"Frente a la propaganda oficial, un mercado laboral que reparte miseria;
unos jóvenes desarraigados, desesperanzados; un país sin futuro. Pero el
problema se encuentra en las entrañas de nuestro país. España está
sumergida en una profunda decadencia que afecta a casi todas las áreas
de nuestra sociedad. Es un declive político, económico, social y moral.
La democracia ha sido secuestrada por y para unos pocos. Las élites,
bajo su instinto de clase, no han renunciado ni un ápice a su posición
de poder y riqueza, especialmente durante la Gran Recesión. Por eso,
volvamos a 2008 y al transcurso de La Gran Recesión en España. Qué pasó
realmente en términos de dinámica de poder y que implicaciones tuvo. El
origen de la crisis sistémica española fue el endeudamiento privado
insostenible de la economía española.
Como consecuencia de ello, cuando
se hundió el colateral que alimentaba esa deuda, en su mayoría activos
inmobiliarios, los diferentes sectores privados (hogares y empresas no
financieras) se vieron obligados a reducir su deuda y entramos en
recesión. En este escenario, los activos tóxicos del sector bancario
español lo eran no por un problema de liquidez o porque no se entendiera
lo que valían. Valían, y valen, mucho menos de lo que dicen los bancos
en su balance.
El problema era otro. Los bancos no querían asumir esas pérdidas a
expensas de sus consejos de administración y sus acreedores -incluida la
deuda senior- y obligaron al contribuyente a subvencionarlos.
Los
acreedores alemanes que financiaron el sector bancario español no
querían asumir las pérdidas derivadas de la mala gestión de lo que en
realidad eran empresas privadas, obligando al gobierno español a
implementar una política fiscal de austeridad para garantizar el
reembolso de sus créditos. Bajo el principio de demanda efectiva
significó una profunda recesión.
En España durante el período 2010-2013 la política fiscal fue
tremendamente contractiva. El déficit estructural se redujo de más del
7% del PIB a cerca del 2%. En un contexto de desapalancamiento del
sector privado, esto significó una recesión económica gravísima. Pero
desde finales de 2013, con el consentimiento de Bruselas, la austeridad
se ha relajado. El déficit estructural ha crecido en el período
2014-2016.
La razón no es que realmente se dieran cuenta de la necesidad
de recurrir a una política fiscal expansiva en una recesión de balances
como la única herramienta realmente eficaz. El objetivo era otro,
evitar un resultado electoral que en ese momento era nefasto para sus
intereses.
No cabe duda de que si otras fuerzas políticas llegaran al
poder, Bruselas volvería a acelerar la austeridad presupuestaria, con
la contracción adicional que esto implicaría, usando como amenaza el
cierre del "grifo" de la Unión Europea Banco Central.
En la primera fase de la Gran Recesión, por lo tanto, el problema fue la
deuda privada y la fragilidad bancaria. Nuestra situación se asimilaba a
la de Irlanda. Si hubiéramos hecho lo correcto para hacer frente a una
recesión del balance -reestructuración del sector bancario a expensas de
los tenedores de bonos senior, alivio de la deuda privada, controles
de capital, expansión fiscal, aumentos salariales ...- el problema
generado en el últimas décadas, bajo el predominio del pensamiento
único, se habría resuelto. Ese problema se llamaba deuda privada. Pero
no fue así.
Como consecuencia, en la actualidad, y derivado de todo
ello, se incrementó la deuda soberana. A pesar de ello la fragilidad
bancaria no se ha reducido. Pero no sólo ha habido una flexibilización
presupuestaria programada con Bruselas. La ayuda del Banco Central
Europeo ha sido bien conocida. En el último año, casi 110.000 millones
de euros han llegado a nuestro país debido a la política de
flexibilización cuantitativa del BCE.
La contraparte es más deuda total y
externa. Sin embargo, no se canaliza hacia nuevas inversiones
productivas, lo que nos permitiría garantizar un mayor crecimiento
nominal futuro, y de esta manera garantizar el reembolso de la deuda. En
realidad, los flujos de inversión extranjera se utilizan para financiar
al Tesoro español (España no tiene soberanía monetaria ) y la compra de
bonos corporativos de las grandes multinacionales, bajo el paraguas de
la "seguridad" proporcionada por los bancos centrales.
Esto no es
específico de España, es en realidad una tendencia mundial. En una
economía financiarizada, las inversiones especulativas son dominantes, y
aquellas destinadas a mejorar el capital productivo no son tan
necesarias.
Si los tipos de interés a corto y largo plazo aumentan, la deuda
soberana de España estaría sujeta a una carga financiera que nos haría
inviables como país (España no tiene soberanía monetaria como Reino
Unido). Seguiríamos los pasos de la malograda Grecia
Para que esto
suceda, sería suficiente que el Banco Central Europeo dejara de comprar
deuda soberana secundaria española, especialmente si las primas de
riesgo aumentan. El efecto sería explosivo. Y eso puede suceder, como le
sucedió a Grecia. Estamos bajo la espada de Damocles.
Permítanme una
última observación sobre la estructura del poder en España. En nuestro
país, el ejecutivo democrático está sometido a un conjunto de poderes de
origen diferente, muchos de ellos no electorales, como las grandes
empresas o algunos órganos de la Unión Europea. Esta agregación de
poderes contrasta con la separación teórica de poderes en cualquier
democracia avanzada.
El problema es que estos poderes siguen diseñando cambios radicales que les permitan mantener su statu quo.
Su objetivo último es proteger su riqueza y su poder, y no duden que si
fuera necesario promoverían un radical desmantelamiento político de lo
que queda de nuestra democracia. Intentarán conservar y consolidar su
control sobre el sistema de deuda.
Saben que si pierden este control,
automáticamente se arruinan y perderán el control del poder. Aquí es
donde debemos ser proactivos y empujar hasta que surja una nueva clase
política que rompa de una vez por todas con esta dinámica. Además, esta
superclase tratará definitivamente de que el poder de regular los
diferentes oligopolios no corresponda a los gobiernos y esté
efectivamente controlado por las corporaciones.
El principio rector de
las élites gobernantes fue, es y seguirá siendo trivial: cuando el
cambio amenaza con imponerse, entonces las reglas cambian. No ignoramos
esta regla elemental porque mientras dure, España será un país sin
futuro." ( Juan Laborda , Vox Populi, 09/07/17)
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