"El propósito de este documento consiste en brindar elementos ordenados
de reflexión para determinar el alcance, oportunidad y utilidad de que
un gobierno pueda poner en circulación una moneda y sistemas de pago
alternativos. (...)
En este contexto de ausencia de soberanía monetaria, y políticas e
instituciones que producen un deterioro comparativo para los territorios
subalternos -deficitarios-, y en el contexto de nuevas formas de dinero
y sistemas de pago, por el desarrollo de la tecnología, ¿en qué
condiciones y hasta qué punto merece la pena considerar la circulación
de monedas complementarias?.
Para responder a esta pregunta nos encontramos con varias perspectivas y
horizontes. La primera tan sólo se preocupa de los objetivos de
facilitar liquidez y transacciones en mercados de segundo orden,
normalmente a escala local para actividades de proximidad. Las
experiencias de este tipo han tenido resultados desiguales, en no pocas
veces relativamente funcionales, si bien en general de corto alcance y
en otras ocasiones sin conseguir aceptación.
La segunda, la que trata de
explorar la posibilidad de emplear monedas complementarias tanto como
una fórmula de desarrollo endógeno, como de recuperación de soberanía o,
incluso, como mecanismo monetario preventivo o alternativo en caso de
restricción monetaria o crediticia externa. (...)
3. Los costes de la desvinculación de la Moneda única.
De cara a determinar los costes de la desvinculación de una moneda podrían señalarse los siguientes:
a) Problemas de liquidez y crédito mientras se
sustituye la moneda externa. De aquí que pueda ser un medio a valorar
prever y anticipar una moneda complementaria o paralela, que pudiera ser
utilizable como moneda sustitutoria si se dan las circunstancias.
b) Costes de puesta en pie de una autoridad de emisión monetaria
(pública, bancaria, distribuida…). El tiempo, los medios y los recursos
son elementos a determinar así como el momento de su puesta en marcha.
Esto es, los costes de diseño, preparación y emisión para obtener una
moneda de ampliamente aceptada a nivel nacional y valorada a nivel
internacional. La nueva autoridad monetaria deberá prever qué forma
adoptará -monedas, papel físico, cuentas bancarias, tarjetas
electrónicas o monedas virtuales-, la logística de distribución, los
sistemas de control, y qué respaldará[1] la moneda.
c) La previsible devaluación de la moneda en las
economías periféricas que asumiesen esta opción (con efectos
beneficiosos para el sector exportador, minoritario, y de
empobrecimiento para la economía interior, entre otras cosas por el
encarecimiento de bienes importados, donde las materias primas, como la
energía, pueden jugar un papel reseñable), que, siendo una medida
indeseable a largo plazo -más aún si se replica en otros países, en un
juego de suma cero-, puede ser imprescindible en un primer periodo para
compensar algunos desequilibrios acumulados por la antigua pertenencia a
la zona monetaria anterior. El impacto podría ser compensado con
medidas fiscales y regulaciones para tratar de proteger de dicho coste a
la clase trabajadora (reflejadas en políticas de revisión del pago de
la deuda, aumento de impuestos a beneficios y patrimonio, reducir el IVA
de bienes primarios, etc…).
d) El coste de falta de reconocimiento nacional o internacional,
por una posible aversión de la población y otros agentes económicos de
la moneda alternativa. Una economía en crisis o de dimensiones pequeñas,
unas políticas económicas equivocadas, en un contexto de acoso
internacional, puede conducir al fracaso de la moneda, porque se
prefiera la divisa internacional, pero en principio una economía
occidental sólo sufrirá esta situación de manera transitoria.
Este
problema debiera solucionarse estableciendo inicialmente la paridad
entre ambas, e incluso algunos pequeños incentivos fiscales para
realizar los pagos de impuestos en la nueva moneda. Tras un periodo de
cortocircuitos comerciales, o inclusive por un encarecimiento debido a
que se sufran aranceles a las exportaciones, este impacto podría
absorberse.
