"(...) ¿Por qué los populismos de derechas o, directamente neofascismos, están creciendo en buena parte del mundo?
Porque
previamente han crecido los excluidos y los directamente expulsados por
el sistema, y con ellos también el miedo de quienes aún no lo están
pero se saben, o empiezan a intuirse candidatos para ese mismo destino.
En ese contexto, la gente quiere soluciones y cuanto más simples y
tranquilizadoras, mucho mejor. Y entre una receta mágica que culpe a
algún “otro” (sea este los emigrantes, la incorporación de la mujer al
mercado laboral…) y una explicación que haga tambalearse cimientos más
profundos de las creencias personales (como que su situación es
consecuencia directa del actual funcionamiento y necesidades del sistema
capitalista) y diferente a lo que parece aceptado mayoritariamente o de
“sentido común” en la sociedad de pertenencia (y no de menor
importancia: del discurso único en los grandes medios de comunicación),
entre una población que ya lleva décadas siendo socializada en los
valores individualistas y egoístas de la era del capitalismo neoliberal
más salvaje, pues los mensajes neofascistas enganchan muy bien.
Amén de
la debilidad de una parte de la izquierda adocenada por el propio
sistema o a la que esto cogió con el paso cambiado, y que no estaba
dando las respuestas y alternativas a estas nuevas realidades y
necesidades vitales de las clases trabajadoras y populares desde las
coordenadas, los principios y los valores de la izquierda.
¿Qué responsabilidad tienen los partidos socialdemócratas en este ascenso?
La
actual –y generalizada– crisis de la socialdemocracia viene generada
por la imposibilidad de combinar un discurso pretendidamente de
izquierdas, y la también pretendida promoción de políticas dirigidas a
mejorar la justicia social, con la aceptación acrítica de las políticas
económicas ultraliberales y en general con la ortodoxia neoliberal. A
cualquier mente con un mínimo de honradez intelectual esto le provocaría
una fuerte neurosis si no la caída directa en la absoluta
esquizofrenia. (...)
En un contexto de crisis como la de los últimos años, la izquierda
no ha sabido conectar con sus potenciales votantes y convertirse en una
verdadera opción de gobierno. ¿Por qué? ¿No está sabiendo adaptar su
discurso a los nuevos tiempos?
Este tema es tan extenso que
llenaría páginas y páginas. Creo que hay varias razones, algunas
internas y responsabilidad de la propia izquierda, y otras cuyo mérito
habría que atribuirle al enemigo. Empiezo por estas últimas.
El proyecto
político neoliberal que se empezó a gestar en los años 70 por la clase
corporativa capitalista y que consiguió neutralizar la cuota de poder y
la iniciativa de la clase trabajadora –ganando, además, las batallas
política e ideológica de manera aplastante en las siguientes décadas–,
se apoyó en la creación de think tanks y en la toma del mundo
académico paciente y sistemáticamente.
Ya en los años 90 nada quedaba
del movimiento estudiantil de los 60, de la fuerza de décadas anteriores
de los sindicatos, y las ideas de economistas como Hayek se habían
convertido en el discurso dominante y en cuestiones de “sentido común”
independientemente de lo que los datos empíricos demostrasen. La
sabiduría convencional cuando alcanza ese éxito se convierte en parte
del inconsciente colectivo, y a partir de ese momento combatirlo se
complica profundamente. Ése fue el mérito de las élites.
La
izquierda, hablando en un sentido muy amplio pero dejando fuera la
socialdemocracia, no reaccionó a esta realidad y cuando lo hizo ya era
tarde. No percibió ni analizó los cambios que se estaban produciendo y
le pilló con el paso cambiado. Creo que se había tragado el cuento de
que los derechos conquistados ya nunca volverían a estar en entredicho y
simplemente se había convertido en la pata izquierda de la mesa común.
De facto era parte de un sistema que no ponía en cuestión. Eso fue
responsabilidad de la izquierda. (...)
¿La izquierda ha renunciado a cambiar el sistema capitalista y se
conforma con reformarlo? ¿Los programas económicos de la izquierda son
creíbles para la población?
El sistema capitalista es
irreformable, a eso me refería antes con “la mentira”. La izquierda más
allá de la socialdemocracia tuvo una larga temporada de letargo en la
que no planteó seriamente las alternativas que le correspondía plantear;
afortunadamente creo que eso ya es cosa del pasado. Por supuesto que
hay que cambiar el sistema y hay alternativas para ello. De hecho esa es
la única alternativa, porque el sistema capitalista no es sostenible ni
social ni económica ni físicamente, y además es cada día más
incompatible con la democracia.
Yo lo que me preguntaría es cómo
es posible que los programas económicos de la derecha sean creíbles para
la población cuando los hechos demuestran que no llevan más que al
precipicio a la gran mayoría social, y sólo favorecen a unas cada vez
más reducidas y opulentas élites locales y transnacionales…
El poder
económico sí tiene su programa y parte de él está en los mal llamados
Tratados de Libre Comercio e Inversión, cuyo objetivo real es cerrar una
tela de araña, una lex mercatoria mundial, que convertirá las
constituciones nacionales y las actuales democracias en papel mojado.
Ante eso, los programas económicos que estamos planteando desde la
izquierda son casi timoratos, pero deben servir de muro de contención
ante esa ofensiva y de puente hacia unos cambios aún más profundos que
vuelvan a poner la economía al servicio de las personas y la vida –y no
de la acumulación de beneficios de las grandes corporaciones
transnacionales–, que regulen las relaciones entre los agentes
económicos y el medioambiente de forma justa y sostenible, cosa que
ahora es evidente para cualquiera que no sucede.
Decir que los
programas económicos de la izquierda son utópicos es una soberana
estupidez, pero una soberana estupidez repetida como un mantra por
quienes ostentan el poder real. Lo que es verdaderamente distópico y
suicida (u homicida, según se mire) es mantener unas políticas de
austeridad que incluso el FMI reconoció en 2013 llevar aplicando
equivocadamente más de 30 años, y que agudizan las crisis en vez de
resolverlas.
Cuando todas estas cosas se le explican a la gente con los
datos en la mano, ya lo creo que los programas económicos de la
izquierda son creíbles. Quien es capaz de explicar el mundo, es además
capaz de cambiarlo." (Entrevista a Sol Sánchez, La Marea, 29/01/17
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