"(...) “Creo que la figura socializada del emprendedor no explica nada, más
bien necesita ser explicada. Hay que entenderla no por su significado
intrínseco, sino por el que adquiere dentro de un conjunto de relaciones
sociales y transformación de la propia naturaleza del trabajo.
Ante el
derrumbe de las certidumbres forjadas en torno a la identidad laboral
del empleo se desplaza el riesgo y la responsabilidad a cada individuo,
que debe hacer de su capacidad de empleabilidad una premisa frente a un
mercado de trabajo competitivo.
Se eliminan el contexto y las
posibilidades que tiene una sociedad para modificarlo, asumiendo
entonces que cada uno de nosotros nos convertimos en accionistas de
nuestra propia fuerza de trabajo y como tal debemos comportarnos.
Es el
ser humano universalmente disponible a las necesidades motivadas por la
rentabilidad económica, esto es, un tiempo orgánico, humano, obligado a
funcionar al ritmo que exige el tiempo financiero haciendo de nuestras
vidas un proceso de reconversión industrial continuo.
Ahora bien,
muchos de los elementos y cualidades que utiliza la épica empresarial
son adaptaciones de reivindicaciones y formas de vida que por sí mismas
no describen la racionalidad neoliberal. La idea de autonomía, o de
tener iniciativa, de voluntad por cambiar, por emanciparse, no son en sí
mismas desechables, lo es el modo de relaciones sociales de producción y
dominación en el que están insertos.
Lenin definía el capitalismo como
“el aplastamiento inauditamente feroz del espíritu emprendedor, de la
energía, de la iniciativa audaz de la masa de la población, de su
inmensa mayoría, del 99 por 100 de los trabajadores”. (...)
La rotura generacional gana visibilidad día a día. En Estudios del malestar,
José Luis Pardo ironiza sobre una generación -la nuestra- que, ante la
falta de empleo, busca forjar su identidad dedicándose a la
transformación activa del mundo.
Pardo reflexiona sobre una foto fija de
la democracia liberal, sostenida en un Estado de bienestar que en el
sur de Europa ha derivado en una ficción colectiva apoyada en la deuda
¿No hay alternativa?
Creo que la situación que vivimos es parecida a la que interpreta Althusser en Maquiavelo,
cuando el príncipe debe lanzarse a una aventura para fundar el nuevo
principado; la obligación de afrontar una realidad sin las herramientas
para hacerlo.
Ante la glorificación de un cosmopolitismo obnubilado por
la mundialización de la economía y el repliegue que mistifica el papel
histórico del Estado-nación, ¿qué opciones quedan? ¿Cómo afrontar la
dimensión europea cuando la UE se ha pensado para evitar el control
democrático? Cambiar España pasa por cambiar Europa y para eso, también
es fundamental forzar un rediseño integral de Europa impulsado desde una
alianza de países.
Ahora bien, esto precisa de procesos de movilización
ideológica y de subjetivación colectiva a todas las escalas y en
distintas latitudes. ¿Hasta dónde podemos pensar la alternativa? La
necesaria introducción transversal de los límites medioambientales y
energéticos, entre muchas otras cosas, obliga no solo a frenar a las
fuerzas reaccionarias que surgen en Europa, sino, sobre todo, a las
razones y racionalidad políticas y económicas que los cultivan. (...)" (Andrés Carretero
, CTXT)
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