"(...) Philip Alston, relator especial de las Naciones Unidas sobre la pobreza
extrema y los derechos humanos, presenta ante la prensa nacional e
internacional el preinforme de su visita oficial a Estados Unidos.
Es un
informe devastador: 40 millones de pobres, de los cuales los niños
representan el 32,6%, y casi la mitad de ellos viviendo en pobreza
extrema.
Para Angus Deaton, premio Nobel de Economía, el informe Alston
demuestra que "EE UU tiene un problema urgente y ya no puede ocultarlo". (...)
En su informe preliminar
señala que "el sueño americano se está convirtiendo rápidamente en una
ilusión". ¿En qué consistió dicho sueño? ¿Por qué se ha convertido en
una ilusión?
En el pasado de EE UU, tanto por la legislación
laboral como por factores económicos, hubo una gran nivelación de
ingresos económicos. En primer lugar, EE UU fue la tierra de las
oportunidades por la expansión de la frontera hacia el Oeste y la fiebre
del oro de California. Siguió habiendo muchas oportunidades de hacer
fortuna durante el periodo inicial de la industrialización.
Luego hubo
un gran periodo de desequilibrio económico, desde la Primera Guerra
Mundial hasta la Gran Depresión, que finalizó con el New Deal y la
economía de guerra, lo que originó una nivelación de los ingresos
económicos hasta finales de los años setenta. Por lo tanto, hay razones
económicas de peso para argumentar que seguía siendo un país de
oportunidades, incluso para los más pobres.
Sin embargo, esto ha
comenzado a cambiar económicamente en términos de cifras de desigualdad
y, en particular, de movilidad social, que es la más baja de cualquier
país de la OCDE. Por lo tanto, considero que es una ilusión decir que el
sueño americano está vivo y que la gente puede fácilmente pasar de
ingresos bajos a más altos cuando en realidad es mucho más difícil.
¿En qué momento EE UU pasó de ser la tierra de las oportunidades a tener 40 millones de pobres?
Sorprendentemente, muchos académicos están de acuerdo
en que incluso en tiempos de Richard Nixon había una gran
predisposición para abordar la desigualdad, vestigio de las iniciativas
sociales de Lyndon Johnson. Cabía esperar que Jimmy Carter siguiese con
las mismas políticas; sin embargo, las estadísticas comienzan a ser
mucho más negativas y luego, a partir de Ronald Reagan, se disparan.
Respecto a Reagan, más importante aún que su política fiscal fue la
actitud social y la revolución conservadora que lo acompañó. Desde la
perspectiva de los derechos humanos -hablamos de derechos económicos y
sociales-, éstos recibieron apoyo nivel nacional en EE UU hasta 1982,
con la llegada de la Administración Reagan.
También se empezó a
cuestionar, de forma sistemática, la noción de que estos derechos fueran
derechos humanos, y esto no ha cambiado desde entonces, ni siquiera con
Clinton y Obama. Hicieron esfuerzos puntuales, diciendo: “sí que
apoyamos estos derechos”.
La realidad es que no sólo no los han apoyado,
sino que estaban constantemente bloqueando iniciativas a nivel
internacional. A su vez, la retórica interna neoliberal se ha hecho más
fuerte asociando los derechos sociales a una dependencia del sistema del
bienestar, apareciendo por ello como algo negativo.
En su informe preliminar
afirma de forma contundente que "algunas élites políticas [en EE UU]
tienen un fuerte interés propio en mantener a la gente en la pobreza".
He leído en entrevistas suyas que un posible contraejemplo es China,
donde también realizó una visita oficial para analizar la pobreza
extrema.
Uno siempre corre el riesgo de que se le
malinterprete al decir que el modelo chino es el modelo de política
económica y social más eficaz. Es indudable que China es un sistema
autoritario que no respeta los derechos civiles y políticos. Sin
embargo, hay un auténtico compromiso de las altas autoridades para
erradicar la pobreza extrema.
Aun estando definido en términos muy
vagos, la realidad es que el presidente Xi Jinping está absolutamente
decidido a que en 2020 no haya ni una sola persona debajo de la línea de
pobreza extrema que ha sido fijada.