Estos costes son de difícil determinación en su alcance. Han sido
minusvalorados por unos y exagerados por otros. Pueden producirse
situaciones de desorden y perplejidad social ante la carestía de
liquidez, con situaciones de restricciones temporales, que, sin un plan
previsor alternativo pueden generar un fuerte descontento y protesta
social contra el propio gobierno, si no se ha producido una explicación
convincente de manera previa.
Las estimaciones de un impacto por
devaluación señalan un deterioro entre el 5% y el 15%, aunque hay otras
valoraciones. Su proporción depende de cada país y su relación comparada
con el resto.
Además sus efectos no se distribuirían por igual, en la
sociedad –afecta más al sector importador-, y depende de las políticas
que se apliquen para cargar el esfuerzo en una u otra parte de la
sociedad (y a este respecto, se trata de proteger al mundo del trabajo).
Cabe idear medidas de protección en dicho periodo. Una reforma fiscal sobre los beneficios, la fortuna o las exportaciones, políticas de sustitución de importaciones, una política de protección de los salarios, que carguen a los capitalistas de las adversidades económicas. Son medidas ex post que, posiblemente tengan un efecto no inmediato, pero que resultan imprescindibles para impedir que las clases populares lo sufran.
A este respecto, en la renta nacional casi la mitad se
destina a masa de beneficios, y no se cuenta con impuestos sobre el
patrimonio o las transacciones financieras internacionales, que son
parte de la riqueza de un país que deben tomarse en cuenta para no
perjudicar a la mayoría.
En suma, comparando la permanencia con la desvinculación, puede decirse
que los efectos perjudiciales de la permanencia son más estructurales y
duraderos, pero con repercusión más gradual, y los de la desvinculación
serían más intensas a corto plazo.
Pero esta segunda opción
posibilitaría abrir nuevos caminos de relación internacional, establecer
políticas de desarrollo endógeno, dar margen para políticas económicas
progresistas. Sea como fuere, conviene dejar presente que el periodo de
conflicto o transición es sumamente importante.
Una salida desordenada
sería de todo punto inconveniente. Una salida unilateral sin preparación
sería muy perjudicial. Lo que resulta prioritario es la puesta en
marcha de un paquete global que no siga con los requisitos de los
Tratados en materia de austeridad.
Y junto a ese programa, una moneda
complementaria puede tener ciertas virtudes, engrasar los intercambios
interiores, o mitigar algunas represalias exteriores, dando pie a un
marco de preparación si se produce una situación insostenible o una
solución unilateral por parte de la UE respecto a la provisión de
liquidez y de euros a nuestra economía.
4. Posibles ventajas de una moneda paralela.
La ventaja política de una moneda alternativa, aun cuando simplemente sea complementaria, es que permite, sin necesidad de desprenderse de la moneda internacional, dar respuesta a varias cosas. Al tiempo que se facilita que afloren ciertas actividades secundarias, que de otro modo no se producirían con mucha extensión o se harían de manera informal, también se daría mayor margen de maniobra a los poderes públicos para hacer frente a pagos.
Podría ser una medida ex-ante, en relación a posibles conflictos
políticos causadas por represalias de la UE por discrepancias por la
política económica adoptada, y podría amortiguar circunstancias adversas
y proporcionar medios ante una posible represalia crediticia o
monetaria del BCE.
Por ejemplo, represalias por el despliegue de
políticas que no encajan en los Tratados Europeos o el Pacto de
Estabilidad y Crecimiento, y que diesen pie a retiradas de la liquidez o
mecanismos de expulsión o salida.
En tal caso, permitiría dotarse de un
medio que garantice las transacciones interiores, evitando o aliviando
cualquier proceso de transición desordenado. Ofrecería un medio de
soberanía monetaria que, si bien puede pensarse inicialmente como moneda
complementaria, puede sustituir al Euro más fácilmente en caso de no
disponer facilidades para su acceso.
Una moneda complementaria inicialmente se utilizaría[2]
para el pago de los empleados públicos y los servicios relaciones con
el sector público, y aceptaría el pago de impuestos en dicha moneda.
