"Francia está dividida en dos. Tras la primera vuelta de las
presidenciales del pasado 23 de abril se dibujó una fractura clara: el
electorado rural optó por Marine Le Pen; los franceses de las grandes
ciudades eligieron a Emmanuel Macron.
Para el geógrafo independiente
Christophe Guilluy (Montreuil, 1964), esta fisura es el resultado de
años de abandono de la “Francia periférica”, la de las pequeñas
ciudades, los pueblos y las zonas rurales. Una Francia que él retrató en
2014 en la obra La France périphérique. Comment on a sacrifié les classes populaires (Editorial Flammarion).
Tras más de una década teorizando sobre este escenario de confrontación
entre las burguesías urbanas de las grandes metrópolis y las antiguas
clases medias de la periferia, Guilluy aparece ahora como un visionario.
“El hombre que lo vio todo” se tituló el perfil que Le Figaro le dedicó al día siguiente de la primera vuelta.
Guilluy está convencido de que se está produciendo una reconversión
del modelo político tradicional, la muerte del eje derecha-izquierda y
el nacimiento de un nuevo bipartidismo: el que opone la Francia de
arriba, de la ciudades, a la Francia de abajo, de la periferia.
“Es una
época apasionante, asusta un poco pero es muy interesante”, confiesa en
la mítica plaza de la République de París, “el corazón de la
gentrificación, donde la clase obrera y popular ya no existe”. Nada más
empezar, Guilluy avisa: “Sé que lo que digo puede molestar pero soy
geógrafo, hablo de los problemas sin tener las soluciones”.
¿Los habitantes de lo que llama usted Francia periférica son la antigua clase obrera?
Más bien son todo lo que llamábamos clase media: los obreros, los
trabajadores medios, los agricultores... Pero el concepto de Francia
periférica se refiere sobre todo al lugar donde viven, los territorios
que menos empleo crean.
Es un modelo globalizado: Francia, Europa,
Estados Unidos. Asistimos a la desaparición de la clase media
occidental. Obviamente siempre hay un medio, un arriba y un abajo, pero
desaparece la clase media integrada, en fase de ascensión social. Hay
una ruptura entre la Francia de las grandes ciudades mundializadas y el
resto.
¿Y este resto le parece homogéneo?
Decir que fuera de las grandes ciudades hay una distinción entre
pequeñas ciudades y pueblos ya no tiene sentido. Un habitante de París
no tiene nada que ver con uno de una pequeña ciudad del centro del país.
Yo no quería hablar de la Francia urbana y periurbana así que use la
palabra periférica: todo lo que está alejado de las grandes zonas de
empleo.
¿Estamos hablando de una gran parte del país?
Cuando se suman las pequeñas ciudades, las medianas, los pueblos o
las zonas rurales representan el 60% de la población. El potencial es
enorme. Lo que pasa es que llevamos años pensando que fuera de las
grandes ciudades no existe casi nada. Y dentro de este 60% encontramos a
esos obreros, agricultores, trabajadores... Gente que estaba muy bien
integrada antes y lo está cada vez menos. (...)
Usted lleva años avisando de esta fractura explicando que
definirá el nuevo eje político de nuestra sociedad. ¿Cree que ha llegado
por fin este momento en Francia?
No sólo en Francia. La Inglaterra periférica ha votado a favor del Brexit frente
a la oposición de Londres. Y cuando miramos la sociología y la
geografía de la América de Trump, es lo mismo. Todo nos demuestra que
hay una nueva fractura que ya no se sitúa en la oposición de
izquierda-derecha. (...)
¿Por qué los partidos tradicionales ya no consiguen convencer?
Porque se construyeron por y para la clase media y siguen
dirigiéndose a gente que ya no existe. Cuando estudiamos la sociología
de cada partido es obvio: la derecha convence a una base muy pequeña,
los jubilados, y la izquierda tiene a los funcionarios. Pero en general,
el resto de los franceses ya no se identifica en este eje. (...)
En el futuro, los dos nuevos bloques de la Francia de ciudad y la
Francia periférica (o la Francia de arriba y la Francia de abajo)
acabarán siendo los bloques de la recomposición política. (...)
¿Este enfrentamiento será aún más claro en la segunda vuelta?
Estoy seguro de que podremos identificar los grandes bastiones de Macron
en las ciudades y los de Le Pen en esta Francia periférica. Pero
geográficamente ya es bastante claro hoy. En el este hay mucho voto FN y
en el oeste son más de Macron, pero si hacemos un zoom, vemos que por ejemplo en Rennes el FN casi no existe pero en los pueblos alrededor consigue un 20%. Y al revés.
Tampoco es un debate a favor o en contra de la mundialización porque
la clase obrera y popular también aceptó ese modelo, la Francia
periférica está viendo que está peor que las grandes ciudades en cuanto a
nivel de vida, paro, dificultades, movilidad...
