12.9.17

Zizek: la destrucción de Grecia... un modelo europeo


"(...) Este programa, que los Gobiernos griegos han aceptado sin rechistar, presenta dos aspectos: el de la «estabilización», y el de las «reformas». Unos términos cuya connotación positiva pretende enmascarar la catástrofe social que provocan.

La llamada «estabilización» prevé que se apliquen medidas como una fiscalidad indirecta de consecuencias devastadoras; unos récortes del gasto público cuya amplitud no admite comparaciones; el desmantelamiento del Estado providencia, sobre todo en los ámbitos de la sanidad, la educación y la seguridad social; y también numerosas privatizaciones, incluyendo las de bienes públicos tan fundamentales como el agua y la energía.

Las llamadas «reformas» suponen la liberalización del despido, la supresión de los convenios colectivos, la creación de unas «zonas económicas especiales» y, en general, la aplicación de reglamentaciones pensadas para que los más poderosos intereses económicos puedan hacer inversiones en Grecia con condiciones literalmente propias de la época colonial, como si nuestro país fuese una región subsahariana.

Y todo lo que antecede no es más que una parte ínfima de las actuaciones previstas en el memorándum griego, es decir, en el acuerdo que Grecia ha firmado con el FMI, la Unión Europea y el Banco Central Europeo.

Se suponía que estas medidas permitirían a Grecia salir de la crisis. El riguroso programa de «estabilización» debía producir unos excedentes presupuestarios que harían que Grecia no necesitara préstamos y que, además, pudiera ir devolviendo parte de su deuda pública; mientras que las «reformas» debían permitir que el país recuperase la confianza de los mercados, los cuales, ante el desmantelamiento del Estado providencia y un mercado laboral sobresaturado de trabajadores a bajo coste, desesperados y desprovistos de protección, se lanzarían precipitadamente a invertir sus capitales en Grecia.

De este modo se abriría el camino hacia una nueva fase de «crecimiento», que por cierto no está produciéndose en ningún lugar que no sean los Libros Sagrados y los más perversos cerebros del neoliberalismo mundial.

(...) sin embargo, transcurridos tres años desde la firma del memorándum, la situación va de mal en peor. La economía se hunde cada vez más por la crisis y, como es evidente, no se pagan impuestos por la sencilla razón de que la gente no tiene con qué pagarlos. La reducción del gasto público ha llegado hasta el corazón mismo de la cohesión social, y ha creado unas condiciones cuyas consecuencias suponen una verdadera crisis humanitaria.

Permítaseme que sea más preciso; estamos hablando de personas que comen lo que encuentran en los cubos de basura y que duermen en las aceras; de pensionistas a los que no les alcanza ni para comprar el pan; de hogares que no tienen electricidad: de enfermos que no tienen acceso ni a los medicamentos ni a los cuidados básicos; y todo esto está ocurriendo en un país que pertenece a la eurozona.

Como es obvio, los inversores no han acudido a Grecia, ya que sigue siendo factible que el país termine en un proceso de «bancarrota ordenada». Y los autores de este memorándum, cada vez que se produce una nueva tragedia, insisten en aplicar más impuestos y más recortes en el gasto público. La economía griega ha entrado en el círculo vicioso de la recesión incontrolada, una espiral que no conduce a ninguna parte, como no sea a la destrucción total.

El plan de «Salvamento» griego (otra palabrita agradable que se usa para describir el proceso de destrucción) ignora un principio básico: la economía funciona igual que las vacas. Se trata de comer hierba y producir leche.

Es imposible reducir en tres cuartas partes la cantidad de hierba que come la vaca y al mismo tiempo exigirle que cuadriplique su producción de leche. Esa vaca subalimentada moriría, simplemente. Y eso es en realidad lo que le está ocurriendo ahora a la economía griega. (...)

Cuando vemos que una persona está ahogándose, no le atamos un peso a los pies, sino que le damos un salvavidas. En cuanto a los talibanes del neoliberalismo, ellos siguen insistiendo, incluso a fecha de hoy, en afirmar que todo se arreglará. Mienten, y lo saben. Todos, excepto aquellos de entre ellos que son imbéciles.

Pero no es cuestión de imbecilidad ni de dogmatismo. Incluso algunos de los principales dirigentes del FMI se han referido ya a la existencia de un «error» en la concepción misma del programa de austeridad que se está aplicando en Grecia.

Dicen que no llevará a ningún lado porque la recesión que está provocando se encuentra, sencillamente, fuera de cualquier control. Y, a pesar de todo, con testarudez inaudita, se sigue aplicando ese programa e, incluso, endureciéndolo más y más. Es obvio que no se trata de salvar a Grecia, sino de otra cosa.

La verdad es que lo que le interesa a Europa, lo que le ingeresa al FMI, no es que la economía griega salga de la crisis. El príncipal objetivo que persiguen esas instituciones es que el modelo que se está imponiendo a Grecia sea más adelante el modelo que deben y deberán seguir todas las economías europeas en situación de crisis.

Este programa pone punto final a lo que, en la Europa de la posguerra, se conoció como el «contrato social». No importa demasiado que Grecia termine declarándose en bancarrota y hundiéndose en la miseria. Lo que cuenta es que se haya empezado a hablar abiertamente, en un país de la eurozona, de salarios de niveles chinos, de la cancelación del derecho al trabajo, de la destrucción de la seguridad social y del Estado providencia, y de la privatización integral de los bienes públicos.

Con la excusa de la lucha contra la crisis, el sueño de los más perversos neoliberales -ese sueño que, tras los años noventa, se libró de la fortísima resistencia que le opusieron hasta entonces las sociedades europeas- ha terminado haciéndose realidad.

