esas cosas a la
vez, y debes pensar acerca de las opresiones a las que te enfrentas como
miembro de todos esos colectivos.
A escala de movimiento, lo utilizo para referirme, por ejemplo, a los
restaurantes de comida rápida en los que la gente cobra salarios de
miseria, y los trabajadores son abrumadoramente de color e inmigrantes.
Nuestro probable futuro secretario de empleo es el director ejecutivo de
la compañía propietaria de las cadenas Carl's Jr. y Hardee’s. Sus
restaurantes tiene un porcentaje de abusos sexuales un 20% más alto que
en otros negocios similares. En la industria de la comida rápida, la
tasa de abusos sexuales está por encima del 40%. Casi la mitad de la
gente que trabaja en uno de estos lugares ha sufrido abusos.
Cuando no
tienes ningún poder en tu lugar de trabajo, y menos en la sociedad en su
conjunto, terminas en un empleo de mierda en el que tu jefe puede hacer
lo que le dé la gana contigo, y hay que entender que todas esas cosas
están conectadas. Eso también se tiene que aplicar a la organización de
movimientos sociales, porque si no están condenados al fracaso.
Trump habla con frecuencia sobre lo mucho que le importan los
trabajadores. Bueno, excepto cuando llama violadores a los mexicanos, o
promete construir un muro o deportarlos a todos a México.
Si una persona
oye a Trump decir que va a recuperar puestos de trabajo, pero luego
escucha cómo denigra a gran parte de la clase trabajadora de este país,
tienes dos opciones: o aíslas una cosa de la otra, y dices “ha dicho
cosas horriblemente racistas, pero me va a conseguir un trabajo”, y te
olvidas del “agarrar a las mujeres del coño”, y todas esas cosas, y
entonces terminas con Trump de Presidente.
O si entiendes que, aunque
haya dicho algo que suena bien para mí, acosa sexualmente a las mujeres y
quiere crear un registro de musulmanes, y eso no está bien, porque es
también un ataque a la gente trabajadora, que afectará al país en su
conjunto, y entonces no terminas con Trump de Presidente.
Por último, y de cara a la marcha del sábado: hay quien
defiende que protestar por la elección de Trump o plantear la
resistencia antes de que tome posesión supone faltar al respeto al
sistema democrático ¿Es eso lo que está sucediendo?
El proceso democrático de este país es un deshecho. El proceso
democrático de este país hace presidente a un hombre que sacó tres
millones de votos menos que su adversaria. El proceso democrático de
este país está gobernado por leyes que datan del esclavismo. ¡Menuda
democracia!(...)" (Entrevista a Sarah Haffe, Álvaro Guzmán Bastida, CTXT, 20/01/017)
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