"No aprenden, vuelven a las andadas. Nos referimos a los burócratas de
Bruselas. No han entendido nada de las últimas elecciones francesas, y
ya le piden a Emmanuelle Macron lo imposible.
Por dos razones, Francia
no es Alemania, y tiene unas características económicas peculiares que
le hacen resistir mejor que ningún otro país las recesiones, pero, por
el contrario, crecer menos en períodos de expansión.
Si Macron hiciera
lo que le piden, no duraría ni un trimestre como presidente de la V
República y no duden que se montaría tal tumulto que desembocaría en un
período constituyente hacia la VI República. Eso sí, fuera de la
esclavitud del Euro. (...)
Obviamente los franceses eligieron lo menos malo. Pero eso no implica
que la ciudadanía francesa legitime aquello que se intuye que hay detrás
de la hoja de ruta económica de Macron. Hay que esperar ahora a las
legislativas, sin descartar en absoluto una cohabitación. Sólo un
comentario, el hundimiento de la socialdemocracia tradicional. Cuando
han intentado volver a los orígenes ya no eran creíbles. (...)
Tras respirar aliviados, desde Bruselas le quieren imponer deberes a
Macron, sin entender nada. Le piden austeridad fiscal, reducción del
sector público y flexibilidad laboral. Lo de siempre. Psicópatas en toda
regla.
A cambio, siguen sin decir nada sobre los superávits por cuenta
corriente de países como Holanda y Alemania. Y Francia no está para
contemplaciones con estos países centrales, que vía tipo de cambio
infravalorado nos están sorbiendo la sangre al resto de los europeos.
Aquí Macron se la juega. (...)
El perfil de Macron vuelve a recuperar algo que era usual en los
presidentes de la República francesa, su exquisito nivel y formación
intelectual. Pero ahora le esperan sus actos, “obras son amores”. (...)
Francia es un país con una economía muy intervenida, donde el gasto
público juega un papel predominante. Siempre, desde posiciones ortodoxas
neoclásicas, se ha considerado al país galo como una economía en
declive o decadencia. Sin embargo, y paradójicamente, es el peso del
sector público francés, en una recesión de balances privados como la que
hemos tenido, el que ha evitado una más que segura intensa contracción
económica. (...)
A diferencia de España, u otros países intervenidos o
rescatados, el país galo no ha implementado duras medidas de austeridad
fiscal o devaluación salarial, que al final acabaron hundiendo el
crecimiento económico, y aumentando el déficit público –solo cuando se
dejaron de lado, España empezó a recuperarse-.
El arraigo social de las
políticas públicas en Francia, que tienen su estrella en la educación,
con un 21% del PIB, hacen complejo diseñar un escenario de
adelgazamiento y una política de austeridad expansiva que se ha
demostrado inútil y dañina. Su mercado laboral tiene sistemáticamente
más protección que la mayoría de los países de la OCDE, con un salario
mínimo muy alto, pero su tasa de paro es del 9.6% y nunca estuvo por
encima del 10.5%.
La mitad que España. Su renta per cápita ya superó la
renta pre crisis en 2015, y encima, lo más sorprendente, su índice de
Gini se reduce desde 2010 y hoy es equivalente al que tenía antes de la
crisis. Su tasa de pobreza es menor que la de Alemania y mucho menor que
la de España. Y se redujo entre 2012 y 2014. Francia es un
contraejemplo frente a la austeridad.
Macron debe
encabezar la rebelión del sur. Alemania y, en menor medida Holanda,
violan sistemáticamente, desde 2011, los límites de excedente externo,
quedando absolutamente impunes. Por el contrario no paran de exigir
austeridad y devaluación salarial al resto de países, empobreciéndolos
de manera sistemática, cuando si estuvieran fuera del euro el mecanismo
de ajuste menos traumático sería una depreciación de sus divisas. (...)
Somos nosotros, los europeos del sur, incluida Francia, quienes les
hemos sacado las castañas del fuego a los alemanes y holandeses,
produciéndose un trasvase de renta del sur hacia el centro,
especialmente en épocas de crisis.
¿Cómo? A través de un tipo de cambio
que ni por asomo lo tendría Holanda, y, mucho menos Alemania, si no
existiera la Unión Monetaria. Sus monedas se revalorizarían alrededor de
un 30% respecto al nivel actual del euro. Y sus economías se pararían.
Es hora desde los países del sur, empezando por Francia, de exigirles
que inviertan esos superávits. Y ahí entra Macron. Si no lo hace, y
sigue con más de lo mismo, seguirá la estela de sus antecesores y dará
las alas definitivas a los neofascistas de Marine Le Pen. Estaremos
atentos y ojo avizor a lo que ocurra." (Juan Laborda, Vox Populi, 11/05/07)
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