"Ni el contagio de Turquía, ni un hipotético default de
Argentina, ni las guerras comerciales en curso con EE UU o China. Ni un
Brexit total o ciego, ni otro descarrilamiento griego, ni una definitiva
insurrección de algunos países del este de Europa por la cuestión
migratoria o por los derechos humanos incumplidos.
El mayor disolvente
de la Unión Europea y sus estructuras se encuentra ahora en la explosiva Italia.
De lo que se destile de las retortas políticas del Gobierno
amarillo-verde italiano en las próximas semanas (en resumen, su relación
con Europa) dependerá en primera instancia el futuro geopolítico de
nuestra zona. (...)
De hacer efectivas las promesas del programa conjunto con el que han decidido gobernar (el mínimo común denominador de la coalición,
a veces contradictorio y, ya se sabe, cuantas más contradicciones,
mayor agresividad), Italia se pondría en un déficit público del 7,4% de
su producto interior bruto (PIB), según el banco de inversión Goldman
Sachs.
(...) no deja de expresarse una profunda corriente de antipatía hacia lo que supone Bruselas.
Tres ejemplos:
primero, cuando hace unas semanas los países comunitarios
no llegaban a un acuerdo para repartirse el centenar y medio de
inmigrantes depositados en la patrullera Diciotti, el Gobierno de Roma
amenazó con la bomba atómica: retirar su aportación del presupuesto
europeo, lo que hubiera supuesto una violación de las obligaciones de
los tratados comunitarios; lo que ningún país ha hecho jamás.
Segundo:
cuando la prima de riesgo subía y subía, traduciendo la desconfianza de
los inversores en la deuda pública, el primer ministro y el ministro de
Economía viajaron allende de Europa, a Washington, Pekín y Moscú,
buscando el apoyo de las principales potencias competidoras de Europa,
algunos de cuyos mandatarios (Trump y Putin, sobre todo) se significan
por cuanto debilite las posiciones europeas.
El ministro de Asuntos
Exteriores, el eurófobo Paolo Savona, declaró entonces: “Si ocurre lo
peor, la fantasía irá al poder”.
Tercero: el ministro del Interior,
Salvini, el vicepresidente Luigi Di Maio, o el propio Savona, han
manifestado la posibilidad de que cuando Italia presente a la Comisión
Europea en unas semanas sus programas de estabilidad y reformas, lo
hagan con el déficit público por encima de lo autorizado; el pretexto
surgió a raíz del hundimiento del puente Morandi en Génova: se necesita
más dinero para mantener la seguridad en las infraestructuras y en las
escuelas. (...)" (Joaquín Estefanía, El País, 09/09/18)
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