"(...) Menciona que Reagan tendía a la
sobresimplificación, y que eso resultó muy problemático en Oriente
Medio, no solo en Afganistán, sino en Líbano o Libia. ¿Cómo valora su
legado?
La mayoría de estadounidenses tiene un recuerdo muy
favorable de Reagan como el hombre que supuestamente ganó la Guerra
Fría, restauró la prosperidad y la confianza estadounidenses. Pero su
historial en el mundo islámico es muy sombrío. La intervención para
mantener la paz en Líbano en 1982 tuvo consecuencias desastrosas.
Vista
con perspectiva, su intervención en la guerra entre Irak e Irán a favor
de Sadam Husein tampoco fue nada buena. La venta ilegal de armas a Irán a
la espera de que el Gobierno iraní liberase a algunos rehenes es
ridícula. Y la breve campaña de bombardeos contra Libia no consiguió
casi nada, por mucho que se vendiera como una manera de darle una
lección a Gadafi. Su historial es muy pobre.
Ha mencionado la alianza con Sadam Husein. El
juego de alianzas en la región parece arbitrario en muchos casos. ¿Por
qué son Kuwait y Arabia Saudí aliados estadounidenses, mientras Irak,
por ejemplo, pasa de aliado a enemigo? ¿Qué motiva esos cambios?
Apoyamos a Sadam Husein en los 80 porque la Administración
Reagan le veía como el mal menor frente al Irán revolucionario. Pero
Sadam cometió el gran error de cálculo de tratar de anexionar Kuwait en
el 90, creyendo que EE.UU. le dejaría hacerlo.
No fue el caso. De modo
que la ‘Sadamfobia’ motivada por la invasión de Kuwait sigue durante los
90, después de que sobreviviera la primera Guerra del Golfo, hasta
2003, cuando Bush hijo finalmente va a por él por segunda vez tras el
11-S.
Los países que piden protección a EE.UU. y ‘se portan
bien’, reciben el apoyo estadounidense, en especial si tienen algo que
ofrecer, como el petróleo. Pero aquellos que no se comportan, como Irán
después de la revolución, o Irak a partir de 1990, resultan castigados.
Detrás de todo eso, y desde 1980, está el deseo de los EE.UU. de estar
en una posición en la que pueden determinar el orden existente, sobre
todo en el Golfo Pérsico.
Esta estrategia ha fracasado. No hay más que
fijarse en Arabia Saudí, que cuenta con la protección de EE.UU. pero al
mismo tiempo, en los 90, se dedicó a exportar la ideología radical
islamista que ha ayudado a la proliferación de Al Qaeda y el Estado
Islámico.
Señala también que EE.UU. no estuvo cruzado de brazos en los 90. ¿Por qué es importante resaltarlo?
Porque la gente ha olvidado la predilección por el
intervencionismo armado del Gobierno Clinton, que intensificó la
intervención en Somalia, y lanzó las de Bosnia, Kosovo, atacó Sudán y
Afganistán con misiles crucero y bombardeó reiteradamente a Irak.
Entonces, ¿qué cambia con el 11-S?
Bush eliminó cualquier freno, y se lanzó a invadir países,
derrocar regímenes y rehacer naciones de acuerdo con los intereses
estadounidenses. Lo intentó con Afganistán e Irak. Si lo hubiera
logrado, el proyecto habría continuado para incluir a otros países. Pero
nunca pasó de Irak y Afganistán.
Han pasado casi cuarenta años desde la
promulgación de la Doctrina Carter, y EE.UU. está intensificando la
guerra de Irak, nunca se fue de Afganistán, y ahora está presente en
Yemen, entre otros lugares. ¿Cómo termina esta historia?
Es imposible saberlo. He escrito la historia de una guerra
que sigue en marcha. Es imposible vislumbrar el final de la
intervención militar estodounidense en la región. En mi opinión, no cabe
esperar ningún resultado positivo. Estamos dando palos de ciego.
¿Qué tendría que ocurrir para que los EE.UU. se conviertan en una fuerza de paz en Oriente Medio?
En primer lugar, reconocer que la militarización de la
política estadounidense que empezó en 1980 ha fracasado. El fracaso es
irreversible. Y por eso mismo, los políticos deben empezar a pensar en
métodos para lograr la estabilidad que no conlleven bombardear a otros
pueblos.
Es el reto del estadista creativo, que creo que debe empezar
por aceptar que los países de la región deberán resolver sus propios
problemas. Los de fuera no pueden hacerlo. ¿Cómo conseguimos que los
países de la región acepten eso y colaboren entre sí en defensa de sus
propios intereses? Es difícil, pero es lo que deberíamos estar
intentando hacer." (Entrevista a Andrew Bacevich / Autor de ‘America’s War for the Greater Middle East’, Álvaro Guzmán Bastida, CTXT, 07/04/17)
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