9.1.19

La revuelta de las clases medias y populares de Occidente contra la clase superior globalizada ‎comenzó en realidad hace 2 años. ‎ Aunque no tengan conciencia de ello y sigan creyendo que ‎sus problemas son de naturaleza exclusivamente nacional, el enemigo de los franceses ‎es el mismo que ha ensangrentado la región africana de los Grandes Lagos y parte del ‎Gran Medio Oriente. Occidente atraviesa una crisis existencial y sólo lograrán ‎sobrevivir a ella los pueblos que comprendan la lógica que los destruye y ‎la rechacen... Sólo los Estados capaces de recobrar su soberanía tendrán posibilidades de recuperarse...

"(...) Aunque no tengan conciencia de ello y sigan creyendo que ‎sus problemas son de naturaleza exclusivamente nacional, el enemigo de los franceses ‎es el mismo que ha ensangrentado la región africana de los Grandes Lagos y parte del ‎Gran Medio Oriente. Occidente atraviesa una crisis existencial y sólo lograrán ‎sobrevivir a ella los pueblos que comprendan la lógica que los destruye y ‎la rechacen. ‎

Al dar rienda suelta al capitalismo, el presidente Bush padre esperaba extender la prosperidad a ‎todo el mundo. Pero el capitalismo no es un proyecto político, es sólo una lógica sobre cómo ‎obtener ganancias. Y la lógica de las transnacionales estadounidense no era otra que ‎incrementar sus ganancias produciendo en China, cuyos trabajadores eran los peor pagados del ‎mundo. ‎
Son muy pocos los que lograron ver el costo que ese avance tuvo para Occidente. 

Es cierto que ‎en países del Tercer Mundo empezaron a aparecer clases medias –aunque menos ricas que las ‎clases medias de los países occidentales– lo cual permite a nuevos Estados, principalmente ‎asiáticos, desempeñar un papel en la escena internacional. Pero, simultáneamente, las ‎clases medias comienzan a desaparecer en Occidente [4], haciendo imposible ‎la supervivencia de las instituciones democráticas que esas clases habían conformado. ‎

Lo más importante es que las poblaciones de regiones enteras van a ser diezmadas, comenzando ‎par las de los Grandes Lagos africanos. Esta primera guerra regional deja 6 millones de muertos ‎en Angola, Burundi, Uganda, en la República Democrática del Congo, Ruanda y Zimbabwe, ‎sin que el mundo se preocupe por entender lo que sucede. 

El objetivo era seguir apoderándose ‎de los recursos naturales de esos países… pero pagando aún menos que antes. ¿Cómo? ‎Negociando esos recursos con pandillas armadas en vez de tratar con Estados que tienen la ‎obligación de alimentar a sus ciudadanos. ‎

La transformación sociológica del mundo es muy rápida y sin precedente. No disponemos ‎actualmente de las herramientas estadísticas necesarias para evaluarla correctamente. Pero todos ‎percibimos el progreso de Eurasia –no de la Eurasia que evocaba De Gaulle, «de Brest ‎a Vladivostok», sino de una Eurasia que sólo incluye a Rusia y Asia, sin Europa occidental ‎ni Europa central– hacia la búsqueda de libertad y prosperidad, mientras que las potencias ‎occidentales –incluyendo a Estados Unidos– se apagan poco a poco, limitando las libertades ‎individuales y encerrando a la mitad de su población en zonas de pobreza. ‎

Hoy en día la tasa de encarcelación de los chinos es 4 veces inferior a la de los estadounidenses, ‎mientras que su poder adquisitivo es ligeramente superior al de los estadounidenses. ‎Objetivamente, con todos sus defectos, China se ha convertido un país más libre y próspero que ‎Estados Unidos. ‎
Ese proceso era previsible desde el principio. Su instauración se discutió por mucho tiempo.  (...)