Para evitar un rechazo a la moneda esta debiera tener, en un primer
periodo al menos, paridad con la moneda dominante. Los dispositivos
técnicos y humanos para su puesta en marcha podrían estar en
condiciones, una vez que ya funcionase la moneda complementaria, de
ampliar su circulación, para sustituir a la anterior y erigirse en la
principal, en caso de una eventualidad como la que hemos señalado.
Esto
daría tiempo, para prepararse ante dichas circunstancias, y en el actual
contexto político y económico, podría ser una medida menos
problemática, y no impediría centrarse en las prioridades: cuestionar el
peso y condiciones de la deuda, la regulación e intervención del
sistema bancario, una reforma fiscal progresiva, un impulso a una
política de inversión socioecológica de reconversión del modelo
productivo y una reforma de las relaciones laborales que reduzca el
tiempo de trabajo, empodere a los y las trabajadoras en el ámbito
productivo y dote de garantías y estabilidad al empleo.
5. Alcance de las monedas paralelas en un proceso de sustitución monetaria.
Partamos de que hay que tener presente que el Tratado de Lisboa en su artículo 128 establece que el BCE tiene la autoridad exclusiva para autorizar la emisión del euro, como moneda de curso legal en la Unión, salvo que hubiese un cambio político que no cabe augurar. Sólo cabe pensar en un sistema de pago en una moneda paralela en tanto que se considere como dinero privado sin perjuicio de la moneda oficial.
No
obstante, tanto una moneda complementaria como otra sustitutoria podrían
ser consideradas como una iniciativa que desafiaría los Tratados de la
Unión Europea, y el tipo de reacción y su rapidez depende de la
interpretación y celeridad política de las instituciones en la adopción
de decisiones. De igual modo, el sistema de pago y moneda paralela a
escoger deberían tomarse por sus pros y contras (rapidez y coste de
implementación, control del fraude, etc…)[3].
Aunque las experiencias son diversas, a escala local o nacional, hay que
ser conscientes que la puesta en circulación de una nueva moneda no
resuelve numerosas cuestiones de economía política. El euro tiene
efectos perniciosos porque el marco en que se estableció no contó con un
proceso de convergencia real previo, porque no se previeron mecanismos
de compensación entre economías, porque el BCE tiene una orientación
predefinida a favor del ámbito privado y sobre todo de la gran banca, y
hay un marco de políticas que se basan en el ajuste estructural.
De
igual manera, una moneda alternativa, complementaria, o sustitutoria, no
resolverá todos los aspectos que sustentan la macroeconomía de un área
determinada. Así que, sin duda, otras medidas deberán formar parte del
paquete de políticas en las dimensiones fiscales, de gasto e inversión,
de diseño del banco central y de la política monetaria. De su
combinación y acierto dependerán muchas de las consecuencias
socioeconómicas y políticas que se deriven.
De manera no exhaustiva, las condiciones y políticas apropiadas son
aquellas en las que se establezcan mecanismos de transferencia
interterritorial (donde se eleven los salarios, por ejemplo, en las
zonas superavitarias, y se aumente la inversión en las deficitarias), de
redistribución social, de procesos de desarrollo que articulen pueblos y
territorios con una división complementaria de la producción, y en el
que se favorezcan una política de tipos de interés (graduados por
actividad, línea de producto y servicios) y de emisión monetaria que
permita garantizar la liquidez del sistema y la fiabilidad de sus
transacciones.
De todos modos puede haber obstáculos que desbaraten una
adecuada implantación, como podrían constituir algunas medidas
internacionales de bloqueo económico que generen hiperinflación, o un
rechazo popular a la nueva moneda.
Como toda moneda, las condiciones macroeconómicas en las que se
implanta, el marco político también, resultan decisivas, y de formularse
equivocadamente puede dar lugar a un fracaso en su funcionamiento.
La moneda alternativa, en nuestra opinión, que concebimos aquí,
únicamente desempeña un papel de transición y amortiguación, de
ensanchamiento del margen de maniobra, en un contexto adverso de ruptura
con una zona monetaria anterior. Un contexto que, por varios motivos,
deben emprender otros. Las razones son las siguientes:
· Una salida de la moneda única sin preparación de los medios y
políticas apropiadas podría ser adversa. Podría ocasionar episodios de
desorden en los que no conviene caer.