Pero Grecia no es más que la primera parte. La crisis de la deuda soberana ya ha contagiado a otros países del Sur europeo y va penetrando en el corazón mismo de la UE. Eso es, por tanto, lo que significa el magnífico cjemplo griego: el único objetivo que alcanzarán quienes cedan a los ataques especulativos de los mercados es la destrucción total y absoluta de cualquier vestigio del Estado providencia, tal como está ocurriendo ahora mismo en Grecia. (...)

El ocaso del «capitalismo neoliberal real» -el capitalismo más agresivo que jamás haya visto la humanidad, el que llevados decenios triunfando- ya ha comenzado. Después del naufragio de Lehman Brothers ha habido dos estrategias opuestas de salida de la crisis, que muestran dos visiones enfrentadas de la economia mundial.

La política de fomento del crecimiento, que utiliza el aumen(o de la masa monetaria, la nacionalización de la banca y el aumento de los impuestos a los ricos; y, enfrente, la estrategia de la austeridad, que consiste en transferir el peso de la deuda bancaria a todos, lo que hace que sean las clases medias y populares las que lo sostengan sobre sus hombros, y cuya carga fiscal aumenta para permitir que los ricos sigan defraudando al fisco.

Los dirigentes europeos han elegido la segunda estrategia; pero ya están viendo cómo muchos se enfrentan a esa política al comprobar que conduce a callejones sin salida, y debido también al conflicto histórico que está provocando en Europa. Un enfrentamiento, en apariencia, territorial: Norte contra Sur; pero que en el fondo es un enfrentamiento de clases, que remite a las dos estrategias a las que acabo de referirme.

En efecto, la Segunda de ellas defiende el dominio absoluto e incondicional del capital, sin preocuparse lo más mínimo por la cohesión social y el bienestar de todos, mientras que la primera defiende la Europa de la democracia y de las necesidades sociales. La batalla ya ha empezado.

Así pues, existe una alternativa frente a la crisis: que las sociedades europeas se protejan a sí mismas de las maniobras especulativas del capital financiero; que la economía real se emancipe del imperativo del beneficio; que acaben de una vez el monetarismo у la política fiscal autoritarios; que se vuelva a pensar en el sentido auténtico del crecimiento, estableciendo como criterio prioritario el interés de la sociedad; que inventemos un nuevo modelo productivo, fundado en unos empleos decentes, una ampliación de los bienes públicos y la protección del medio ambiente.

Es muy evidente que este punto de vista no figura en la agenda de las discusiones que mantienen los dirigentes europeos. Les corresponde a los pueblos y a los trabajadores europeos, a los movimientos de los indignados, marcar con su sello el curso de la historia, y evitar el pillaje y el fiasco a gran escala.

La experiencia de los últimos años conduce a la siguiente conclusión: hay una ética de la política, y una ética de la economía.

Después de 1989, la ética de la economía comenzó a imponerse sobre la ética de la política y la democracia. Todo lo que servía a los intereses de dos, cinco, diez grupos económicos poderosos pasó a ser considerado como legítimo, incluso cuando estaba en contra de los derechos humanos más fundamentales. Hoy tenemos el deber de restablecer la hegemonía de los principios éticos y sociales, y contrapoilerla a la lógica del beneficio.

¿Cómo lo vamos a conseguir? Gracias a la dinámica de las luchas sociales. Ante todo, destruyendo de una vez por todas el dogal de la pasividad social en el que se basa la construcción europea desde 1989. La intervención activa de las masas en los asuntos роlíticos es precisamente aquello que más temen las élites dominantes, tanto en Europa como en el resto del mundo. Hagamos lo necesario para que sus temores se conviertan en realidad.

La orientación escogida por los poderes económicos dominantes es evidente; elaboremos, pues, nuestra propia orientación polío tica y social. Y defendámosla por todos los medios, tanto a escala de la Unión Europea como a escala local. Desde los puestos de trabajo, las universidades y los barrios, hasta conseguir una acción colectiva y coordinada en todos los países europeos.

Es un combate de resistencia que sólo alcanzará la victoria si consigue que Europa tenga un programa alternativo. Hoy en día no es cierto que haya un enfrentamiento entre los países deficitarios y los excedentarios, ni luchan tampoco los pueblos disciplinados contra los pueblos irascibles. El verdadero enfrentamiento es el combate entre el interés de las sociedades europeas y la exigencia de un capital que pretende conseguir incesantes beneficios.

Tenemos el deber de defender los intercses sociales europeos. De lo contrario el porvenir, el nuestro y el de nuestros hijos, será siniestro, incierto, y mucho peor de lo que hemos podido imaginar en nuestros peores miedos de los decenios anteriores. El modelo de desarrollo construido particndo del principio de la libertad de los mercados ha fracasado.

A partir de ahora, las potencias dominantes lanzarán sus ataques contra la sociedad, tanto en contra de los de rechos que ha conquistado como en contra de su cohesión. Esto es lo que está pasando en Grecia; y es la orientación que se quiere imponer en el resto de Europa. Defendámonos, pues, por todos los medios necesarios.

Y transformemos las resistencias sociales, que no paran de emerger y crecer, en un movimiento de solidaridad y cle estrategia colectiva, en defensa de todos los pueblos de Europa. El futuro no pertenece al neoliberalismo ni a los banqueros, ni tampoco a las poderosas multinacionales.(...)"

(Slavoj Zizek y Srecko Horvat: El sur pide la palabra. El futuro de una Europa en crisis. Ed. Los libros del lince, Barna, 2014, págs. 14-17)

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