"(...) Es el mapa político español el que ha cambiado de nuevo. En muchos
sentidos nos parecemos a Europa. Hay que decirlo desde el principio para
no dejarse engañar: el todos contra VOX favorecerá al partido
de Santiago Abascal. Como otras experiencias europeas muestran una y
otra vez, los frentes antifascistas lo único que añaden es más
confusión, inauguran una táctica equivocada y terminan por fortalecerlo.
Se trata de diagnosticar con mucha precisión el por qué un partido como
VOX duplica sus resultados y se convierte en la tercera fuerza política
del país. A mi juicio, tiene que ver con tres elementos
interrelacionados: la crisis de la globalización y las demandas
crecientes de protección, seguridad y orden; la llamada “cuestión
territorial” y la violencia utilizada que ha escandalizado a una gran
parte de la población que siente que su Estado, su identidad y su futuro
está en peligro; en tercer lugar, la rabia y la indignación creciente
de una parte sustancial de la ciudadanía contra una clase política
aislada, dependiente de los grandes poderes y sin un proyecto real capaz
de resolver los grandes problemas que la gente normal y corriente
sufre, cada vez más, con temor a un futuro peor que el presente.
El
escenario se va pareciendo cada vez más al de algunos países europeos.
Derechas cada vez más duras, extremas derechas populistas e izquierdas
sin nervio político, débiles organizativamente y sin capacidad
propositiva. Unidas Podemos no ha hecho demasiado por revertir una
tendencia que, cada vez más, le sitúa más en el viejo espacio de
Izquierda Unida. Lo grave no es solo la disminución de votos y escaños,
sino la pérdida real de influencia en la sociedad, la carencia de
vínculos sociales fuertes y la progresiva disolución de lo poco que
quedaba ya de la militancia activa concretada en los círculos.
Para sorpresa de todos, 24 horas después de las elecciones, se anuncia
un preacuerdo entre el PSOE y UP y la formación de un Gobierno de
coalición. Asombra la rapidez y la vaguedad de lo firmado.(...)
El PSOE no ha conseguido lo que buscaba desesperadamente: incrementar
votos y diputados y seguir arruinando a UP, que repite malos resultados
y llega al Gobierno en condiciones nada favorables. Correlación, pues,
de debilidades. Hay un dato que explica muy bien lo que pasa y lo que
nos pasa: la falta de entusiasmo en la sociedad y en lo que podríamos
llamar los hombres y mujeres de izquierdas de nuestro país.
El dato no
es menor, porque se trata de un Gobierno que incorpora una gran novedad
en la Historia reciente de España y en los últimos tiempos de una Europa
que gira y gira hacia la derecha. Otro dato nos debería hacer
reflexionar: el papel que va a jugar en el nuevo mapa político una
fuerza como Vox. En esto tampoco deberíamos engañarnos demasiado: cada
fracaso, cada frustración de expectativas y cada paso en falso será
recogido por una fuerza política que tiene vocación de mayoría y que
intentará hegemonizar un bloque social alternativo.
No es fácil
suscitar entusiasmo después de dos campañas electorales que han sido
percibidas por la población como innecesarias y, lo que es peor, como
jugadas de estrategia entre políticos y para políticos. PSOE y UP van a
tener que olvidarse de una parte sustancial de su discurso en estos
últimos meses, y tienen que ganarse obligatoriamente la credibilidad en
la gestión del Gobierno. Será complicado. Por lo pronto, hay dos
plataformas políticas claramente diferenciadas: de un lado, una
propuesta socioliberal, y de otro, una propuesta socialdemócrata. Ambas
aceptan el marco de los tratados europeos y la disciplina financiera
impuesta por la Comisión y supervisada por el Banco Central Europeo.
El
Gobierno de coalición PSOE-UP parte del supuesto de que en este marco
hay margen suficiente para aplicar políticas sociales fuertes e
incrementar la capacidad contractual de las clases trabajadoras,
redefiniendo un nuevo papel de los sindicatos y mitigando los aspectos
más duros de la precariedad laboral que hoy desestabiliza el mercado de
trabajo. La presencia adelantada de Nadia Calviño como vicepresidenta
económica es un mensaje claro a la Unión Europea y a los grupos de poder
económico en España. Es decir, el cambio tiene límites claros y líneas
rojas que este Gobierno no va a transgredir. El otro asunto no es menor,
la llamada cuestión territorial, específicamente la cuestión catalana.
Pedro Sánchez lo ha repetido una y otra vez, antes, durante y después de
las campañas electorales: Cataluña se deja bajo la dirección del jefe
del Gobierno y, por si fuera poco, es de las pocas cosas que quedan
claras en la declaración de principios firmada.
Hay otra cuestión
que va a marcar mucho el futuro de este Gobierno: la transición
geopolítica que vive la economía-mundo, y la grave crisis de la Unión
Europea. Parecería que la estrategia que ha definido Pablo Iglesias
tiene como objeto fundamental concentrarse en los temas sociales y
laborales, evitando otras contradicciones con la política general del
PSOE, para hacer notar en este campo las diferencias.
Esto puede ser
posible o no: los conflictos militares retornan, aunque Macron hable de
que la OTAN es un “muerto cerebral”, España cumple un papel decisivo en
la estrategia militar norteamericana, y Oriente Próximo sigue siendo
algo más que un quebradero de cabeza para las grandes potencias. La
definición de una nueva Unión Europea cuando llegan señales de crisis
exigirá del nuevo Gobierno posiciones precisas, sabiendo como sabemos
que nuestra “larga marcha” hacia la periferia corre el peligro de
acelerarse dramáticamente. Asociar políticas de austeridad con pérdida
de soberanía y subalternidad de la Unión Europea puede ser una
plataforma ideal para las derechas soberanistas.
Unidas Podemos
llega casi exhausto a este Gobierno. Sus bases de política, organización
e ideales se han degradado mucho en estos últimos tiempos, y el peligro
más grave que corre es pretender sustituir con la gestión gubernamental
sus carencias como mero frente parlamentario-electoral. “Gobernar o no”
nunca ha sido una cuestión de principios, depende —siempre dependió— de
la correlación real de fuerza, o de la correlación real de debilidad.
Se ha optado por gobernar como elemento fundamental de una estrategia
política.
El dilema es complejo: gobernar en minoría con un partido
político que es su principal adversario electoral y que, hasta el
presente, ha estado dedicado a reducir a su menor expresión electoral y
política a UP. No basta con gritar “sí se puede”, gobernar es gestionar
el conflicto por otros medios, y hay que prepararse para ello. Dicho de
otra forma: a mayor unidad con el PSOE, mayor necesidad de autonomía
para UP, en las instituciones y —sobre todo— en la sociedad civil.
Gobernar implicaría no solo gestionar bien (cosa nada fácil), sino
organizar partido, profundizar en su unidad y movilizar a una sociedad
desconfiada, desilusionada y harta de la política.
La decisión
está tomada: guste más o guste menos, lo que haga este Gobierno de
coalición va a marcar duraderamente la política española. Las derechas
no tardarán en disputar la calle, y tenderán a aprovechar cada
contradicción y debilidad para acorralar a un Gobierno que ya nace con
dificultades. Se asumen muchos riesgos; me gustaría creer que estamos
preparados para ellos y que hay un plan B. (...)" (Manolo Monereo, Cuarto Poder, 14/11/19)
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