Por el contrario, en EE UU, donde
hay un 14% de pobreza, no hay voluntad alguna de eliminar
sistemáticamente la pobreza, y asumen que otras políticas indirectamente
ayudarán a eliminarla. No hay una política per se para
la pobreza porque es un problema de los individuos y, por lo tanto, se
las tienen que arreglar ellos solos. En mi opinión, la comparación es
muy dramática.
Esta comparación no habrá caído muy bien en EE UU...
Los comentaristas estadounidenses me responden:
"claro que Xi Jinping quiere erradicar la pobreza, pero lo hace para
asentar el poder del partido y crear una cierta legitimidad a ojos de la
sociedad". También me dicen que es porque se quiere mantener en el
poder. A lo que respondo: "¿acaso el único objetivo de los políticos
americanos no es mantenerse en el poder?".
Creo que sería algo positivo
que para mantenerse en el poder eligiesen eliminar la pobreza. Pero
hacen todo lo contrario: quieren mantenerse en el poder, pero no les
importa lo más mínimo el 20% inferior de la población.
En su informe usted afirma
que si algo distingue a EE UU de los demás países es su falta de empatía
con los pobres. En España, aporofobia (fobia a las personas pobres o
desfavorecidas) ha sido elegida palabra del año y ha sido incluida en el
diccionario de la RAE. Parece que se está convirtiendo en un fenómeno
global.
Considero fascinante que se haya acuñado esta
palabra. Va en línea con las presunciones de la economía neoliberal y la
filosofía libertaria que se resume en que cada persona se las tiene que
arreglar por sí sola en vez de desarrollar la solidaridad social. No es
algo exclusivo de EE UU, pero sí creo que lo ha llevado a las últimas
consecuencias.
En una conferencia que
impartió en la London School of Economics en diciembre de 2016 usted se
mostró crítico con la comunidad de los derechos humanos por no
interiorizar los derechos económicos y sociales como derechos humanos.
¿Puede desarrollar esta idea?
Creo que la comunidad de los derechos humanos ha
aceptado la ideología diametralmente opuesta a la ideología comunista,
es la que EE UU y otros países han promocionado: la idea de que si toda
la sociedad disfruta de sus derechos civiles y políticos,
inevitablemente disfrutará de sus derechos económicos y sociales porque
el sistema electoral asegurará que haya una cierta distribución de los
recursos.
En mi opinión, la comunidad de los derechos humanos ha
comprado esta idea aun cuando existen indicios muy claros de que un
sistema político dinámico puede ignorar al 20% de la población más pobre
o cualquiera que sea ese ratio. Tomemos el ejemplo de EE UU. Su elite
política ha erigido sistemáticamente barreras para impedir la
participación política de los pobres.
Por lo tanto, incluso si crees que
el pleno disfrute de los derechos civiles y políticos acarreará
inevitablemente que se traten los derechos económicos y sociales, en
realidad se han tomado las medidas necesarias para que los pobres estén
excluidos del sistema electoral. A este respecto un político me
preguntó: “¿conoces algún distrito electoral donde haya muchos pobres y
vaya algún político a hablarles?” La respuesta es negativa. Su
incidencia en las elecciones es tan marginal que ya han asumido que son
irrelevantes.
También señala que en muchas ocasiones se ignora la política fiscal, cuando resulta capital para los derechos humanos.
Sí, la comunidad de los derechos humanos suele estar
dominada por abogados y estos suelen estar familiarizados con ciertos
fenómenos, como la función de los tribunales, de la policía y en general
de los derechos civiles.
¿Pero qué ocurre con la política fiscal? Es
algo capital. En EE UU, como en el resto del mundo, es determinante para
saber quién tiene qué, qué grupos se benefician, qué grupos se
penalizan, etcétera. A mi parecer, una política integral de los derechos
humanos que ignora la dimensión fiscal es una mera ilusión. (...)"
(Entrevista a Phillip Alston, profesor de la Universidad de Nueva York después de serlo en Harvard, experto independiente de las Naciones Unidas, Hernán Garcés, Alternativas Económicas, 10/03/18)
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