· Aplicar una política económica alternativa (desobediente de
los tratados), y de abrir nuevas relaciones cooperativas con otros
países, lleva tiempo hasta que tenga efectos. Las reacciones no se harán
esperar, desde el corte de liquidez, la interrupción de programas
europeas, hasta la propia expulsión de la Eurozona. Pero ese tiempo
precioso, aun cuando sea breve, puede ser fundamental para disponer de
una autoridad monetaria preparada, primero para disponer de una moneda
complementaria, con varios propósitos que ya se han mencionado, pero
potencialmente hábil para hacerla sustitutoria, dado el caso. Y debemos
tomar en cuenta que la reacción del BCE puede ser muy rápida, aunque
puede depender de decisiones políticas que ralenticen su ejecución.
· Buscar el contexto donde se hayan intentado fraguar
coaliciones facilitaría las cosas, sea bien para una negociación (ya sin
atarse a los procedimientos de la UE ni a sus Tratados) de las
relaciones, sea bien para construir otra área supranacional (...)
6. Nuevas formas de dinero, formas de pago y avances tecnológicos. ¿Tendencia natural y neutral?.
La aparición de nuevos diseños tecnológicos para el dinero y la realización de pagos entrañan una novedad de facilidad en las transacciones. Aunque las nuevas formas de dinero no tienen una emisión tan fácil como el dinero-papel y la moneda clásica, permiten opciones de rastreo de las operaciones, bajo ciertos formatos, mucho mayores.
Algunas fórmulas modernas de dinero, por ejemplo las cuentas bancarias
vía internet, las tarjetas electrónicas -por ejemplo, de prepago, de
transporte y usos múltiples, etc…- o las monedas virtuales encriptadas
recurren a un sistema de software seguro, equipos de mantenimiento que
verifican las transacciones, y vehículos que den curso al dinero (móvil,
ordenador, tarjeta electrónica, etc…).
Estos formatos se diferencian en
algunos casos del crédito-dinero (que genera la banca al prestar) en
que, o bien son un crédito del consumidor al emisor (tarjeta
electrónica, de uso muy eficaz en las transacciones de pequeña escala), o
representan monedas virtuales canjeables por dinero oficial que amplían
la masa monetaria y ofrecen nuevos vehículos de pago -en general, muy
útiles para transacciones de gran volumen-.
Este tipo de monedas (Lapavitsas, 2013) no han sustituido a las monedas y billetes clásicos, e incluso la circulación de estos últimos ha aumentado, precisamente por su complemento y respaldo a las transacciones realizadas en monedas virtuales. Pero puede apuntarse a que una combinación de moneda clásica y virtual marca la tendencia del futuro.
Estas monedas virtuales acarrean, sin embargo, costes adicionales: de emisión[4],
energético, de medios técnicos y humanos para su funcionamiento -por el
procesamiento de las transacciones, el mantenimiento de sistemas
seguros de encriptación, y de consecución de espacios computacionales
para hacer posibles operaciones verificables a gran escala-.
Hay
diferentes modelos, los más complejos y seguros suelen suponer mayor
coste (el bitcoin puede causar anualmente un gasto energético
equivalente al consumo energético de Marruecos) o lentitud de
procesamiento, pero existen fórmulas más ligeras y menos costosas al
alcance.
La identificación de las transacciones y agentes involucrados -a efectos de control fiscal y del lavado de dinero-, técnicamente posible si así se diseña, está siendo uno de los atractivos para que la banca tradicional y varios gobiernos y bancos centrales[5] (Popper, N.; 2016) traten de tomar la tecnología de encriptación y blockchain para la emisión de moneda futura. Los sueños de que esta tecnología pueda brindar oportunidades a un dinero descentralizado quedan en entredicho.
