"(...) Hemos leído, durante los
últimos meses, en artículos y libros, distintas posiciones acerca de si
la nueva izquierda se ha alejado de la clase obrera, de los barrios
populares, para centrarse en debates intelectuales que no llegan a
grandes capas de la población. ¿Qué opinas de esto?
— Incluso si existiera la “clase obrera”, no se
reconocería en ese rótulo y por lo tanto sería políticamente inútil
usarlo. Si existe, es la “clase obrera” la que se ha alejado de la
“clase obrera” y no va a agradecer que la obligen a empujones a ser ella
misma. En todo caso, no existe, o no existe tal y como la concibe la
izquierda residual del siglo XX y no existe, de eso no hay duda,
políticamente.
La única clase social realmente existente -o
políticamente decisiva- es ésa imaginaria compuesta de consumidores
semicumplidos o fallidos que se siente amenazada, en términos simbólicos
y materiales, por la crisis “en racimo” (institucional, económica y
cultural). Es ese el voto que se disputan los destropopulismos en
Europa; es ése el voto que tienen que disputar las izquierdas, les guste
o no.
Para dar esta batalla hay que tomarse muy en serio a
esa “clase” y ello implica, desde luego, tomarse muy en serio sus
“inseguridades” y, por lo tanto, abordar su fragilidad económica (de
clase trabajadora) sin olvidar sus temores simbólicos. En esta batalla,
la invocación de la “clase obrera” es inútil y contraproducente.
Al
mismo tiempo no está de más recordar con César Rendueles que, en todo
caso, esa batalla nunca se ganará del todo si se olvida a la clase
social políticamente no decisiva: la verdaderamente subalterna, la de
los excluidos del sistema.
Me explico. El abstencionismo endémico en España no es -o sólo muy
parcialmente- de izquierdas. Los abstencionistas de izquierdas pueden
decidir en coyunturas concretas -después del 11-M, por ejemplo- una
contienda electoral, pero son una minoría. La mayor parte de los
abstencionistas forman parte más bien de ese margen de exclusión
económica, política y social abandonado a su suerte desde el franquismo y
que se perpetúa extramuros de las instituciones.
Ni la vieja ni la
nueva izquierda se ocupa de ese sector de la población, que no se siente
interpelada ni por los programas de los partidos ni por las políticas
de los gobiernos. Hay varios motivos para ocuparse de los socialmente
excluidos: uno es la justicia; otro la certeza de que, si no nos
ocupamos de ellos, el día que voten lo harán contra la izquierda. (...)
— El auge de la extrema
derecha en Europa y otras partes del mundo. ¿Dónde está la izquierda, el
pensamiento marxista? ¿Es incapaz de conectar con las sociedades
actuales? ¿Por qué?
— Creo que tanto las revoluciones árabes
como el 15M en España denunciaron, con su sola existencia, el problema:
un discurso retórico y elitista y unas organizaciones envejecidas y
autorreferenciales, cargadas de “razón” y desprovistas de “mundo”.
Cuando los jóvenes “árabes” y los jóvenes españoles
despertaron, no había ninguna izquierda allí; había, sí, un dinosaurio
que entorpecía su camino. Como te decía antes, o la izquierda disputa el
discurso de la seguridad -material y simbólica- al destropopulismo o
quedará trágicamente fuera de juego en la batalla realmente existente,
la única en juego, entre la revolución neoliberal capitalista y el
conservadurismo anti-elitista identitario. Si no se interviene en esa
batalla, el vencedor será alguna variante de autoritarismo y
desdemocratización radical. (...)
Es difícil ser reflexivo en televisión y es casi imposible ser coherente
en las redes, pero se puede hacer mejor o peor y creo que, más allá de
la saturación propia de los medios y del control mediático por parte de
los antagonistas, Unidos Podemos está perdiendo la batalla de la
visibilidad también por sus propios errores, tanto en la elección de
mensajes y portavoces en la televisión, como en el señalamiento de
objetos en las redes. (...)" (Entrevista a Alba Rico, Cuarto Poder, 06/09/18)
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