18.9.17

España está sumergida en una profunda decadencia... un mercado laboral que reparte miseria; unos jóvenes desarraigados, desesperanzados; un país sin futuro. La democracia ha sido secuestrada por y para unos pocos

"Frente a la propaganda oficial, un mercado laboral que reparte miseria; unos jóvenes desarraigados, desesperanzados; un país sin futuro. Pero el problema se encuentra en las entrañas de nuestro país. España está sumergida en una profunda decadencia que afecta a casi todas las áreas de nuestra sociedad. Es un declive político, económico, social y moral. 

La democracia ha sido secuestrada por y para unos pocos. Las élites, bajo su instinto de clase, no han renunciado ni un ápice a su posición de poder y riqueza, especialmente durante la Gran Recesión. Por eso, volvamos a 2008 y al transcurso de La Gran Recesión en España. Qué pasó realmente en términos de dinámica de poder y que implicaciones tuvo. El origen de la crisis sistémica española fue el endeudamiento privado insostenible de la economía española. 

Como consecuencia de ello, cuando se hundió el colateral que alimentaba esa deuda, en su mayoría activos inmobiliarios, los diferentes sectores privados (hogares y empresas no financieras) se vieron obligados a reducir su deuda y entramos en recesión. En este escenario, los activos tóxicos del sector bancario español lo eran no por un problema de liquidez o porque no se entendiera lo que valían. Valían, y valen, mucho menos de lo que dicen los bancos en su balance.

 El problema era otro. Los bancos no querían asumir esas pérdidas a expensas de sus consejos de administración y sus acreedores -incluida la deuda senior- y obligaron al contribuyente a subvencionarlos.

 Los acreedores alemanes que financiaron el sector bancario español no querían asumir las pérdidas derivadas de la mala gestión de lo que en realidad eran empresas privadas, obligando al gobierno español a implementar una política fiscal de austeridad para garantizar el reembolso de sus créditos. Bajo el principio de demanda efectiva significó una profunda recesión.

 En España durante el período 2010-2013 la política fiscal fue tremendamente contractiva. El déficit estructural se redujo de más del 7% del PIB a cerca del 2%. En un contexto de desapalancamiento del sector privado, esto significó una recesión económica gravísima.  Pero desde finales de 2013, con el consentimiento de Bruselas, la austeridad se ha relajado. El déficit estructural ha crecido en el período 2014-2016.

 La razón no es que realmente se dieran cuenta de la necesidad de recurrir a una política fiscal expansiva en una recesión de balances como la única herramienta realmente eficaz. El objetivo era otro, evitar un resultado electoral que en ese momento era nefasto para sus intereses. 

No cabe duda de que si otras fuerzas políticas llegaran al poder, Bruselas volvería  a acelerar la austeridad presupuestaria, con la contracción adicional que esto implicaría, usando como amenaza el cierre del "grifo" de la Unión Europea Banco Central.

 En la primera fase de la Gran Recesión, por lo tanto, el problema fue la deuda privada y la fragilidad bancaria. Nuestra situación se asimilaba a la de Irlanda. Si hubiéramos hecho lo correcto para hacer frente a una recesión del balance -reestructuración del sector bancario a expensas de los tenedores de bonos senior,  alivio de la deuda privada, controles de capital, expansión fiscal, aumentos salariales ...- el problema generado en el últimas décadas, bajo el predominio del pensamiento único, se habría resuelto. Ese problema se llamaba deuda privada. Pero no fue  así. 

Como consecuencia, en la actualidad, y derivado de todo ello,  se incrementó la deuda soberana. A pesar de ello la fragilidad bancaria no se ha reducido. Pero no sólo ha habido una flexibilización presupuestaria programada con Bruselas. La ayuda del Banco Central Europeo ha sido bien conocida. En el último año, casi 110.000 millones de euros han llegado a nuestro país debido a la política de flexibilización cuantitativa del BCE.

 La contraparte es más deuda total y externa. Sin embargo, no se canaliza hacia nuevas inversiones productivas, lo que nos permitiría garantizar un mayor crecimiento nominal futuro, y de esta manera garantizar el reembolso de la deuda. En realidad, los flujos de inversión extranjera se utilizan para financiar al Tesoro español (España no tiene soberanía monetaria ) y la compra de bonos corporativos de las grandes multinacionales, bajo el paraguas de la "seguridad" proporcionada por los bancos centrales.

 Esto no es específico de España, es en realidad una tendencia mundial. En una economía financiarizada, las inversiones especulativas son dominantes, y aquellas destinadas a mejorar el capital productivo no son tan necesarias.

 Si los tipos de interés a corto y largo plazo aumentan, la deuda soberana de España estaría sujeta a una carga financiera que nos haría inviables como país (España no tiene soberanía monetaria como Reino Unido). Seguiríamos los pasos de la malograda Grecia 

Para que esto suceda, sería suficiente que el Banco Central Europeo dejara de comprar deuda soberana secundaria española, especialmente si las primas de riesgo aumentan. El efecto sería explosivo. Y eso puede suceder, como le sucedió a Grecia. Estamos bajo la espada de Damocles.

 Permítanme una última observación sobre la estructura del poder en España. En nuestro país, el ejecutivo democrático está sometido a un conjunto de poderes de origen diferente, muchos de ellos no electorales, como las grandes empresas o algunos órganos de la Unión Europea. Esta agregación de poderes contrasta con la separación teórica de poderes en cualquier democracia avanzada.

 El problema es que estos poderes siguen diseñando cambios radicales que les permitan mantener su statu quo. Su objetivo último es proteger su riqueza y su poder, y no duden que si fuera necesario promoverían un radical desmantelamiento político de lo que queda de nuestra democracia. Intentarán conservar y consolidar su control sobre el sistema de deuda. 

Saben que si pierden este control, automáticamente se arruinan y perderán el control del poder. Aquí es donde debemos ser proactivos y empujar hasta que surja una nueva clase política que rompa de una vez por todas con esta dinámica. Además, esta superclase tratará definitivamente de que el poder de regular los diferentes oligopolios no corresponda a los gobiernos y esté efectivamente controlado por las corporaciones. 

El principio rector de las élites gobernantes fue, es y seguirá siendo trivial: cuando el cambio amenaza con imponerse, entonces las reglas cambian. No ignoramos esta regla elemental porque mientras dure, España será un país sin futuro."               ( Juan Laborda  , Vox Populi, 09/07/17)    

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