"(...) Hace apenas cinco años las manifestaciones del 8 de marzo
eran totalmente minoritarias. La mayor parte de las centenares de miles
de personas que se congregaron la semana pasada en las calles de
ciudades y pueblos de toda España acudían a esa cita por primera vez.
Como mucho, por segunda, porque el año pasado ya se sumaron a las
concentraciones mujeres que jamás lo habían hecho antes. Este año el
éxito ha sido arrollador: una movilización sin precedentes con cientos
de concentraciones en todo el país, una huelga general de 24 horas —la
única convocada en todo el mundo—, paros parciales secundados por más de
cinco millones de trabajadores y manifestaciones masivas sin
precedentes, de centenares de miles de personas, que han colocado a
España a la vanguardia del feminismo mundial. (...)
Justa Montero, de 62 años, lleva toda la vida
trabajando por y para el feminismo. Tenía 19 años en 1974, cuando las
mujeres empezaron a reivindicar sus derechos en una sociedad que no les
permitía abortar ni divorciarse, ni abrir una cuenta corriente sin el
permiso de su marido. Como colectivo venían de tan atrás que lo más
básico tuvo que pelearse mucho.
“Después, muchas de las protagonistas de esa lucha entraron en las instituciones”, recuerda. “Pensaron que era el lugar para cambiar las cosas, y ahí el feminismo entró en un periodo de cierta crisis. Parte del sector se desmovilizó”. Ahora, de nuevo, mujeres muy jóvenes se han convertido en activistas, y organizadas a través de las redes sociales.
“Yo empecé a darme cuenta en la universidad de que me daba miedo intervenir en las asambleas mixtas, de que tenía muchas inseguridades, de que me sentía juzgada”, recuerda la estudiante Julia Santos. “Cuando empecé a participar en grupos solo de mujeres vi que tenía cosas que decir y que el machismo imperante no lo facilitaba.
Las estudiantes hemos ido viendo que la igualdad real no ha llegado, que aún hay mucho por lo que luchar, que hay relaciones de pareja tóxicas, que la educación no es igualitaria, que no tenemos por qué aguantar que nos acosen, que nos expliquen las cosas ni que los hombres ocupen todo el espacio. Y hemos ido tejiendo redes muy fuertes porque hay muchas cosas que nos pasan a todas solo por ser mujeres”.
Los centros de enseñanza superior han influido también. Las asignaturas, másteres y doctorados de género se multiplican en las universidades. “El interés por esta materia es asombroso”, explica De la Guardia.
“Estas optativas tienen lista de espera. Las piden futuros matemáticos, biólogos, antropólogos, gente procedente de muy distintos grados. En las aulas hay más mujeres, pero cada vez se van apuntando más hombres. Los estudiantes están tremendamente activos. Participan en clase y luego se reúnen y crean organizaciones feministas. Hay una reflexión importante sobre la igualdad”.
“Después, muchas de las protagonistas de esa lucha entraron en las instituciones”, recuerda. “Pensaron que era el lugar para cambiar las cosas, y ahí el feminismo entró en un periodo de cierta crisis. Parte del sector se desmovilizó”. Ahora, de nuevo, mujeres muy jóvenes se han convertido en activistas, y organizadas a través de las redes sociales.
“Yo empecé a darme cuenta en la universidad de que me daba miedo intervenir en las asambleas mixtas, de que tenía muchas inseguridades, de que me sentía juzgada”, recuerda la estudiante Julia Santos. “Cuando empecé a participar en grupos solo de mujeres vi que tenía cosas que decir y que el machismo imperante no lo facilitaba.
Las estudiantes hemos ido viendo que la igualdad real no ha llegado, que aún hay mucho por lo que luchar, que hay relaciones de pareja tóxicas, que la educación no es igualitaria, que no tenemos por qué aguantar que nos acosen, que nos expliquen las cosas ni que los hombres ocupen todo el espacio. Y hemos ido tejiendo redes muy fuertes porque hay muchas cosas que nos pasan a todas solo por ser mujeres”.
Los centros de enseñanza superior han influido también. Las asignaturas, másteres y doctorados de género se multiplican en las universidades. “El interés por esta materia es asombroso”, explica De la Guardia.
“Estas optativas tienen lista de espera. Las piden futuros matemáticos, biólogos, antropólogos, gente procedente de muy distintos grados. En las aulas hay más mujeres, pero cada vez se van apuntando más hombres. Los estudiantes están tremendamente activos. Participan en clase y luego se reúnen y crean organizaciones feministas. Hay una reflexión importante sobre la igualdad”.