Consciente de que, en relación con Asia, Occidente está en recesión, el pueblo británico fue ‎el primero en tratar de salvar su nivel de vida saliendo de la Unión Europea y acercándose ‎a China y al Commonwealth (“Sí” al Brexit como resultado del referéndum realizado el 23 de junio ‎de 2016) [9]. Por desgracia, los dirigentes del Reino ‎Unido no lograron concretar el acuerdo que esperaban obtener con China y están enfrentando ‎graves dificultades para reactivar sus vínculos con la Commonwealth.‎

Más tarde, viendo como su industria civil se derrumbaba, una parte de los estadounidenses votó ‎el 8 de noviembre de 2016 por el único candidato a la presidencia que se oponía al Nuevo Orden ‎Mundial: Donald Trump. Se trataba de volver al «american dream» (el “sueño americano”). ‎

Por desgracia para esos estadounidenses, Donald Trump no tiene un equipo en torno a él –‎exceptuando a su familia– y solamente está logrando modificar –pero no cambiar– la estrategia ‎militar de su país, donde la casi totalidad de los generales del Pentágono y de los altos ‎funcionarios son hostiles a su política. ‎

Ya ante el fin de su industria nacional y con la certeza de que están siendo traicionados por su ‎clase alta, los italianos votaron el 4 de marzo de 2018 por los partidos antisistema: la Liga y el ‎Movimiento 5 Estrellas. 

Esos dos partidos constituyeron una alianza de gobierno para poner ‎en práctica una política social. Por desgracia para ellos, la Unión Europea se opone a esa política ‎‎ [10].‎

En Francia, en momentos en que decenas de miles empresas pequeñas y medianas que trabajaban ‎en el sector industrial han ido a la quiebra durante los 10 últimos años, los impuestos –que ya ‎clasificaban entre los más elevados del mundo– han aumentado en un 30% en ese mismo periodo ‎de tiempo.

 Ahora cientos de miles de franceses han salido a las calles para protestar contra un alza ‎de los impuestos que les parece abusiva. Por desgracia para ellos, la clase alta francesa se ha ‎contaminado con el discurso que los estadounidenses rechazan. Esa clase privilegiada está ‎tratando ahora de adaptar su política a la revuelta popular, en vez de cambiar de política. ‎

Si se abordan por separado los casos de cada uno de esos cuatro países, seguramente ‎aparecerán explicaciones diferentes para lo que en ellos sucede. Pero si los analizamos como un ‎fenómeno único que se produce en culturas diferentes, veremos que los mecanismos son ‎los mismos. En esos cuatro países, las clases medias están desapareciendo con mayor o menor ‎rapidez –como consecuencia del capitalismo– y con ellas desaparece el régimen político que esas ‎clases encarnaban: la democracia. ‎

Los dirigentes occidentales van a tener que renunciar al sistema financiero que han construido y ‎volver al capitalismo productivo de los tiempos de la guerra fría, o inventar una organización ‎diferente en la que nadie haya pensado hasta ahora. Si no lo hacen, el Occidente que ha dirigido ‎el mundo desde hace 5 siglos acabará hundiéndose en una serie de conflictos internos.‎

 Los franceses son el primer pueblo globalizado que se revela contra la destrucción de Occidente, ‎aunque no tengan conciencia de que están luchando contra el enemigo único de toda la ‎humanidad. El presidente Emmanuel Macron no es el “hombre de la situación”, no porque sea ‎responsable de un sistema que ya existía antes que él sino porque él mismo es producto de ese ‎sistema. 

Ante los motines que estallaron en su país, este presidente de la República Francesa ‎no encontró nada mejor que decir –desde la cumbre del G20 realizada en Buenos Aires– que ‎la reunión le había parecido un éxito –en realidad no lo fue– y que él mismo avanzaría más ‎rápidamente que sus predecesores… en la dirección equivocada. ‎ (...)

Viendo que el bando de la globalización financiera se hunde, muchos comienzan a tratar de salvar ‎sus intereses personales sin preocuparse por los demás. De ahí viene, por ejemplo, la actual ‎tensión entre la Unión Europea y Estados Unidos. Y el movimiento sionista siempre lleva la ‎ventaja en ese juego, lo cual explica la rápida mutación de la estrategia israelí, que ahora está ‎dejando Siria a Rusia para volverse simultáneamente hacia el Golfo Pérsico y el este de África. ‎ (...)

Es absurdo creer que en estos tiempos de globalización financiera, algún gobierno –sea cual sea– ‎logrará resolver los problemas de su país sin afectar las relaciones internacionales y recuperar ‎simultáneamente su capacidad de reacción. 

El problema es precisamente que la política exterior ‎ha sido mantenida fuera del ámbito democrático desde que desapareció la Unión Soviética. Es por ‎lo tanto urgente salir de casi todos los tratados y compromisos pactados en los 30 últimos años. ‎Sólo los Estados capaces de recobrar su soberanía tendrán posibilidades de recuperarse. ‎"             (Thyerry Meyssan, VoltaireNet.org, 04/12/18)

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