"Me llega la terrible noticia que se ha suicidado el hijo de un amigo.
Un joven de tan sólo 26 años. Se había quedado por enésima vez en el
paro. Él quería contribuir con su granito de arena a hacer una mejor
sociedad sin pobreza y sin guerras. No puedo imaginar el dolor de sus
padres.
A su memoria va dedicado este artículo
Según la OMS
cada año se suicidan unas 800.000 personas en el mundo lo que supone una
muerte cada 40 segundos. Más que el total de los muertos causados por
la guerra y los homicidios juntos.
Es un tema que considero de
máxima preocupación desde hace años pero no observo que haya
significativos avances y ya es la principal causa de muerte entre los
jóvenes varones de 15 a 29 años en el Reino de España.
En diversas
ocasiones he escrito algunos artículos sobre los suicidios derivados de
la desesperación por problemas de índole económica en estas páginas.[1]
Tan
sólo hace unos pocos días nos llegaba una noticia que guarda más
relación con lo que estamos tratando de lo que imaginamos. Concretamente
decía que la recuperación económica castiga a los jóvenes: dos millones
menos de ocupados. La cifra de ocupados entre 16 y 30 años ha caído en
el período 2007 al 2017 de 4,9 a 2,5 millones según revela la media de
trimestres de la EPA mientras que en las demás franjas de edad desciende
el desempleo.
A la dificultad de acceder a un puesto de trabajo para
los jóvenes también se suma otros factores desmotivadores como que más
de la mitad de los empleos se concentran en la hostelería y el comercio,
un tercio de los contratos no son de jornada completa y más de medio
millón está subempleado, o sea, que ocupa un puesto que exige menos
preparación de la que se tiene[2].
El
suicido es un problema de salud pública y a pesar de su complejidad y
las diferentes motivaciones para quitarse la vida hay algunos factores
de riesgo bastante analizados como: vivir solo o con escaso apoyo
familiar o social, estar desempleado, tener problemas económicos, tener
dependencia de algunas drogas, padecer una enfermedad mental, sufrir un
trastorno físico crónico sobre todo si es limitante y doloroso, haber
padecido situaciones adversas en la infancia, tener una historia
personal o familiar de intentos de suicidio o suicidios consumados…
Hay
algunos datos que nos indican que existe una relación muy directa entre
las crisis económicas, el desempleo y el empeoramiento de la salud
mental. Otra constatación es que cuanto mayor es la duración del período
de desempleo, más intensas son las consecuencias negativas sobre la
salud mental.
De hecho, por cada incremento del paro de un 1%, la tasa
de suicidios y de homicidios aumenta un 0,79%. Pero hay que añadir que
estas tasas no han aumentado en los países donde no se han implantado
políticas de austeridad como Austria o Islandia, pese a experimentar un
aumento del paro.
Según datos de la Unión Europea, el aumento del
paro no hace crecer las cifras de suicidio cuando se gastan en programas
sociales más de 190 euros por persona y año. La misma hipótesis en
sentido inverso se ha encontrado al descubrirse una asociación entre el
incremento del suicidio y la reducción del gasto en políticas sociales.
Estamos
ante un problema de salud pública de primer orden y que requiere de una
intervención pública masiva para mitigar y revertir la gravedad de la
situación. (...)" (Sergi Raventós
, Sin Permiso, 16/03/2018)
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