De derechas, de izquierdas, de centro,
paradas, trabajadoras, urbanas, rurales, madres, mujeres sin hijos,
chavalas jóvenes, pensionistas, españolas, migrantes, heterosexuales,
lesbianas, transexuales, confluyeron en un movimiento transversal que
llegó mucho más lejos que en ningún otro país. ¿Por qué? ¿Qué ha pasado?
Nadie tiene una respuesta única y, en puridad, lo
único que podemos hacer por ahora es especular. Las expertas
consultadas, feministas, historiadoras y politólogas, opinan que las
razones son múltiples y que habrá que esperar para analizar en
profundidad. Pero todas coinciden en señalar algunos factores que han
favorecido la eclosión del 8M.
Gallardón y el intento de recortar el aborto
El 1 de febrero de 2014 decenas de miles de mujeres salieron a la calle
para protestar contra la reforma que pretendía llevar a cabo el
entonces ministro de Justicia del Gobierno de Mariano Rajoy, Alberto
Ruiz Gallardón, para derogar la ley de plazos del aborto aprobada en
2010. Fue la primera vez en décadas que las mujeres se manifestaban en
una marcha multitudinaria. (...)
“Yo me fijo mucho en la calle, y esa fue la primera vez que me di cuenta
de que algo se estaba activando de nuevo en relación con el feminismo”,
recuerda Justa Montero, militante feminista desde los años 70 y una de
las promotoras de la jornada de huelga del 8 de marzo. “El PP en ese
momento encendió una mecha que luego ha sido imparable, la de las
mujeres jóvenes que se levantaron para gritar que los derechos
adquiridos no eran negociables”. (...)
“La contestación al aborto, por otro lado, no venía
de la nada”, opina Sílvia Claveria, profesora de Ciencia Política de la
Universidad Carlos III de Madrid y editora de Politikon. “El 15M, tres
años antes, fue importante porque en ese momento empezaron a tejerse
redes entre las mujeres jóvenes.
'La revolución será feminista o no
será' es un lema que empezó a pronunciarse con mucha fuerza. Las
manifestaciones del aborto y fueron tan exitosas porque había un trabajo
previo que se llevaba haciendo mucho tiempo de forma silenciosa”.
Visibilidad de la violencia de género
Otra peculiaridad de España es la importancia que se le ha dado a la violencia de género
en los últimos años. Hace tan solo 15 el tema ni siquiera estaba en la
agenda. En este periódico, la periodista Charo Nogueira y la
documentalista Mercedes Chulia empezaron a hacer en 2003 recuento de
mujeres muertas a manos de sus parejas y exparejas ante la falta de
estadísticas completas. Desde entonces hasta ahora, todo ha cambiado
política, judicial y mediáticamente. Ha pasado de ser considerada una
cuestión doméstica a constituir un problema social de primer orden.
No es el país de nuestro entorno que sufre más la
violencia machista —la tasa de homicidios, por ejemplo, es baja en
comparación con la de otros países europeos—, pero sí es el que le ha
dado una mayor visibilidad.
La política en materia de igualdad del
Gobierno socialista de José Luis Rodríguez Zapatero, con un Ministerio
de Igualdad y una delegación contra la violencia de género muy activa,
contribuyó a ello. “Y los medios de comunicación han sido claves”, opina
la politóloga Claverie. “Sobre todo, la irrupción de un nuevo
periodismo con perspectiva de género que comunica que estas violencias
son intolerables, las analiza y pone el foco sobre ellas”.
Las movilizaciones en la calle contra la violencia
machista han ido ganando en intensidad durante los últimos años. La
última, el 25 de noviembre del año pasado, reunió a miles de mujeres en
más de 50 ciudades españolas. (...)
La Manada
Verónica Martínez Esquivel tiene 17 años y estudia
segundo de Bachillerato en Madrid. No pertenece a ninguna asociación
feminista, pero el 17 de noviembre del año pasado salió a la calle para
protestar. Estaba indignada. “Me pareció un escándalo que se aceptara un
informe de un detective que espió a una víctima de una violación grupal
que argumentaba que la chica hacía vida normal”, explica.
“¿O sea que
me violan y si salgo a la calle será utilizado en mi contra? Ahí
empiezas a pensar en que no puedes ir sola por la calle por la noche sin
pasar mucho miedo, en que estás harta de que te hagan comentarios de
tipo sexual cuando vas caminando, en lo machista que es que te dejen
entrar gratis en las discotecas por ser mujer… y quieres que todo
cambie”.
“Aquí estamos las feministas” volvió a ser coreado
con efervescencia ese día. La manifestación superó cualquier expectativa
de las convocantes. (...)
La concentración por el caso de La Manada es citada
por todos los expertos consultados como una de las chispas fundamentales
del éxito del 8 de Marzo. De hecho, fue en ese momento cuando se empezó
a hablar de una huelga general y cuando las organizaciones feministas
advirtieron la efervescencia que había en la calle.
