"Cada país, cada región del mundo, está amenazada de manera diferente por
los efectos del cambio climático. Algunos estados-isla del Pacífico se
enfrentan a la desaparición física, engullidos por la subida del nivel
del mar. España, por su parte, se arriesga a convertirse en desierto.
Hasta el actual Gobierno advierte ya de que el calentamiento global
amenaza con que, en lo que queda de siglo, el 80% del suelo esté en
peligro de desertificarse. Incluidas las cordilleras montañosas del sur,
según un análisis del Ministerio de Medio Ambiente de 2016
recientemente publicado en el Portal de Transparencia gubernamental. (...)
El mapa de las zonas áridas de la España peninsular
refleja cómo de noroeste (Galicia) a sureste (Almería o Murcia) las
tierras secas son cada vez más secas (llueve solo entre un 5% y un 20%
de lo que se evapora). El riesgo de desertificación, en diferentes
grados, afecta a 37,4 millones de hectáreas de los 50,5 millones del
territorio total.
Ganando terreno hacia el norte
Los cálculos del informe muestran que el suelo susceptible de
degradarse va ganando espacio: la zona norte de Andalucía, Extremadura,
Castilla-La Mancha, Valle del Ebro, amplias zonas de Cataluña y la
submeseta norte se van tornando más secos hasta perder el tono verde de
las zonas húmedas.
A eso se le añade que las regiones ya áridas empeoran
(se vuelven más anaranjadas en los modelos).
De ahí
que la España húmeda, que ocupaba un 39% entre 1971 el año 2000, al
ritmo actual y con las previsiones disponibles se quede en un 20% al
terminar el siglo XXI. La Islas Canarias lo pasarán todavía peor.
El documento indica que se prevé un incremento "muy acusado" de la
superficie cuyo balance entre lluvias y evaporación la coloca en la
categoría de semiárida, sobre todo en el tercer cuarto del siglo. Pero,
al mismo tiempo, destaca que, para el último tercio, los mayores
incrementos relativos de zonas en riesgo respecto al año 2000 se van a
producir en los suelos con un nivel de amenaza alto o muy alto. Es
decir, los peores suelos.
Desertificar un país
conlleva consecuencias en muchos niveles. La más obvia resulta la
alteración de los ecosistemas que implica "la pérdida de hábitats y de
especies", como subraya el IPCC. La biodiversidad se resiente.
Esta
riqueza natural es uno de las características subrayadas por el
Ministerio de Medio Ambiente: España es el país de la Unión Europea que
más especies de aves, mamíferos y anfibios alberga y está a la cabeza de
superficie incrustada en la Red Natura 2000 de protección ambiental con
222.000 km2.
Pero, además de esta
relación entre mayor desierto y menor biodiversidad, el panel científico
de la ONU recuerda que, junto al incremento de riesgo de los incendios
forestales, estas áreas se enfrentan a "extensos efectos negativos en la
productividad agrícola en el sur" [de Europa]. (...)" (eldiario.es, 20/03/17)
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