13.6.18

Algo huele en los mercados que recuerda a 2007. El FMI alerta a gobiernos y directivos de bancos de que la próxima crisis podría estar a la vuelta de la esquina... vuelta a empezar

"Mariano Rajoy puede dormir tranquilo. Su salida del Ejecutivo español no ha contribuido a generar la aversión que se ha instalado en los mercados financieros en su semana de calvario político.  (...)

La última vez que empezaron a sonar esos apelativos –sobre todo en la prensa financiera internacional– fue en 2007, preludio del tsunami del año siguiente. Aunque sin demasiada consistencia. Ahora vuelven a salir a relucir. Pero poco (o casi nada) ha tenido que ver con la moción en España. Sino más bien porque el consenso del mercado comienza a inclinarse por augurar nubarrones de crisis. 

Un ambiente que ya admiten responsables de los grandes bancos de inversión de Wall Street. Sin duda, la auténtica voz de los mercados. Por antonomasia. Está en su ADN. Y, quizás, espoleados porque los mensajes de entonces no fueron lo suficientemente intensos y efectivos como para resguardarse del estallido del credit crunch de 2008. Fueron, más bien, fuegos de artificio para tratar de interpretar la alta volatilidad de los mercados. Como ocurre en la actualidad.  (...)

Aquel lunes negro 15 de septiembre de 2008, jornada tan cargada de pánico como de paradojas aún no del todo descifradas, EEUU, paradigma del libre mercado, nacionalizaba Lehman Brothers mientras la Bolsa de Moscú cancelaba su sesión ante el drástico hundimiento de las cotizaciones de sus índices. Ahora, casi diez años después “algo huele en el aire” que recuerda a 2007.
El comentario lo ha deslizado esta semana Bill Derrough a Business Insider. Derrough es corresponsable de recapitalización y reestructuración en Moelis & Co, firma que participa y vigila la solvencia y el pago del sector privado. Es decir, la capacidad de las empresas para acometer los vencimientos de sus compromisos en tiempo y forma.

 “Entonces –dice– había una atmósfera similar a la actual, de pactos de fusiones temerarios y adquisiciones entre empresas, en los que se asumían cuotas de endeudamiento desorbitadas” con tal de formalizar estas alianzas, y que propulsaron a los Estados a poner en marcha los multimillonarios rescates bancarios y los programas de estímulo económico y monetarios para capear el temporal desatado en los mercados.
Derrough recoge el sentir inversor de Wall Street. Pese a que aún, según reconoce, las economías industrializadas están en tasas dinámicas y las de impagos de empresas siguen siendo reducidas. Pero algo está cambiando. 

Porque las condiciones financieras se han encarecido al calor del alza de los tipos de interés de la Reserva Federal, sin que todavía hayan aparecido en escenas las esperadas tensiones inflacionistas de la doble rebaja tributaria de Donald Trump, que podrían catapultar el precio del dinero en la mayor economía del mundo. 

O sin que se atisbe hasta dónde puede llegar la revalorización constante del dólar que se ha iniciado esta primavera, la moneda en la que se pagan los compromisos de deuda, fenómeno que eleva de un plumazo las dificultades de pago de las compañías por todo el planeta. 

Ni tampoco las consecuencias impredecibles de la guerra comercial desatada por Washington contra Europa y China, pero que también colisiona contra los intereses de otros aliados de la Casa Blanca, del espacio anglosajón, como Canadá, Australia o Reino Unido, o de suministradores de productos vecinos, como México. Ni siquiera por la súbita fragilidad manifestada en las últimas semanas en los mercados emergentes. En 2007, enfatiza Derrough, “se sabía que algo iba ocurrir, que era cuestión de tiempo”. Y ahora vuelve a fluir ese recuerdo.
Índices de endeudamientos desorbitados

La sensación de preocupación de Wall Street también la comparte el FMI. El diagnóstico de la institución multilateral en sus dos últimas reuniones, la del otoño pasado, y la más reciente, de primavera, alertan a gobiernos y directivos de empresas y bancos de que la próxima crisis podría estar a la vuelta de la esquinay que el acopio de arsenal financiero para afrontarla es minúsculo.  (...)

Pero, sobre todo, porque la montaña de endeudamiento sigue en cotas del todo punto infranqueables.
El Fondo Monetario calcula que el endeudamiento soberano, de países y empresas no financieras, se eleva hasta la astronómica cantidad de 164,4 billones de dólares, más del doble de los 79,8 billones en los que se cifra la totalidad de la economía mundial. Y sigue al alza, con repuntes del 3,9% este año y el siguiente, inciden en el FMI.

Casi toda ella, en latitudes industrializadas: 119,2 billones. Este montante resulta aún más peligroso cuando se incluye la deuda financiera. A finales de 2016, esta losa suponía ya el 225% del PIB global. 

De ahí que el directivo de Moelis alerte de que los procesos de reestructuración de las deudas corporativas se hayan ralentizado y reducido el ritmo de las recapitalizaciones empresariales. Tal y como admiten los bancos de inversión en sus notas a clientes, en las que aseguran que los riesgos de suspensiones de pagos crecen sin remedio.

 La fiesta financiera y crediticia reciente, que se propagó hasta el ejercicio 2017, con volúmenes de préstamos para acometer estas operaciones, en EEUU, que rebasaron los 1,4 billones de dólares, un 25% más que en 2013, según datos de Thomson Reuters, parece tocar a su fin. Entre otras cuestiones, por deseo expreso de la Fed y su abandono de la política de tipos de Interés próximos a cero. (...)

Pero si los impagos y los riesgos de defaultsempresariales puede considerarse el mayor de los retos del ciclo de negocios en vigor, no resultan menos preocupante las señales de alarma que emiten los mercados emergentes: Argentina, a punto de consensuar con el FMI las condiciones de su rescate, de 30.000 millones de dólares; Turquía, asolada por la pérdida de valor de la lira, e Indonesia, Filipinas o India, con sus divisas en estados de shock por el músculo financiero exhibido en las últimas semanas por el billete verde americano.(...)

 Si los mercados ya husmean el aire de 2008, la crisis política italiana puede devolver a Europa a 2012. A su crisis de la deuda. Y esta crisis política italiana sí es estructural, con dos partidos antagónicos, como son Liga Norte y Movimiento Cinco Estrellas, tratando de sellar un consenso de gobierno contrarreloj y en un clima de creciente desafección hacia la UE y de un Brexit a la italiana impulsado por dos formaciones euroescépticas. (...)

Pero también porque los bancos continúan emitiendo señales de falta de solvencia. Después del rescate del Popular en España, a coste de un euro, por el Santander y del salvavidas sobre buena parte de las entidades financieras italianas, junto a las francesas, las más vulnerables del euro. 

Sin contar, claro está, con el Deutsche Bank, entre los que más pérdidas han registrado en estas recientes jornadas de descenso de los mercados. Sin duda, por el largo lustro bajo la amenaza de quiebra, que ha llevado al FMI a identificar al banco por antonomasia de Alemania como el mayor riesgo sistémico de la economía europea.

 Hasta ocho grandes bancos del euro se vieron afectados, de forma notable, por la vibración bursátil de las últimas fechas. El BBVA, además, por su exposición a Turquía. En un año en el que habrá valoración de sus cuentas, los estrés tests a los que les someterá la nueva autoridad bancaria europea. Sobre los que el mercado ha dado ya algunas claves, encriptadas, como que tendrán un resultado negativo once bancos italianos, seis españoles, cinco alemanes y dos griegos. (...)"               (Diego Herranz, Público, 03/06/18)

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