9.1.19

Una vez que el déficit fiscal está por debajo del 3 por ciento, la prioridad no puede ser continuar reduciéndolo, sino abrir una nueva agenda de políticas. Debemos pensar en cómo apoyar la demanda agregada. Lo que se requiere es equipar a la economía española con un nuevo motor, que solo puede provenir de la recuperación salarial... y en una política fiscal expansiva centrada en la recuperación de la inversión pública...

"Hay dos razones por las que deberíamos preocuparnos por el estado actual de la economía española. Primero, todas las previsiones realizadas por organizaciones internacionales comparten una opinión común: es probable que entremos en un período de desaceleración. (...)

Además, hay una segunda y aún mayor causa de preocupación. La recuperación del crecimiento después de 2014 está reproduciendo muchas de las debilidades tradicionales inherentes a nuestra economía: la inseguridad laboral y el estancamiento de los salarios se han vuelto crónicos, la desigualdad se ha ampliado y la especialización industrial está nuevamente sesgada hacia sectores que dificultan el crecimiento de la productividad.  (...)

En su informe de 2018 sobre la economía española, el FMI señala la necesidad de extender la austeridad y la moderación salarial, preservando la consolidación fiscal y la reforma del mercado laboral adoptada en 2012. Dice que las "reformas estructurales" fueron exitosas, gracias a sus efectos sobre la competitividad, y la flexibilidad laboral llevó a la recuperación económica.  (...)

En primer lugar, la idea de que la devaluación del salario y la mayor competitividad de los precios han provocado la recuperación es un mito. La reducción del salario durante el período 2010-2017 solo se ha transferido parcialmente a los precios de exportación, dado que esta reducción básicamente ha llevado a un aumento de los márgenes de beneficio.  (...)

El papel crucial que han desempeñado las exportaciones para desencadenar la recuperación es innegable, sin embargo, esto no se debe a los recortes salariales, sino al comportamiento de la demanda externa dentro de la zona euro. De hecho, las exportaciones españolas han crecido a un ritmo similar tanto antes como después de la crisis.

En segundo lugar, la nueva flexibilidad laboral lograda después de la reforma de 2012 no ha provocado una creación de empleo más rápida: esta última ha respondido al crecimiento del PIB de manera similar a otros períodos expansivos de la economía española.  (...)

La rápida recuperación del empleo en España no muestra el "éxito" de las recientes reformas laborales, sino más bien una tendencia estructural: la especialización industrial está sesgada hacia sectores intensivos en mano de obra.

 En tercer lugar, el rápido crecimiento económico desde 2014 no se puede explicar sin tener en cuenta la influencia crucial de ciertos vientos de cola externos: bajas tasas de interés y bajos precios del petróleo. Estos vientos de cola han afectado a España más intensamente que otras economías europeas (dada la alta relación deuda / PIB, el predominio de las hipotecas de tasa variable y la dependencia energética del país).

El agotamiento de estos factores, junto con la caída del comercio internacional, está empujando a la economía hacia una desaceleración en 2018, lo que demuestra la fragilidad de nuestro crecimiento y la necesidad de encontrar nuevos pilares en los que apoyar la demanda.

En cuarto lugar, la descripción del FMI basada en el "éxito" de las reformas estructurales (del lado de la oferta) es difícilmente compatible con la disminución del crecimiento potencial y la mayor tasa de desempleo de equilibrio observada en los últimos años. 

Hoy en día, la tasa de crecimiento del producto potencial es casi la mitad de la tendencia anterior a la crisis. De hecho, esta contradicción revela que los recortes fiscales han infligido heridas duraderas en la economía.

Quinto y último, es preocupante que el FMI busque una nueva ronda de consolidación fiscal. Con el argumento de que los "amortiguadores fiscales" deben reconstruirse para cuando llegue la próxima crisis, esta institución recomienda medidas que, de aplicarse, solo exacerbarán la desaceleración económica y, por lo tanto, aumentarán la relación deuda / PIB.

 La afirmación de que lograr superávits fiscales primarios sostenidos reduce la deuda pública no solo es poco realista, sino que también es contraproducente para el objetivo de lograr finanzas públicas sanas. Ya que hemos presenciado el fracaso de la austeridad, no necesitamos intentarlo de nuevo.  (...)

Una vez que el déficit fiscal está por debajo del 3 por ciento, la prioridad no puede ser continuar reduciéndolo, sino abrir una nueva agenda de políticas basada en los dos ejes mencionados ("sostener y transformar el crecimiento"). (...)

Debemos pensar en cómo apoyar la demanda agregada.

Lo que se requiere es equipar a la economía española con un nuevo motor, que solo puede provenir de la recuperación salarial.(...)

 El segundo pilar clave para una nueva agenda de política económica debería consistir en una política fiscal expansiva centrada en la recuperación de la inversión pública, que hoy en día se mantiene 25.000 millones de euros por debajo de su cifra anterior a la crisis, para mejorar la productividad y promover un crecimiento ecológico e inclusivo. 

 Algunas medidas que podrían ser útiles para lograr esto son: una estrategia ambiciosa para la transición energética, basada en el desarrollo de energías renovables, mejorando la eficiencia energética de las plantas y edificios, y expandiendo el transporte eléctrico; implementación de un esquema de ingresos garantizados; y desarrollar la banca pública para financiar e impulsar el cambio industrial."                     

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