Conviene, no obstante, desfechitizar la cuestión de la moneda, y
reconocer el alcance de una política alternativa a este respecto. La
relación del dinero y política monetaria y el valor del dinero, está
vinculado por la fortaleza de la economía y la credibilidad y soporte
material del agente que la emita (Albarracín, D.; 2018). La confianza en
una moneda dependerá del sector público y la economía que tienen
detrás, y estas a su vez de la situación en la división internacional
del trabajo, la base de riqueza y de producción del territorio y las
políticas económicas que se lleven a cabo.
Al igual que las causas de la
implantación del Euro responde a la arquitectura y políticas sobre las
que se soporta, el papel de una moneda alternativa, que permitiría
amortiguar una situación de renuncia, expulsión o retirada de la moneda
dominada por el exterior, no resolverá por sí misma los retos
macroeconómicos nuevos.
En suma, las ventajas técnicas de los nuevos formatos de dinero y
sistemas de pago (dinero electrónico, criptomonedas, etc…) son de
naturaleza instrumental y su diseño político (identificación de los que
transaccionan, respaldo público de la moneda, vehículos de curso legal,
aceptación social) puede constituir el elemento diferencial. La agilidad
de su puesta en marcha en el contexto de territorios y poblaciones
donde la mayoría ya cuenta con teléfonos móviles, u otros medios
digitales, no acabará con las formas de dinero clásico, con las que
convivirá, sean papel-dinero, monedas físicas o dinero crédito (si bien
este último vehículo, dada su importancia, requeriría de una regulación
específica para limitar y orientar la capacidad de la banca privada en
la creación de dinero bancario).
De la misma manera, las nuevas soluciones tecnológicas no deben idealizarse.
De la misma manera, las nuevas soluciones tecnológicas no deben idealizarse.
En realidad una política monetaria alternativa puede seguir
realizándose en términos clásicos. Ahora bien, el nuevo contexto exige
dar respuesta a la cuestión de las monedas virtuales como nuevos
formatos que se han abierto camino, algunos de manera sobradamente
consolidada y que deben regularse en todo caso, y que tienen potenciales
e implicaciones cualitativas, cuyo uso puede ser empleado a beneficios
de unos pocos o de la mayoría.
Mientras estamos dirimiendo esto, para un debate todavía minoritario,
los grandes poderes de la gran banca internacional y los bancos
centrales, ya están haciendo ese debate por nosotros. De lo que se trata
es de democratizar ese debate y las decisiones que se adopten, y
reparar en los objetivos que se están abordando.
7. El agente emisor, la durabilidad de la moneda.
Un tema no menor es el que refiere al papel del emisor. A día de hoy los principales creadores de dinero son los bancos privados, a través de los préstamos y cuentas bancarias que se abren con ellos. Los bancos centrales desempeñan un papel con la política monetaria o la compra de activos, pero sólo comportan una fracción menor del 10% de la circulación del dinero.
Entre tanto, aunque aún tiene un peso marginal,
surgen monedas electrónicas que generan, con criterios muy diferentes,
dinero nuevo, cuya emisión está programada y su control de transacciones
es distribuido, por ejemplo a través de la tecnología blockchain.
Ni que decir tiene que desde una óptica progresista urge una regulación
del sistema financiero que formule los límites social y económicamente
razonables del sistema bancario privado, en capítulos como son los
fondos de garantía de depósitos, el nivel de capitalización bancaria o
coeficientes de reserva, así como de los productos y servicios y sus
tipos de interés y comisiones.
Pero sobre todo resulta sumamente
importante regular la capacidad de creación de dinero que tienen a
través del préstamo bancario. De otro modo, su funcionamiento estará
estrictamente reglado por la rentabilidad particular, la operativa con
capitalización mínima, y la lógica de maximización de distribución de
dividendos al accionista, que poco tienen que ver con los intereses
generales, y ocasionan no pocos riesgos.
Un banco central público desempeña un papel de autoridad central para la
política monetaria. Una autoridad así es muy poderosa. Si no hay
control social y democrático y son agentes con intereses particulares
–tecnócratas, lobbies, gobiernos a su servicio, etc…- los que determinan
su orientación de política monetaria la población, salvo los grupos
privilegiados -hoy por hoy el sector bancario e industrial privado- se
verá perjudicada.
