"Lo sucedido en la mañana del 26 de noviembre de 2015 tritura la mente —y el corazón— de María Luisa Martínez como si fuese un delirio. Este lunes, la Fiscalía del
área de Alcalá de Henares hacía pública la acusación contra "una
octogenaria que mató a su hijo e intentó quitarse la vida porque no
podía cuidarlo”. (...)
“Fui limpiadora de los uniformes de la Brigada de Paracaidistas
de Alcalá de Henares [actualmente con base en Paracuellos de Jarama]",
sentencia con firmeza María Luisa. Su memoria no titubea ni por un
segundo y recuerda a la treintena de hombres que tuvo a su cargo: “Cada
semana, los paracaidistas me traían hasta los calzoncillos
y los calcetines”, explica desde el sofá de piel marrón de su casa en
Torres de la Alameda.
Lavaba a mano decenas de prendas militares en un barreño de madera que, durante los meses de invierno, le provocaba hasta heridas
en las manos por el agua congelada. Ganaba cuatro pesetas, que junto al
sueldo de su marido eran pocas pero suficientes para construir la casa
en la que hoy pasa su íntimo calvario.
Se trata de la muerte de su
hijo Tomás Romero Martínez, que dependió totalmente de ella a lo largo
de sus 64 años de vida. Nació con una minusvalía mental, falta de
movilidad y era sordomudo. Nunca pudo trabajar, pero su estado de dependencia empeoró cuando ya de mayor se quedó ciego.
“Tomás siempre estaba en el campo de fútbol de Alcalá de Henares, le
encantaba el deporte y colocaba la ropa de los jugadores, que le querían
con locura”, recuerda su madre con un profundo dolor marcado en los
ojos.
Y sigue: “Cuando se quedó ciego, empezó a tener miedo de todo, ya
no quería salir ni de su habitación y solamente hacía las cosas si yo
estaba a su lado”. Su nieta Sandra lo corrobora: “Cuando mi abuela no
estaba, mi tío se ponía nervioso, solamente quería estar con ella porque
era quien lo había cuidado toda la vida”. (...)
Según el testimonio que la misma protagonista ha contado a El Confidencial, fueron el dolor acumulado y el deterioro de su salud por la avanzada edad los principales motivos que la llevaron a tomar la fatídica decisión de terminar con la vida de su hijo Tomás y la suya propia, aunque finalmente sobrevivió.
Los
hechos se desencadenaron de la manera siguiente. Entre las 9:40 y las
12:00 del día 26 de noviembre de 2015, María Luisa Martínez Barranco,
nacida el 10 de mayo de 1932 y sin antecedentes penales, decidió
preparar un brebaje tóxico para ingerir. Según la nota informativa que filtró la Fiscalía, la anciana vació en un recipiente 16 pastillas de medicamentos correspondientes a ibuprofeno, paracetamol, urbason y enantyum, entre otros. Los trituró todos con una batidora y echó su contenido en dos vasos de cristal.
Acto seguido, le dijo a su hijo Tomás que se bebiera el primero de los
vasos, sin que el mismo tuviera posibilidad de conocer su contenido,
tomándose ella el segundo de los vasos. Ambos entraron en estado de inconsciencia por intoxicación.
Su nieta Sandra, que había acompañado junto con su madre Loli a su otro
tío al médico, los encontró tumbados en la cama de uno de los
dormitorios cuando regresaron a la vivienda. (...)
María Luisa Martínez está a la espera de un juicio todavía sin fecha con
un jurado popular. La suya no fue una decisión improvisada sino un acto de amor desesperado, según defienden sus familiares. “Mi madre lo que no quería es dejarnos a nosotros la carga de
nuestro hermano sabiendo que ella estaba mayor”, cuenta Loli. A esta
anciana le duele no poder coser ya los trajes de disfraces para sus
nietos y ver cómo el hijo que vive con ella —también con una
discapacidad— limpia los rincones de la casa que ella no logra alcanzar.
Todos los hijos han renunciado a cualquier tipo de indemnización por
el suceso y denuncian la falta de consideración de algunas personas:
“Estamos muy mal viendo lo que se dice de nuestra familia sin que nadie
nos haya preguntado nada, tenemos miedo de lo que vaya a pasar porque lo
que ha hecho mi madre lo hubiesen hecho muchas otras mujeres en su
situación”, denuncia su hija Loli, que cada día va a casa de su madre a
comer. (...)
“Nadie sabe ni quiere decir nada porque los que conocemos a María Luisa
sabemos que fue algo muy íntimo, que decidió sin consultar con nadie
porque pensó que era lo mejor para su familia”,
confiesa un vecino, que prefiere preservar su anonimato, entre susurros.
Y remata: “Es muy fácil juzgar cuando no conoces, pero una madre es capaz de hacer cualquier cosa por su hijo, aunque algunos no lo compartan”. (El Confidencial, 27/07/17)
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