Esto es lo que crea la
impugnación populista. La gente no se despierta de un día para otro
pensando “ahora soy de derechas”. De hecho, vemos que una mayoría sigue
atada a ideas de izquierda como la laicidad, los servicios públicos...
En la Francia que vota Le Pen también hay gente con estas ideas, no hay
que olvidarlo.
¿El FN es la única alternativa que tiene esta Francia periférica?
No creo. Hay una fractura y el FN la está lo aprovechando. Pero, si
no hacemos nada por esta Francia abandonada, mañana puede que otro
partido --con un pasado menos marcado u otra candidata-- represente al
movimiento populista francés. Puede llegar un Trump francés que consiga
unir toda esta periferia. (...)
Lo que aparece es un nuevo conflicto de clase. Pero una lucha de clase
inconsciente. Hoy la gente ya no tiene la sensación de pertenecer a una
clase. Hay un mundo de arriba y un mundo de abajo. Y los de abajo tienen
cada vez más una percepción distinta comparada con los de arriba.
En
vez de condenarles al ostracismo diciéndoles bien que son racistas, bien
que son idiotas, que es lo que hicimos con el Brexit o Trump, habría que tomarles en serio, ver qué les pasa e intentar encontrar soluciones.
Aun así, la Francia que vota a Le Pen es más xenófoba...
La gente más crítica con la inmigración es de clase popular, claro,
pero el análisis inmediato de los intelectuales es decir que son
racistas e idiotas. Yo digo que en este tema somos todos idénticos pero
lo expresamos de manera distinta, en función de nuestra posición.
Obviamente, los que tienen más cultura jamás dirán “no a la inmigración”
porque les marca socialmente. Pero, si miramos las cifras, el 70% de
los franceses considera que hay que regular el flujo migratorio así que
estamos mucho más allá de Marine Le Pen. La cuestión no es sobre racismo
o no sino sobre la frontera invisible que nos separa de otras culturas.
¿Un racismo de clase?
En el este parisino, por ejemplo, donde hay más inmigración, la gente
votó a Mélenchon pero son los que más piden cambios de colegios para
sus hijos y no llevarles al que les toca por cercanía. Es su manera de
poner una distancia. Dicen que viven en un barrio multicultural pero al
final prefieren que sus hijos no se mezclen.
Para las clases populares
es al revés: cuando uno es propietario de una pequeña casa en un pueblo
perdido de la Bretaña y una familia chechena llega al lado, no les queda
otra que compartir espacio.
Al final, el multiculturalismo con mil
euros al mes no es lo mismo que el multiculturalismo con diez mil. Y la
clase política y mediática lleva años culpabilizando al señor de la
Francia periférica. Esta hipocresía provoca un rechazo automático del
discurso moralizador, de lo que llaman “el sistema”, y les conforta aún
más en su elección populista.
La Francia periférica acabó confiando en una abogada, hija de
familia acomodada de Saint Cloud y con padre político. Todo lo que
parece rechazar. ¿La clase popular es ingenua?
Eso sería pensar que los de arriba influyen en los de abajo cuando es
al revés. Creo que los de abajo usan el FN porque es la única oferta
política que habla de algo de su realidad pero si mañana hay otra oferta
política, votarán a otro. Ella adaptó los códigos de los de abajo:
criticando la mundialización les seduce mientras provoca un rechazo
brutal a los de arriba.
Y Macron es el candidato de los de arriba.
Representa obviamente a los ganadores de la mundialización pero
también convence a los protegidos de la mundialización. Lo que
constituye un gran bloque. Yo lo conocí cuando era ministro. De hecho, en su libro habla mucho de la Francia periférica porque es totalmente consciente de esta fractura.
¿No es demasiado simplista hablar de una fractura arriba-abajo?
Es una realidad. Hay que mirar las cifras de empleo, del precio de la
vivienda en las grandes ciudades... Todo ha cambiado. Sí, quedan
algunos pobres en las grandes ciudades --de clase popular inmigrante--
pero hay una nueva sociología. Y los que dicen “es más complicado que
esto” es que no quieren ver el problema.
¿Quién es responsable de esta fractura?
El modelo económico. Crea mucho dinero y con mucha gente que lo
aprovecha pero es desigual. En Francia provoca un gran desconcierto
porque aquí pensamos que somos expertos en una sociedad igualitaria, que
somos los grandes defensores del republicanismo...
¿Estas dos Francias son irreconciliables?
Una sociedad funciona si los de arriba se vuelven ejemplares para los
de abajo. Esa es la historia del Partido Comunista Francés, había una
clase popular que seguía a unos intelectuales porque tenían empatía.
Pero después, condenamos a las clases populares al ostracismo.
No
costaría nada hacer una revolución intelectual pero se tendría que hacer
desde arriba y, de momento, la gente de arriba adopta la postura de
“tenemos que reeducar al pueblo”. Creo que hay que hacer exactamente lo
contrario: mover posiciones arriba, pensar mejor, porque los de abajo ya
no tienen nada." (Entrevista a Christophe Guilluy, CTXT, 05/05/17)
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