Las criptomonedas ofrecen teóricamente la opción de acabar con el
monopolio de la intermediación bancaria en las transacciones y vehículos
financieros. El sistema distribuido de creación de moneda puede
erosionar el papel de la banca privada tradicional.
Por eso, y por
razones de gestión y operativa, la banca privada está interesada en
copar estos formatos de moneda virtual. Como hemos visto, Banco Central
de países importantes también se mueven para controlar el instrumento,
incluso como arma geoestratégica (China, Reino Unido, China, Venezuela…)[6].
También
el capital financiero transnacional quisiera impulsar la FedCoin, con
la casa Rothschild detrás (Dierckxsens y Formento; 2018), aunque tendría
la objeción de Trump. La lógica de distribución, o automática, de su
control en varias fases (emisión, seguridad, verificación de
transacciones, minado, etc…) puede representar una auténtica ilusión.
Otra dimensión a tratar en la configuración de una moneda futura sería
su posible durabilidad. El que las monedas emitidas tengan una caducidad
delimitada, aun cuando puedan ser renovables los periodos para aumentar
su durabilidad, tiene sólo desventajas para los que quieren acumular
dinero en forma de ahorro improductivo, en general de clases económicas
privilegiadas. La durabilidad limitada incentivaría el consumo y la
inversión.
El problema es que la moneda sufriría un deterioro en su
valor de divisa, pero dicho aspecto podría compensarse porque aceleraría
las inversiones una vez alguien decida operar en el territorio donde
esta moneda circulase.
A este respecto, una medida interesante contra el dinero negro
consistiría también en eliminar los billetes de 500 euros, generalmente
acumulados en transacciones caras, como la compra-venta de inmuebles.
8. Qué tipo de moneda sería preferible.
Las características de una moneda alternativa, en primera instancia, pero que puede ser revisable en función del contexto macroeconómico y político, podrían ser los siguientes:
· En una primera fase la moneda sería complementaria.
· Invitaría a las monedas locales a establecer una relación
con dicha moneda, con el objeto de unificar el sistema monetario
complementario, y amplificar su aceptabilidad y repercusión.
· Esa moneda alternativa tendría paridad, en principio, con la moneda principal.
· Estaría respaldada por los impuestos futuros. El pago de
impuestos en dicha moneda sería la vía preferente y tendría un descuento
fiscal de un 1-5%, para propiciar su uso a escala general. Su alcance
habría de ser estudiado para evitar descapitalizar al erario público
pero también para estimular las transacciones en dicha moneda.
· Tendría varias vías de circulación y sistemas de pago:
tarjetas electrónicas para transacciones menores, complementadas por
monedas y papel, y moneda digital virtual que identifique las
transacciones y agentes para volúmenes medios y altos (a partir de 300
euros).
· Su curso será obligado, inicialmente, en las transacciones
con el sector público y voluntario en el sector intra-privado.
· Sería una moneda alternativa con fecha de caducidad a
partir de su emisión, por ejemplo, a los cinco años, pero puede
estudiarse un periodo inferior, en cualquier caso de carácter renovable
· Se prepararía un organismo de autoridad monetaria
capacitado para la emisión de dicha moneda alternativa en caso de que
deviniese en sustitutoria.
· La moneda alternativa, si domina el espacio electrónico,
puede ser diseñada para acabar con el monopolio de la intermediación
bancaria privada, abriendo la oportunidad a que la banca pública futura
funcionara con primacía respecto a la banca privada, conviviendo con la
banca cooperativa regional o la banca ética.
· Para evitar un sobrepeso de poder de las entidades
dedicadas al funcionamiento monetario, cabría crear una banca central
encargada de la emisión regulada y la política monetaria, bajo control
social y democrático.
9. Conclusión
La consideración de monedas paralelas resulta interesante por varias razones. Primero porque sirve de medio que previene ante limitaciones de liquidez ante un contexto de represalias del BCE. También porque permite aflorar actividades que de otro modo no funcionarían de manera extendida. Resulta interesante porque permite incluir, si se concibe bien su diseño, elementos tecnológicos novedosos que ofrecerían agilidad al sistema monetario.
