"Recordemos brevemente lo sucedido [2]: en 2011, un
terremoto -se ha afirmado que probablemente fuera una réplica del
terremoto de 2010 en Chile- generó un tsunami que causó un colapso en la
planta nuclear de TEPCO (Tokyio Electric Power Company) en
Fukushima, Japón, con seis reactores nucleares.
Tres se derritieron. Lo
que sucedió después fue la mayor liberación de radiación al agua en la
historia del mundo: los productos radiactivos, algunos en cantidades aún
mayores que en Chernobyl, se filtraron en el océano Pacífico.
Las cantidades, es razonable conjeturarlo sabido lo
que sabemos, pueden ser mucho más altas que las estimaciones oficiales
japonesas que, para muchos científicos, son muy inexactas.
Fukushima sigue arrojando, a día de hoy, unas 300
toneladas de desechos radiactivos al mar, al Pacífico.
Diariamente. Y
continuará haciéndolo en el futuro. La fuente de la fuga no puede ser
sellada. Es inaccesible tanto para los trabajadores (desesperados o
ignorantes, en muchos casos, del riesgo que están corriendo por la tarea
realizada) como para robots, debido a las temperaturas extremadamente
altas.
Fukushima puede llegar a ser el peor desastre
ambiental en la historia de la humanidad. Empero, actualmente, apenas es
mencionado por la mayoría de políticos institucionales y por muchos
científicos no concernidos, y está más que ausente de las informaciones
periodísticas de los grandes medios.
Una posible explicación: TEPCO, la
propietaria de la central siniestrada y de muchas otras centrales
atómicas japoneses, una gran corporación sin duda, puede ejercer un
fuerte control, directo o indirecto, sobre empresas de noticias y sobre
muchos políticos.
Aunque no podamos
sentir directamente la radiación -que ni se ve ni se huele-, algunas
partes de la costa occidental de América del Norte están viviendo hace
años sus efectos. Eso sí, funcionarios gubernamentales afirman que
Fukushima no tiene nada que ver con lo sucedido a pesar de que la
radiación en el atún de Oregón se triplicó después de la hecatombe.
Ya
en 2012 se publicó en una de las revistas científicas más prestigiosas
–PNAS (Proceedings of the National Academy of Sciences)-
que los atunes del Pacífico incorporan los radionucleidos de Fukushima,
detectándose en los capturados en California cantidades de cesio
radiactivo 10 veces superiores (¡incrementos de 1.000%!) a las
determinadas antes del accidente nuclear. [3]
La propia TEPCO
anunció hace unas semanas haber observado niveles récord de radiación y
un agujero en una parte metálica del interior del sarcófago del reactor 2
[4].
Una pequeña cámara fue enviada a finales de enero a
esa unidad. El análisis de las imágenes filmadas permitió deducir que en
una parte del sarcófago “las radiaciones pueden alcanzar los 530
sieverts por hora” (un ser humano expuesto a una radioactividad así
moriría casi al instante). (...)
Hay un margen de error en la cifra señalada -530
Sv/h- por lo que el nivel podría ser también un 30% inferior. “Pero
sigue siendo alto”, ha admitido un portavoz de TEPCO, Tatsuhiro
Yamagishi.
El último registro, constatado en 2012 en otro lugar del reactor 2, era, también según TEPCO, de 73 sieverts. El
nivel extremadamente alto de radiaciones medido en un lugar, si fuera
exacto, “puede indicar que el combustible no está lejos y que no está
cubierto de agua”, ha declarado a la cadena pública NHK Hiroshi Miyano,
el profesor de la Universidad Hosei, que preside una comisión de
estudios para el desmantelamiento de la central.
Se ha constatado además un agujero, un
cuadrado de un metro de lado, en una plataforma metálica situada en el
sarcófago, bajo el depósito que contiene el corazón del reactor.
Hipótesis razonable: puede haber sido causado por la caída de
combustible, que habría fundido y agujereado el depósito.
Los reactores 1, 2 y 3, recordemos, fueron los más
dañados en 2011 y causaron una enorme emisión de sustancias radiactivas.
Todavía no se ha localizado el combustible que supuestamente se fundió
en esas tres unidades de las seis, recordemos, que tiene la central
dañada. (...)
El impacto sobre la
salud pública, todavía negado por múltiples instancias de “seguridad
nuclear”, sigue desarrollándose inexorablemente según las previsiones
que la ciencia radiobiológica y la experiencia de accidentes previos
permite establecer.
Así, el primer efecto
esperable, debido a la liberación de iodo-131, es el incremento de
cáncer de tiroides en niños y jóvenes a partir del 3º-4º año del
accidente. Y en efecto, el primer estudio epidemiológico publicado
constata esa realidad.
Tsuda y col [5] han estudiado la prevalencia de
cáncer de tiroides en 298.577 sujetos menores de 19 años del área de
Fukushima entre 2011-2014 y han encontrado un incremento de 30 veces
–variable según la subárea- respecto a la prevalencia esperable según
las tasas del resto de Japón durante ese periodo.
Los 110 casos
diagnosticados a fines de 2014 se siguen incrementando, pues no toda la
población del área ha sido cribada. En los próximos años otros efectos,
todos ellos dañinos, son esperables.
4. Costes.
El costo del desmantelamiento, indemnizaciones a los
habitantes de la zona y descontaminación ambiental tras el
accidente-hecatombe nuclear será de más de 170.000 millones de euros
superior a lo inicialmente previsto según han anunciado fuentes
autorizadas en el canal de televisión NHK [6]. (...)
Por lo demás, asunto más que importante por lo que significa humana y
económicamente, recuperar el combustible que quedó fundido en tres
unidades y limpiar el lugar lo mejor posible todo el territorio exigirá
entre tres y cuatro décadas (tampoco hay fechas precisas). (...)" ( Eduard Rodríguez Farré , El Viejo Topo, 11/03/17)
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