"Nadie sabía del pequeño pueblo de
Montigny-Le-Guesdier, en esa Francia otrora tranquila que linda con la
Borgoña, y sin embargo ahora ya nadie podrá olvidar que un mensaje en la
red, el primero, que está haciendo tambalear a Macron, partió de allí. Un villorrio de la demarcación de Seine-et-Marne encendió la chispa que incendió esa pradera de los autónomos. Con un llamamiento: “El sábado, 17 de noviembre, bloqueo nacional”.
Trescientos mil ciudadanos bloqueando las carreteras y amenazando París
es una cantidad que inquieta a todo gobierno que se precie de tal. La
subida de los carburantes y las tasas leoninas han convertido el futuro
de los autónomos en una engañifa recubierta de grandes palabras.
Pero lo
más sorprendente para una sociedad establecida donde cada cual tiene su
equipo para jugar a hacer política -partidos y sindicatos que forman
sin excepción esa casta que lo devora todo, incluso a sus presuntos
denunciadores- es que sus respuestas sobre quién está detrás han
resultado negativas.
Surgió de la indignación,
de años de silencio que el poder se negaba a ver y que calificaba
literariamente a lo Flaubert, como inquietudes de la vida de provincias.
Seguro que en Montigny-Le-Guesdier no hay segundas residencias para
profesionales, políticos o no, que quieren respirar aire puro de fin de
semana.
Eso se acabó si quieren mantenerse en el poder. Los autónomos se han rebelado y ahora la conjetura es si se inclinarán hacia la extrema derecha de Le Pen o hacia la extrema izquierda de Melénchon, porque no tienen líderes, ni sindicatos, ni asociaciones que sirvan de portavoces.(...)
Esos ciudadanos de provincias contaban que no hay servicio público que los lleve dignamente a su pueblo, que están marginados
no sólo de los transportes, sino también de la sanidad, de la enseñanza
y demás servicios públicos. Para todo hacen falta esfuerzos
suplementarios. ¿Hay algún político español que haya montado alguna vez
en un tren de cercanías? Lo dudo.
¿Y en los autobuses locales? Menos
aún. Ocurrió aquí desde que el ministro y financiero hecho a sí mismo a
nuestra costa, Carlos Solchaga,
desmanteló los trenes deficitarios para el Estado, que no para los
ciudadanos. De haber sido consecuente hubiera tenido que clausurarlos
todos, porque estaban en número rojos. El que quiera ir al pueblo, que
se compre un coche; ya le freiremos a impuestos. (...)
Ahora, los mismos que desmantelaron la población rural animan a volver
al terruño. Cada vez que veo una manifestación por el tren de Extremadura
no sé si reír o llorar. Llevan cuarenta años mareando la perdiz y
prometiendo lo que nunca se hará mientras la gente se limite a
manifestaciones en vísperas electorales (...)
En Francia los 282.000 autónomos que han bloqueado el país no están
dispuestos a pagar la “transición ecológica” organizada con pompa y
circunstancia por Macron para equilibrar su maltrecho prestigio. La subida del diésel y la tasa ecológica,
dos impuestos cuyos beneficios se repartirá el poder con el desdén
característico hacia los que lo pagan, han sido más que una gota: un
maremágnum que ha sacado a flote las carencias de los de abajo y la
prepotencia de los de arriba.(...)
Ahora resulta que el tan promovido diésel es el enemigo. Y lo es de hoy
para mañana, por el sindicato de las prisas. La apisonadora del Estado
no está hecha para pensar sino para castigar; debería también tomar
otras medidas pero ahora hemos de lanzarnos al coche eléctrico.
Como no tengo coche de ningún tipo lo único que me da en sospechar es
que aquí hay trampa. Yo viví en la España de los 60 y 70 las campañas a
favor del aceite de soja y girasol, muy superiores al de oliva, según
escribían en páginas de seguro muy bien pagadas en las publicaciones de
la época.
Hoy que sabemos lo que de estafa había en aquellos reclamos me
queda la desconfianza. ¡Ahora todo eléctrico! ¿Vuelven las nucleares
que nunca se fueron? ¿Y qué va a hacer aquel que tiene un camión recién
comprado o un coche de segunda mano, que fue atraído con bombo y
platillo a las ventajas del diésel sobre la gasolina? Estrellarlo quizá
en la puerta del ministro o bloquear las carreteras. (...)
Las políticas de austeridad para austeros -quien vive como autónomo lo es por obligación- más la revolución tecnológica están creando una nueva clase, los autónomos. Sangrados por la fiscalidad,
por los contratos precarios, por la inseguridad y desconociendo las
reglas del juego de los sindicatos y los partidos; es una multitud
inquietante que trata de sobrevivir. (...)" (Gregorio Morán, Vox Populi)
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