Sin embargo, su utilidad y alcance se ata a ciertos contextos y procesos de transición. Posteriormente, el desarrollo económico y social dependerá del conjunto de las políticas y arquitectura socioeconómica e institucional en la que la moneda se inserte. Por lo tanto, no cabe idealizar su uso que, sin duda, puede contar también con circunstancias adversas que la pueden hacer fracasar, dependiendo de las luchas políticas y las condiciones socioeconómicas su viabilidad y condiciones de éxito social y político.
A este respecto, el juego de los tiempos
puede resultar decisivo. Esta medida puede comprenderse como no acorde a
los Tratados y puede haber reacciones, que pueden ser rápidas. Así que
los tiempos de implementación, como gestión de una prevención o de una
transición, son decisivos, y pueden durar entre meses y semanas, de tal
manera que una vez que se adoptase esta decisión sería fundamental el
modo en que se formulase y comunicase, y tener de antemano toda la
operativa preparada para aplicarla de inmediato, para impedir un
escenario desordenado."
(Daniel Albarracín, Viento Sur,nº 157 ,
Descargar documento)
Como alternativa a la salida del euro y para conseguir la soberanía financiera: europeseta electrónica
Existe una descripción con mucho humor, de economía-ficción, sobre los beneficiosos efectos que se producirían si en Italia, el gobierno impusiera una moneda digital (allá por el 2020), para salir de la quiebra económica y política a la que la permanencia en el euro habría llevado al país. El objetivo se conseguiría rápidamente.
Los únicos perjudicados, los especuladores de la deuda. Ver: J. D. Alt: ‘Europa, 2020: una ucronía iluminadora’. http://www.sinpermiso.info/textos/index.php?id=5467 )
Los artículos de Juan José R. Calaza (Juan José Santamaría y Juan Güell) muestran con gran claridad las ventajas de una europeseta electrónica de circulación interna:
Como alternativa a la salida del euro y para conseguir la soberanía financiera: europeseta electrónica
Existe una descripción con mucho humor, de economía-ficción, sobre los beneficiosos efectos que se producirían si en Italia, el gobierno impusiera una moneda digital (allá por el 2020), para salir de la quiebra económica y política a la que la permanencia en el euro habría llevado al país. El objetivo se conseguiría rápidamente.
Los únicos perjudicados, los especuladores de la deuda. Ver: J. D. Alt: ‘Europa, 2020: una ucronía iluminadora’. http://www.sinpermiso.info/textos/index.php?id=5467 )
Los artículos de Juan José R. Calaza (Juan José Santamaría y Juan Güell) muestran con gran claridad las ventajas de una europeseta electrónica de circulación interna:
Para entender la europeseta electrónica. Qué es y, sobre todo, qué no es. Enlace: http://www.farodevigo.es/opinion/2012/12/02/entender-europeseta-electronica/720458.html
Para salir de la crisis sin salir del euro: España debe emitir europesetas (electrónicas). Enlace: http://www.farodevigo.es/opinion/2011/11/27/salir-crisis-salir-euro-espana-debe-emitir-europesetas-electronicas/601154.html
Las europesetas electrónicas, complementarias al euro, estimularán el crédito sin efectos colaterales perversos. Enlace: http://www.rebelion.org/noticia.php?id=165815
Juan Torres insiste en que es necesario emitir una moneda complementaria al euro. Sus artículos:
Marear la perdiz. Enlace: http://ccaa.elpais.com/ccaa/2013/02/08/andalucia/1360327224_588117.html
Hay alternativas, incluso dentro del euro. Enlace: http://juantorreslopez.com/publicaciones/hay-alternativas-incluso-dentro-del-euro/
Más información en: 'Si Grecia, España, o Andalucía emitiesen una moneda digital, respaldada por la energía solar instalada en sus tejados, alcanzarían la soberanía financiera. La de dar créditos a familias y empresas': http://comentariosdebombero.blogspot.com.es/2014/06/si-una-autonomia-o-una-gran-ciudad.html
No hay comentarios:
Publicar un comentario