La crisis y el despertar de las movilizaciones
En la calle, por otro lado, está comenzando un nuevo
ciclo de protestas. Después de años de una cierta apatía participativa,
muchos han decidido decir basta en las calles. “Como en otras ocasiones
en la historia, el feminismo no está solo, sino que va acompañando a
otros movimientos sociales”, reflexiona Carmen de la Guardia, profesora
de Historia Contemporánea de la Universidad Autónoma de Madrid e
investigadora del Instituto Universitario de Estudios de la Mujer. (...)
“Durante la crisis económica se han reducido los presupuestos para las
políticas de igualdad, para la dependencia, para luchar contra la
violencia de género, se ha impedido que se siga avanzando con los
permisos de paternidad iguales a los de maternidad e intransferibles… y
todo eso ha tenido un efecto en las expectativas de las mujeres y las ha
movilizado”, reflexiona Sílvia Claveria. (...)
Redes sociales y mundo rural
También las redes sociales han sido cruciales. En
este caso no se trata de un fenómeno español, sino de algo global que
permite la comunicación entre grupos de mujeres y que facilita que, por
ejemplo, el 8M haya sido un éxito también en pueblos pequeños alejados
de los grandes centros de pensamiento y activismo.
Allí también las mujeres jóvenes han cogido la
antorcha. María Calle tiene 30 años. Vive en Cabrero, un pueblo de
Cáceres de 357 habitantes. Es trabajadora social y miembro de la
asociación comarcal del Valle del Jerte, que tiene más de 1.000 socias.
“Antes este tipo de grupos servían sobre todo para que las mujeres
rurales salieran de casa. Ahora son mucho más reivindicativas.
Se habla
de feminismo, de igualdad, de micromachismos. Cada vez hay más mezcla de
gente joven hablando con madres y abuelas sobre estos temas que
reflexionamos entre todas. Y Facebook ha servido mucho para conectar a
las mujeres de distintos pueblos”. Están conectadas entre ellas y con el
resto del mundo, porque de fondo de todo esto están también,
naturalmente, movimientos globales como el MeToo.
Última semana: Las profesionales toman impulso
“Los últimos días pasaron cosas muy bonitas, como que muchas
profesionales se adueñaron, en el mejor sentido de la palabra, de
nuestras reivindicaciones, y las hicieron suyas”, opina Montero. “Las
periodistas, por ejemplo, han sido muy importantes para hacer visible lo
que se estaba gestando el 8M.
Luego se sumaron las científicas, las
editoras, las profesoras… ¡Hasta las mujeres saharauis de los
campamentos! Ha sido como una bola de nieve. Se han sentido convocadas
todas las mujeres. Y muchas se han emocionado mucho. Mujeres mayores en
las que nunca había pensado nadie lloraban al escuchar a gente joven
gritar 'sin las abuelas y su energía este sistema petaría”. (...)
Como el resto de profesionales, se trata de un magma
de mujeres sobre todo en la treintena, cuarentena y cincuentena. Muchas
crecieron creyendo que no había grandes discriminaciones hacia las
mujeres y se han dado de bruces con una realidad que no les gusta al ser
madres o al constatar que pasaban los años, que laboralmente no
llegaban a los mismos sitios que sus compañeros y que su implicación en
los cuidados era mucho mayor.
“Han sido las últimas en sumarse de forma masiva”, reflexiona la politóloga Claveria. “Pero al final son el mainstream
de la sociedad. Son fundamentales. Mujeres que por su momento vital y
sus cargas de trabajo es difícil que sean las que tienen más tiempo para
organizarse y militar, pero cuya participación es esencial. Está muy
bien que haya activistas, pero lo esencial es llegar a estas franjas que
son las que pueden presionar para que las dinámicas sociales cambien de
verdad.
Llegar a este segmento de mujeres ha sido un éxito del 8M.
Muchas mujeres se planteaban que si no les iban bien las cosas en el
trabajo después de haber tenido un hijo es que algo habrían hecho mal;
pensaban que era un problema individual. Las redes de mujeres les han
ofrecido otra imagen: no te pasa solo a ti, es algo sistémico,
estructural, y se puede luchar contra ello”.
La magnitud del éxito arrollador de la jornada del
8M, en todo caso, ha provocado sorpresa. “Todo lo que ha ido pasando ha
desbordado cualquier expectativa”, reconoce la joven Santos. “Ahora toca
reflexionar. A nosotras y a toda la sociedad. El mensaje de las
mujeres, diversas, de distintas procedencias, está claro: cambiemos, por
favor"." (Mónica Ceberio Belaza, El País, 18/03/18)
No hay comentarios:
Publicar un comentario